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  EL TEMA
  Están locos estos romanos

Por Caius Apicius Madrid, 26 mar (EFE)

.- Una razonable dosis de chovinismo, cierta desconfianza, tampoco demasiada, ante las cocinas extranjeras y una continua mofa de la cocina de la potencia hegemónica... Podría ser el retrato de un `gourmet` europeo de hoy, pero no: es, en resumen, la filosofía gastronómica de los habitantes de un irreductible pueblecito galo: el de Asterix y Obelix. Por supuesto, la cocina gala, la cocina francesa, sale triunfante en las treinta y una aventuras hasta ahora publicadas. La afición a la buena mesa es una de las señas de identidad de los héroes galos: ellos mismos, cuando se definen por señas en `La gran travesía`, explican que "nos gusta comer y beber bien". Y tanto.

Su plato favorito, como sabe cualquier lector asiduo de las andanzas de los dos galos, es el jabalí asado, el `sanglier á la broche`... que sólo encuentran de su gusto en la Galia. En Hispania "no saben preparar el jabalí", y en Bretaña -no la suya, sino Inglaterra- Obelix acaba escandalizado ante el jabalí hervido en salsa de menta... y la cerveza tibia. Fuera de su país sólo encuentran satisfactorios unos jabalíes en Roma, pero... en un restaurante galo. De todos modos, son poco críticos con las cocinas de los países a los que viajan. Disfrutan en Grecia, admiten en España que "la cocina es excelente", aunque no están acostumbrados a "estos guisos con tanto aceite", devoran en Bélgica, toman contacto con el caviar -"un plato para los pobres que llamamos `khavyar` y es muy alimenticio"- en Persia...

La crítica más feroz la guardan para la cocina de los romanos, que ridiculizan constantemente. Los romanos -"están locos, estos romanos"- comen confitura de anchoas, tripas de oso fritas en grasa de uro con miel, cuellos de jirafa rellenos, pezuñas de buey con crema... En `El mal trago de Obelix`, un cocinero romano que cuando se enfada jura "¡Por Apicius!", propone como menú larvas de esfinge -mariposa- caramelizadas con miel de acacia, parrillada de gusanos fritos en aceite de ricino y ubres de ternera al natural o con sofrito. Son enunciados, la verdad, no muy alejados de los que en nuestros días pueden leerse en no pocas cartas de restaurantes de la clase `creativa` o `de fusión`.

Si estarán locos los romanos que hasta les gustan -ver `La residencia de los dioses`- los pescados que vende en la aldea gala Ordenalfabetix... Este es otro de los temas recurrentes de la serie, al menos desde su mitad: la dudosísima frescura del género que oferta el pescadero del pueblo. El es coherente: cuando se le pregunta por qué no pesca sus pescados en el vecino mar -el pueblo está en la Bretaña francesa, en la costa armoricana- se indigna y protesta: "¡Yo traigo mis pescados de Lutecia (París)! ¡Aquí se respeta a la clientela!". De hecho, el pescado de Ordenalfabetix es más usado como arma contundente en las peleas entre los propios galos que como alimento cotidiano. Ni siquiera aparece en ningún episodio el plato más famoso de su tierra natal, la langosta llamada por unos `a la americana` y por otros `a la armoricana`.

Visto desde óptica española, esa `calidad` del pescado galo no hace sino confirmar la desconfianza que el español, que disfruta de la mejor cocina del pescado del planeta, siente por las recetas francesas de pescado, siempre demasiado elaboradas, demasiado salseadas... ¿para disimular la calidad del género? La verdad es que el propio Pepe, hijo del jefe ibero Sopalajo de Arriérez y Torrezno, reclama constantemente en `Asterix en Hispania` pescado para comer... pero en la aldea gala se pasa al jabalí, para volver a pedir pescado en cuanto llega al País Vasco. En cualquier caso, bueno es que los héroes de esta ya larga saga sean amantes de la buena mesa; hay demasiados héroes de la literatura universal que parecen alimentarse del aire, lo que no hacen Asterix ni -sobre todo- Obelix. En el `comic` español sólo recordamos a un gran `gourmet`... eso sí, siempre frustrado: el entrañable Carpanta creado por Josep Escobar.

De todos modos, Asterix y Obelix son franceses y, por lo tanto, más rabelesianos que cervantinos, aunque en Obelix se quieran ver connotaciones sanchopancescas; la verdad, está más cerca de Pantagruel que del escudero manchego.
Lo que no nos han contado Goscinny -su falta se nota cada vez más- ni Uderzo, responsable único de los últimos álbumes, es la receta más deseada de la serie: la poción mágica que elabora el druida Panoramix. Sale, sí, algún ingrediente aquí y allá... pero la fórmula completa, nunca. Uno, a veces, piensa que, tratándose de habitantes de otro Finisterre celta, la poción que da a los irreductibles galos una fuerza sobrehumana podría ser, sencillamente, una versión particular y muy ilustrada del... caldo gallego.