En mi caso me las mordí con ganas hasta los trece o catorce años, mi madre estaba aburrida de decirme que no me las mordiese. La solución fue enseñarme las de una conocida, que ya no tenía casi ni uña de tanto morder, ¡¡qué grima!!. Y me dijo mi madre: ¿Ves? Sigue mordiendo las uñas, ya verás que pronto las tienes igual que ella. ¡¡Dios!!, mano de santo, se acabó morder las uñas

