Un cuento de ni?os para psicolocas.
Publicado: 25 Jul 2005 06:08
Sonrian es saludable y contagioso, para iniciar la semana esta versión de la Caperucita Roja para Psicologas:
Erase una vez una persona de corta edad llamada
> Caperucita Roja que viv?a con su madre en la
> linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que
> llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral
> a casa de su abuela, pero no porque lo
> considerara una labor propia de mujeres,
> atenci?n, sino porque ello representa un acto
> generoso que contribuña a afianzar la sensaci?n
> de comunidad. Además, su abuela no estaba
> enferma; antes bien, gozaba de completa salud
> f?sica y mental y era perfectamente capaz de
> cuidar de sí misma c**o persona adulta y madura
> que era.
>
> Así, Caperucita Roja cogi? su cesta y emprendi?
> el camino a través del bosque. Muchas personas
> creían que el bosque era un lugar siniestro y
> peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él.
> Caperucita Roja, por el contrario, pose?a la
> suficiente confianza en su incipiente sexualidad
> c**o para evitar verse intimidada por una
> imaginer?a tan obviamente freudiana.
>
> De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se
> vio abordada por un lobo que le preguntó qué
> llevaba en la cesta.
> - Un saludable tentempi? para mi abuela quien,
> sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar
> de sí misma c**o persona adulta y madura que es
> -respondi?.
> - No sí si sabes, querida -dijo el lobo-, que es
> peligroso para una niña pequeña recorrer sola
> estos bosques.
> Respondi? Caperucita:
> - Encuentro esa observaci?n sexista y en extremo
> insultante, pero haré caso omiso de ella debido a
> tu tradicional condici?n de proscrito social y a
> la perspectiva existencial -en tu caso propia y
> globalmente valida- que la angustia que tal
> condici?n te produce te ha llevado a desarrollar.
> Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi
> camino.
>
> Caperucita Roja enfil? nuevamente el sendero.
> Pero el lobo, liberado por su condici?n de
> segregado social de esa esclava dependencia del
> pensamiento lineal tan propia de Occidente,
> conocía una ruta más rápida para llegar a casa de
> la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella,
> devor? a la anciana, adoptando con ello una línea
> de conducta completamente valida para cualquier
> carn?voro. A continuación, inmune a las r?gidas
> nociones tradicionales de lo masculino y lo
> femenino, se puso el camis?n de la abuela y se
> acurruc? en el lecho.
>
> Caperucita Roja entré en la caba?a y dijo:
> - Abuela, te he tra?do algunas chucherías bajas
> en calorías y en sodio en reconocimiento a tu
> papel de sabia y generosa matriarca.
> - Ac?rcate más, criatura, para que pueda verte
> -dijo suavemente el lobo desde el lecho.
> - ?Oh! -repuso Caperucita-. Hab?a olvidado que
> visualmente eres tan limitada c**o un topo. Pero,
> abuela, ¿qué ojos tan grandes tienes!
> - Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
> - Y, abuela, ¿qué nariz tan grande tienes!...
> relativamente hablando, claro esté, y a su modo
> indudablemente atractiva.
> - Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.
> - Y... ?abuela, qué dientes tan grandes tienes!
> Respondi? el lobo:
> - Soy feliz de ser quien soy y lo que soy -y,
> saltando de la cama, aferr? a Caperucita Roja con
> sus garras, dispuesto a devorarla.
>
> Caperucita gritú; no c**o resultado de la
> aparente tendencia del lobo hacia el travestismo,
> sino por la deliberada invasi?n que había
> realizado de su espacio personal.
>
> Sus gritos llegaron a o?dos de un operario de la
> industria maderera (o técnicos en combustibles
> vegetales, c**o él mismo prefer?a considerarse)
> que pasaba por all?. Al entrar en la caba?a,
> advirti? el revuelo y tratú de intervenir. Pero
> apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo
> c**o Caperucita Roja se detuvieron
> simultúneamente:
> - ?Puede saberse con exactitud qué cree usted que
> está haciendo? -inquiri? Caperucita.
>
> El operario maderero parpade? e intentú
> responder, pero las palabras no acudían a sus
> labios.
> - ¿Se cree acaso que puede irrumpir aquí c**o un
> Neandertalense cualquiera y delegar su capcidad
> de reflexi?n en el arma que lleva consigo!
> -prosigui? Caperucita-. ?Sexista! ?Racista! ¿Cómo
> se atreve a dar por hecho que las mujeres y los
> lobos no son capaces de resolver sus propias
> diferencias sin la ayuda de un hombre?
>
> Al o?r el apasionado discurso de Caperucita, la
> abuela saltú de la panza del lobo, arrebatú el
> hacha al operario maderero y le cortú la cabeza.
> Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el
> lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus
> objetivos, decidieron instaurar una forma
> alternativa de comunidad basada en la cooperaci?n
> y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices
> en los bosques para siempre.
>
>
Erase una vez una persona de corta edad llamada
> Caperucita Roja que viv?a con su madre en la
> linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que
> llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral
> a casa de su abuela, pero no porque lo
> considerara una labor propia de mujeres,
> atenci?n, sino porque ello representa un acto
> generoso que contribuña a afianzar la sensaci?n
> de comunidad. Además, su abuela no estaba
> enferma; antes bien, gozaba de completa salud
> f?sica y mental y era perfectamente capaz de
> cuidar de sí misma c**o persona adulta y madura
> que era.
>
> Así, Caperucita Roja cogi? su cesta y emprendi?
> el camino a través del bosque. Muchas personas
> creían que el bosque era un lugar siniestro y
> peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él.
> Caperucita Roja, por el contrario, pose?a la
> suficiente confianza en su incipiente sexualidad
> c**o para evitar verse intimidada por una
> imaginer?a tan obviamente freudiana.
>
> De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se
> vio abordada por un lobo que le preguntó qué
> llevaba en la cesta.
> - Un saludable tentempi? para mi abuela quien,
> sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar
> de sí misma c**o persona adulta y madura que es
> -respondi?.
> - No sí si sabes, querida -dijo el lobo-, que es
> peligroso para una niña pequeña recorrer sola
> estos bosques.
> Respondi? Caperucita:
> - Encuentro esa observaci?n sexista y en extremo
> insultante, pero haré caso omiso de ella debido a
> tu tradicional condici?n de proscrito social y a
> la perspectiva existencial -en tu caso propia y
> globalmente valida- que la angustia que tal
> condici?n te produce te ha llevado a desarrollar.
> Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi
> camino.
>
> Caperucita Roja enfil? nuevamente el sendero.
> Pero el lobo, liberado por su condici?n de
> segregado social de esa esclava dependencia del
> pensamiento lineal tan propia de Occidente,
> conocía una ruta más rápida para llegar a casa de
> la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella,
> devor? a la anciana, adoptando con ello una línea
> de conducta completamente valida para cualquier
> carn?voro. A continuación, inmune a las r?gidas
> nociones tradicionales de lo masculino y lo
> femenino, se puso el camis?n de la abuela y se
> acurruc? en el lecho.
>
> Caperucita Roja entré en la caba?a y dijo:
> - Abuela, te he tra?do algunas chucherías bajas
> en calorías y en sodio en reconocimiento a tu
> papel de sabia y generosa matriarca.
> - Ac?rcate más, criatura, para que pueda verte
> -dijo suavemente el lobo desde el lecho.
> - ?Oh! -repuso Caperucita-. Hab?a olvidado que
> visualmente eres tan limitada c**o un topo. Pero,
> abuela, ¿qué ojos tan grandes tienes!
> - Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
> - Y, abuela, ¿qué nariz tan grande tienes!...
> relativamente hablando, claro esté, y a su modo
> indudablemente atractiva.
> - Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.
> - Y... ?abuela, qué dientes tan grandes tienes!
> Respondi? el lobo:
> - Soy feliz de ser quien soy y lo que soy -y,
> saltando de la cama, aferr? a Caperucita Roja con
> sus garras, dispuesto a devorarla.
>
> Caperucita gritú; no c**o resultado de la
> aparente tendencia del lobo hacia el travestismo,
> sino por la deliberada invasi?n que había
> realizado de su espacio personal.
>
> Sus gritos llegaron a o?dos de un operario de la
> industria maderera (o técnicos en combustibles
> vegetales, c**o él mismo prefer?a considerarse)
> que pasaba por all?. Al entrar en la caba?a,
> advirti? el revuelo y tratú de intervenir. Pero
> apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo
> c**o Caperucita Roja se detuvieron
> simultúneamente:
> - ?Puede saberse con exactitud qué cree usted que
> está haciendo? -inquiri? Caperucita.
>
> El operario maderero parpade? e intentú
> responder, pero las palabras no acudían a sus
> labios.
> - ¿Se cree acaso que puede irrumpir aquí c**o un
> Neandertalense cualquiera y delegar su capcidad
> de reflexi?n en el arma que lleva consigo!
> -prosigui? Caperucita-. ?Sexista! ?Racista! ¿Cómo
> se atreve a dar por hecho que las mujeres y los
> lobos no son capaces de resolver sus propias
> diferencias sin la ayuda de un hombre?
>
> Al o?r el apasionado discurso de Caperucita, la
> abuela saltú de la panza del lobo, arrebatú el
> hacha al operario maderero y le cortú la cabeza.
> Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el
> lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus
> objetivos, decidieron instaurar una forma
> alternativa de comunidad basada en la cooperaci?n
> y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices
> en los bosques para siempre.
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