De camino a casa, Laura iba canturreando una canción, estaba muy contenta.
Su padre sentía que cada día la perdía más, y a la vez estaba feliz de verla tan contenta.
Pronto llegaron a la gran pradera, hicieron un alto en el camino y se sentaron en la hierba.
Laura se echó hacia atrás y cerró los ojos, le gustaba jugar con la imaginación, ya le parecía estar dentro del convento, en su celda y compartiendo con sus hermanas, la fe tan grande que sentía.
Su padre a su lado, también se había recostado sobre la hierba, el pensaba en cosas muy diferentes a las de su hija: Antonio pensaba como soportaría su mujer la marcha de Laura, si se acostumbraría a estar sin ella. Y si la clausura no permitía visitas, ya podían empezar a resignarse a no ver más a su hija.
Se quedaron un largo rato, cada uno absorto en sus pensamientos, disfrutando de aquel momento de paz.
La madre de Laura los esperaba hacía rato, ya le parecía que tardaban demasiado. Se asomó a la puerta para ver si los veía llegar.
El sol estaba muy alto, y Ana ya empezó a preocuparse.
- ¿Papa nos vamos ya?
- Si hija vamos.
Se levantaron y pusieron rumbo a casa, aquella casa tan querida por los dos.
Papa, creo que Cosme no marcha por voluntad propia si no por agradar a su padre. ¿Tu que piensas?
- Mira Laura, yo prefiero no meterme en cosas de familias si no es para ayudar y si me lo piden, ya que a mi tampoco me gustaría que se metieran en las mías.
Ya se que a ti no te gusta que se marche, pero piensa que a el tampoco le debe agradar que tu te metas en un convento y sin embargo se tiene que resignar.
En la vida hay que tomar decisiones que a veces no son las más acertadas, pero son las que queremos tomar.
Siguieron caminando, cogidos de la mano, ya se divisaban las primeras casas. Laura y Antonio, atravesaron de prisa la pequeña placeta que los llevaría a la puerta de su casa.
Cuando llegaron se encontraron con Margarita que salía presurosa, llevaba una caja en la mano y casi tropieza y cae al suelo.
- Margarita ¿y mi madre?
- Está dentro, y por cierto que muy preocupada por vuestra tardanza-
Laura entró y besó a su madre.
- Mama perdona, pero se estaba tan bien en la pradera, hace un día tan bonito y estoy tan contenta, que no reparé que se hacía tan tarde.
- Hemos estado con el Padre Adrián, y me ha dado muy buenas noticias, dice que mañana mismo irá a ver a la superiora para hablar de mi caso, espero que vuelva con buenas noticias.
- ¿Y tú que has hecho esta mañana?
- Pues lo diario hija ya sabes, mi vida es muy monótona y cuando tu marches aún lo será más.
Ana se había puesto muy triste, y es que con solo pensar en ello se sentía mal.
- Madre no estés triste, yo voy a un sitio en el que espero ser feliz y quiero que tu también lo estés-.
- Si hija, pero es que no me hago a la idea de perderte así tan de repente.
- Mama, no me perderás, yo procuraré que os dejen ir a verme, no creo que la cosa sea tan estricta para que no dejen a unos padres ver su hija.
- No sabes como lo deseo hija mía, si no pudiera volver a verte creo que me moriría.


