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Ovidio Vidal Vázquez (A Coruña, 1946) es el jefe de Endocrinología del Complexo Hospitalario Universitario A Coruña, en el que empezó a trabajar cuando el centro apenas echaba a andar. Entonces, hace 33 años, ni siquiera existía el servicio que ahora dirige y en el que ha puesto en marcha iniciativas pioneras, como una escuela de obesidad por la que ya han pasado más de un millar de personas, la mayoría grandes obesos. Rara vez se le ve en el ascensor y es fácil encontrárselo en las escaleras de alguna de las once plantas del Chuac.
-Resuma el remedio contra la obesidad.
-Hay muchas enfermedades que se estudian mucho, las cardiovasculares, el cáncer, la obesidad... pero ninguna de ellas se soluciona con una pastilla. La obesidad es poligénica y depende de muchos factores, de ahí la dificultad de dar con una solución única. Al final, todo se reduce a una ley física: la energía ni se crea ni se destruye, se transforma. El acúmulo excesivo de energía en forma de grasa hace que se altere el mecanismo hormonal de la insulina, del azúcar. La única forma de arreglarlo es que cada uno coma lo justo, y quien hace un acúmulo debe perder energía. Es fácil, debe introducir menos de lo que necesita para tener que recurrir a las reservas. Así de fácil, pero todo lo sencillo es complicado.
-¿Por qué alcanza las dimensiones de epidemia?
-Llevamos ¿cuántos cientos de millones de años de evolución? La obesidad es el pago por sobrevivir. El hombre en esa evolución desde el mono se tuvo que adaptar a la pobreza y ha desarrollado mecanismos para gastar poco y reservar mucho para las época de las glaciaciones. Había poca comida y había que moverse mucho, cazar, para conseguirla.
-Y ahora es al contrario.
-Ahora tenemos un mundo de abundancia sin tener que desplazarnos, con coches, ascensores... Pero tenemos el mecanismo programado para cuando éramos pobres. Ahora somos unos nuevos ricos y no sabemos manejar el exceso. Al genoma no le ha dado tiempo a cambiar.
-¿Entonces?
-Nuestro cuerpo se renueva continuamente. Nuestras células tienen unas necesidades concretas que conocemos. Nos tiene que llegar con un presupuesto justo para que el saldo sea negativo. Hay que establecer una alimentación ordenada de forma permanente. Y eso toca las narices. Es difícil.
-¿Por eso tienen tanto éxito las dietas milagro?
-La gente se cansa y abandona con una dieta equilibrada. Los pillos intentan lucrarse con dietas con las que al principio se pierde mucho peso, con lo cual enganchan a la gente. Además se asocia casi siempre con la venta a hurtadillas de algún producto sin control científico, cuyo efecto no se ha comprobado, no se ha sometido a un ensayo clínico, a un estudio riguroso. Nos interesa perder grasa para disminuir la resistencia a la insulina y que todo vaya bien. Pero con dietas rápidas a la larga pasa que se convierten en dietas monotemáticas, las personas comen menos y se van desnutriendo, pierden minerales, vitaminas... acaban aburriéndose, se salen y se produce el efecto rebote. Yo las llamo las dietas folclóricas.
-Y tienen riesgos. ¿Dónde está el límite?
-Grandes riesgos. Toda dieta que baja de 1.200 calorías es imposible que aporte todo lo necesario. Son como una epidemia y el riesgo potencial es muy alto. Hay pérdidas importantes, descompensaciones minerales... Una mala dieta sin control puede desembocar en una parada cardíaca. Hay que tener mucho cuidado. Tenemos que comer lo justo para mantenernos y nuestras necesidades van cambiando con la vida. Cada uno tiene un motor, el metabolismo, y hay quien lo tiene diésel, de bajo gasto, y en épocas de poca comida sobrevive. Y los hay que tienen un motor potente, de gasolina, que cuando hay escasez, se quedan atrás. Pero, claro, una persona con bajo metabolismo, a poco que se pasa, engorda.
-¿Cuál es la dieta equilibrada?
-La que cumple los requerimientos diarios mínimos.
-¿Lo de comer de todo al final es lo mejor?
-Así es. El hombre es omnívoro, debe comer de todo. Hay que huir de las monomanías. Y cuanto más baja es en calorías una dieta, más equilibrada debe ser, mayor control médico ha de tener.
-¿Por qué uno no debe hacer dieta sin acudir al especialista?
-Porque no solo le va a mirar si está gordo o no. Mide el riesgo. Piensa en la diabetes, en la hipertensión... No se puede dar una dieta con tan solo pesar al paciente. A veces la obesidad es una luz naranja, una alarma, y no vale con desconectarla y ya. El que es gordo lo es por algo y hay que ver qué es lo que le está perjudicando y haciendo mal.
-¿El remedio siempre es dieta y ejercicio?.
-Se puede adelgazar sin hacer ejercicio, pero perdemos masa muscular y es perjudicial. Mucha gente se excusa porque le duele un pie y no puede caminar, pero puede nadar. No se puede conseguir algo sin esfuerzo, sin hacer algo. Y si no se hace se multiplican los riesgos de padecer diabetes, hipertensión, artrosis, cáncer...
-¿Qué papel tienen las estrategias de prevención?
-Son importantes para facilitar la vida sana. No se pueden tener tenderetes de refrescos a la puerta del colegio, no vigilar los menús escolares... la ciencia y el ciudadano tienen que estar unidos. No tiene sentido que la gente se fíe más de la dieta de una amiga o una revista que de la del médico. Deben impulsarse los polideportivos, abrir los colegios el fin de semana para que los niños hagan ejercicio, los carriles bici...
-¿Y por qué no hacer que el carro de la compra salga más barato si se llena de verduras y fruta que de bollos?
-En Estados Unidos las cosas que engordan más ya van a pagar un impuesto a mayores. Es una estrategia política. Está claro que la Administración tiene que afrontar que la obesidad, que ya consume muchos recursos, va a ser uno de los mayores problemas y sensibilizar a la población. Cuando se comenzó a hablar del colesterol, en Estados Unidos lo medían hasta en los supermercados.
Ya me direis si vuestros médicos son así o todavía están "anticuados"

