PAP?, OLVIDA
Publicado: 24 Oct 2004 12:02
Era una mañana c**o cualquier otra. Yo, c**o siempre, me hallaba de mal humor. Te rega?? porque te estabas tardando demasiado en desayunar; te gritú porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprend? porque masticabas con la boca abierta. Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso, te levante de los cabellos y te empuj? violentamente para que fueses a cambiarte de inmediato.
Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del coche llevabas la mirada perdida. Te despediste de mí túmidamente y yo sólo te advertú que no hicieras travesuras.
Por la tarde, cuando regres? a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jard?n. Llevabas puesto unos pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parec?a no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte, te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mí te indiqué que caminaras erguido. Mas tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arroj? la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque tú no parabas de jugar. Dije que no soportaba más ese esc?ndalo y sub? a mi estudio.
Al poco rato mi ira comenz? a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude.
? Cómo podía un padre, después de hacer su teatro de indignación, mostrarse tan sumiso y arrepentido? Luego escuch? unos golpecitos en la puerta.
" Adelante" - dije, adivinando que eras tú.
Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la
habitaci?n.
Me volví con seriedad hacia ti.
"Ya te vas a dormir? Vienes a despedirte?
No contestaste. Caminaste lentamente, con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente.
Te abracá y con un nudo en la garganta percib? la ligereza de tu delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suave en la mejilla. Sentú que mi alma se quebrantaba. "Hasta mañana, papito" - me dijiste.
Me quedé helado en mi silla.
¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Por qué me desesperaba tan fácilmente?
Me había acostumbrado a tratarte c**o a una persona adulta, a exigirte c**o si fueses igual a mí y ciertamente no eras igual. T? tenías una calidad humana de la que yo carec?a; eras leg?timo, puro, bueno y sobre todo, sabías demostrar amor...?Porqué me costaba a mí tanto trabajo? ¿Por qué tenía el h?bito de estar siempre enojado? ¿Qué es lo que me estaba ocurriendo? Yo tambiénfui niño. ¿Cuándo fue que comenc? a contaminarme?
Después de un rato entré a tu habitaci?n y encend? la luz con sigilo. Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente h?meda, tu aspecto indefenso c**o el de un beb?...
Me inclin? para rozar con mis labios tus mejillas, respir? tu aroma limpio y dulce. No pude contener la congoja y cerr? los ojos. Una de mis lágrimas cay? en tu piel. No te inmutaste. Me puse de rodillas y te ped? perdón en silencio. Es tan difícil aprende a dominarse, a comprender la pureza de nuestros hijos.
Somos los adultos quienes los hacemos temerosos, rencorosos, violentos...
Te cubr? cuidadosamente con las cobijas y sal? de la habitaci?n.
Si Dios me da otra oportunidad y te permite vivir, algún día. cuando leas esta carta. sabr?s que a veces nuestros padres no son perfectos. Pero sobre todo, ojalá que siempre te des cuenta que, pese a todos sus errores, ellos te aman más que a su propia vida.

Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del coche llevabas la mirada perdida. Te despediste de mí túmidamente y yo sólo te advertú que no hicieras travesuras.
Por la tarde, cuando regres? a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jard?n. Llevabas puesto unos pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parec?a no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte, te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mí te indiqué que caminaras erguido. Mas tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arroj? la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque tú no parabas de jugar. Dije que no soportaba más ese esc?ndalo y sub? a mi estudio.
Al poco rato mi ira comenz? a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude.
? Cómo podía un padre, después de hacer su teatro de indignación, mostrarse tan sumiso y arrepentido? Luego escuch? unos golpecitos en la puerta.
" Adelante" - dije, adivinando que eras tú.
Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la
habitaci?n.
Me volví con seriedad hacia ti.
"Ya te vas a dormir? Vienes a despedirte?
No contestaste. Caminaste lentamente, con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente.
Te abracá y con un nudo en la garganta percib? la ligereza de tu delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suave en la mejilla. Sentú que mi alma se quebrantaba. "Hasta mañana, papito" - me dijiste.
Me quedé helado en mi silla.
¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Por qué me desesperaba tan fácilmente?
Me había acostumbrado a tratarte c**o a una persona adulta, a exigirte c**o si fueses igual a mí y ciertamente no eras igual. T? tenías una calidad humana de la que yo carec?a; eras leg?timo, puro, bueno y sobre todo, sabías demostrar amor...?Porqué me costaba a mí tanto trabajo? ¿Por qué tenía el h?bito de estar siempre enojado? ¿Qué es lo que me estaba ocurriendo? Yo tambiénfui niño. ¿Cuándo fue que comenc? a contaminarme?
Después de un rato entré a tu habitaci?n y encend? la luz con sigilo. Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente h?meda, tu aspecto indefenso c**o el de un beb?...
Me inclin? para rozar con mis labios tus mejillas, respir? tu aroma limpio y dulce. No pude contener la congoja y cerr? los ojos. Una de mis lágrimas cay? en tu piel. No te inmutaste. Me puse de rodillas y te ped? perdón en silencio. Es tan difícil aprende a dominarse, a comprender la pureza de nuestros hijos.
Somos los adultos quienes los hacemos temerosos, rencorosos, violentos...
Te cubr? cuidadosamente con las cobijas y sal? de la habitaci?n.
Si Dios me da otra oportunidad y te permite vivir, algún día. cuando leas esta carta. sabr?s que a veces nuestros padres no son perfectos. Pero sobre todo, ojalá que siempre te des cuenta que, pese a todos sus errores, ellos te aman más que a su propia vida.
