El arroz con leche.
El olor de la leche caliente, es que no puedo soportarlo. La leche líquida en general, tengo que disfrazarla mucho. Me la prohibieron de pequeña por un problema de higado, y algo en mi cuerpo la rechaza profundamente. Y el arroz blanco, que me hastíe de él cuando estaba convaleciente de aquello.
Los caracoles no me hacen gracia, pero no me repugnan. Algunas vísceras me empalagan por la textura blanda, así que me gustan en poca cantidad, pero no soy capaz de comerme un plato entero. Las sardinas tienen que estar perfectas o no las pruebo. Pero es la mala costumbre de comer en un restaurante de playa, y que mi jefe nos ha acostumbrado a traerlas muy buenas, así que se nota muchísimo la diferencia en otros sitios.
La carne que esté completamente cocida; me gusta sangrante, si nó, me parece cartón. Aunque si no está hecha una suela de zapato, si me la como. En general, la comida con mucha grasa no me hace gracia, consecuencia de años y años de hacer dieta hipocalórica.
Para ser la persona menos delicada de mi entorno, menudo panfleto os he largado.