Capítulo 10
Al fin llegaron las deseadas fiestas del santo patrón, las calles del pueblo estaban engalanadas con motivos florales por todas partes.
La casa de Laura era un ir y venir de gente. Para el acontecimiento se habían desplazado de muy lejos casi toda su familia. Sus tíos de Francia, Sus primos, y hasta la abuela materna, que ya no andaba muy bien de salud.
Habían improvisado un pequeño hotel, había colchones por todas partes.
Laura corría de un lado a otro, se la veía feliz.
Aquella mañana había estado allí el padre Adrián, visitando a algunos habitantes enfermos.
Cosme había estado toda la mañana con Laura, quería aprovechar al máximo, ya que pronto marcharía, y solo Dios sabía cuando se volverían a ver.
Aprovechando que lucía un sol espléndido, sacaron unas tablas a modo de mesas a la gran explanada. Todos sentados comían y bebían los manjares típicos de las fechas. Los padres de Laura estaban pletóricos de alegría, y charlaban sin descanso con sus familiares. Laura estaba sentada al lado de Cosme, y también charlaban animadamente. El nuevo párroco había venido acompañado de Dolores.
Los niños también tenían su protagonismo, les habían preparado piñatas, carreras de sacos, y un sinfín de juegos.
La comida duró hasta la puesta del sol.
Mujeres y hombres, ayudaban en las tareas de recogida, y pronto estuvo todo como antes de empezar.
El padre Adrián se despidió y se fue acompañado de Dolores.
Laura y Cosme, se dispusieron a dar un paseo por el pueblo. Iban cogidos de la mano, como si temieran separarse.
- ¿Cosme? ¿Estas seguro de que quieres marcharte?, ¿que será de tu padre? el tenia esperanzas puestas es ti, ¿Te lo has pensado bien?
- Tengo que hacerlo mis parientes me necesitan, y si todo va bien mi padre podrá venir después conmigo.
-¿Y yo? ¿Cuando volveré a verte? ¿Como podré asimilar tu marcha?
- Laura, tu no me necesitas pronto serás religiosa, y para ti no existirá mas que Dios, y tu vida monacal.
- Bueno pero el saber que estabas por aquí, me daba seguridad, no es lo mismo si te vas lejos y para siempre.
- Tú también te vas y para siempre, pues la clausura no es una tontería.
- Y tu, ¿estás segura de lo que vas a hacer? ¿No has pensado en tus padres? ¿Que va a ser de ellos sin ti, su única hija?
En las palabras de Cosme había amargura y reproche, ¿acaso se había enamorado perdidamente de Laura?
Siguieron caminando, pero ya no iban cogidos de la mano.
Llegaron a la pradera, y se sentaron en la hierba mojada, ya comenzaba a caer el roció.
-¿Laura, me perdonas?
- ¿Y tu a mi? nos hemos comportado como dos tontos egoístas e inmaduros, no quiero que nos despidamos así, no podría soportarlo.
El chico la rodeó con sus brazos y le susurró al oído.
- Laura, te quiero, más que a mi propia vida, no puedo vivir sin ti, y tendré que aprender a hacerlo.
- Yo también te quiero, pero no de la forma que tú quisieras, te quiero como a un buen amigo, como a un hermano.
- Ya lo se, y ese será mi tormento, no supe ver a tiempo, el amor que sentías por mi.
Empezaron a caminar hacia casa cogidos de la mano, había caído la noche y la luna brillaba con todo su esplendor. Llegaron a la puerta de casa y se despidieron con un beso.
- Hasta mañana, te espero temprano.
- Aquí estaré, buenas noches.
Laura entró se despidió de todos y se fue a su habitación, el único lugar en el que podía dar riendas sueltas a su imaginación y en el que se sentía segura y protegida.
