Llegó hambriento, lleno de grasa y muy, muy asustado, pero a los 5 minutos de estar en casa, en el momento en el que se vió a salvo, con comida rica y con atenciones, empezó a perder la timidez y se puso panza arriba amasando sin parar.
Hoy ha pasado revisión veterinaria, pesa 650 gramos y, quitando que tiene ácaros en los oidos (para los que ya se la ha puesto una pipeta de Stronhold), y está un poco desnutrido, se le ve bastante bien.
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