Capítulo 11
Era ya casi la medianoche, y Laura no lograba conciliar el sueño, sentada en la cama con el diario en las manos, no dejaba de pasar las hojas.
Había sido un día muy agitado, y muy bonito a la vez.
- Pobre Cosme ahora se que me ama y yo no puedo corresponderle. Si esto hubiese pasado hace dos años, todo seria distinto, ahora solo puedo quererle como a un hermano. No puedo forzar a mi corazón a sentir otra cosa que no sea esta que siento, amo a Dios por encima de todas las cosas, y quiero ser monja, aunque la vida que me espera me da un poco de miedo, porque no la conozco, pero creo que acabaré adaptándome, es tanto lo que la deseo que no me será difícil.
De pronto se oyó un ruido que sobresaltó a Laura, y la sacó de sus pensamientos ¿que será ese ruido? se asomó y vio a su padre con su tío Feliciano en la puerta de la calle.
¿Papá, que pasa?
Antonio se giró hacia su hija y poniéndose el dedo índice en la boca, le hizo un gesto para que callara, Laura comprendió y volvió a entrar en la habitación se metió en la cama y se arropó bien. Notó que se le cerraban los párpados, y entro en un sueño profundo que como casi siempre acabó en una pesadilla.
Estaba en un acantilado y veía a Cosme en el otro lado, sentía como este la llamaba, le quería decir algo que ella no lograba entender.
- ¡Cosme, grita más fuerte que no te oigo!
El joven gritaba pero ella seguía sin poder oírlo.
De pronto vio como su amigo saltaba al vació, lo vio caer acantilado abajo sin poder hacer nada, mientras gritaba. ¡Cosme, nooo!
Se despertó empapada en sudor, como siempre que tenía una pesadilla.
El corazón le latía con fuerza, al mismo tiempo que lloraba sin consuelo y repetía-
¡Cosme no, Cosme no!,
De pronto se dio cuenta de donde estaba, y de que todo había sido un mal sueño. Cogió el rosario, sus cuentas pasaban por sus dedos con gran rapidez, como si tuviese prisa en acabar de rezarlo, de esta manera se le marcharía la desazón que le había dejado el sueño.
Bebió agua del vaso de la mesita, y se volvió a reclinar sobre la almohada, Perdió la mirada en el techo, y volvió a quedarse dormida. Esta vez no hubo pesadilla ni sueño desagradable
A Laura, la despertaron temprano los parientes hablando entre ellos.
Su padre preparaba café y su madre hacía unas tortitas.
- Ummm, que bien huele, que hambre tengo.
Se sentaron como pudieron y desayunaron con gusto, tenían que reponer fuerzas, pues hoy seria un día bastante ajetreado para todos, pues las fiestas continuaban y había que disfrutarlas al máximo, ya que no volverían hasta el año siguiente.
Después del desayuno, Laura ayudó a su madre en los quehaceres de la casa.
Cuando se disponía a salir vio a Cosme en la puerta a punto de llamar, la joven se tiró a los brazos de su amigo, mientras le repetía.
- Cosme, que alegría me da verte de verdad, que alegría.
- Hey, que me tiras. ¿Laura que te pasa? parece que has visto a Dios.
- No. Pero como si lo hubiese visto.
- ¿Has desayunado ya?
- Si, ya lo hice. ¿Y tú?
- Si, y además muy bien. Anda pasa y cómete unas tortitas de las que hace mi madre, aquellas que te gustan tanto, verás como se te pasan todas las penas.
Sobre las nueve llegó el padre Adrián preguntando por Laura, esta salió presurosa.
-¿Laura vienes conmigo a la capilla? Dolores no me ha podido acompañar, no se encuentra bien, y yo necesito una persona que me ayude a preparar la misa y ¿quien mejor que tu?
- Si padre ahora mismo voy, y sin decirle nada a nadie salió detrás de el para acompañarlo a la capilla.
