Podemos decir: no, gracias, soy alérgica a la lactosa, o soy celíaca, o algo así que suene correcto, pero poco contundente, o bien podemos sorprender al contrario con un ataque del tipo:
¡Uf! Gracias, esa tarta tiene una pinta estupenda, pero es que el chocolate me da unas diarreas que , si lo pruebo, me voy por las patas “pabajo” en medio del salón (gesticulando, para ser lo más gráfica posible).
No, gracias, no puedo comer tortilla de patatas. Me lo prohibe el gurú Yunpalinda. Él, personalmente. Sí, está en todas partes. Aquí también. De hecho, creo que lo estoy viendo detrás de tu hombro izquierdo. Ahhummmmmm (esta, con cara de iluminada).
¿El chocolate es Nestle? ¿No? Vaya, por Dios, no puedo comer de otra marca, he firmado una exclusiva con ellos. (Si dijera que sí es Nestle, la respuesta es: vaya por Dios, tengo una exclusiva firmada con Milka). Tendría que pagar una multa enorme si me vieran comiendo otra marca.
¿Esta tortilla lleva la misma marca de huevos de la última vez? Si es así, no puedo probarla, en Urgencias me lo prohibieron después de la intoxicación.
Aaayyy, lo siento, oyes, pero no puedo probar, o sea comerme uno de esos bocaditos, es que verás, vengo del Ritz, o sea del Palace, es que Fefa, o sea su padre, ya me entiendes, ha dado un coctel y vengo empachadiiiiiisima de caviar de ese iraní. O sea, iraní.
¡NO! ¡HE DICHO NO! ¿QUE PARTE DEL NO ES LA QUE NO ENTIENDES? ¡IMBECIL! (Esta solo es válida si no tienes intención de volver a esa casa. Jamás).
....
Pues eso.
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