¿Tenemos una cita?:

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Re: ¿Tenemos una cita?

Mensaje por yerbabuena » Lun 12 Abr 2010 01:07

Sama, si me permites una broma, qué fuerza de voluntad la tuya :D data-ad-format="auto" data-full-width-responsive="true">

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Re: ¿Tenemos una cita?

Mensaje por samararia » Lun 12 Abr 2010 01:18

Es que tengo el libro y quería leerlo :(

pero los spoilers me pueden :lol:

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Re: ¿Tenemos una cita?

Mensaje por Popeye67 » Lun 12 Abr 2010 01:20

:lol: :lol: :lol: Yerba

No, samararia... Tranqui... que lo que ocurrió se veía venir desde la escenita de la fuente y el jarrón :wink: :lol: :lol: :lol:

:beso: :beso:

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Re: ¿Tenemos una cita?

Mensaje por yerbabuena » Lun 12 Abr 2010 01:28

samararia escribió:Es que tengo el libro y quería leerlo :(

pero los spoilers me pueden :lol:
Fuerza de voluntad por dejarlo a la mitad, no por abrirlo :wink:

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Re: ¿Tenemos una cita?

Mensaje por samararia » Lun 12 Abr 2010 01:31

sí, sí, si te había entendido :lol: :lol: :lol:

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Re: ¿Tenemos una cita?

Mensaje por yerbabuena » Lun 12 Abr 2010 01:34

:o Ahm! :lol: (ya me doy :bate: )

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Re: ¿Tenemos una cita?

Mensaje por yerbabuena » Lun 12 Abr 2010 20:00

...
Veamos. El mundo sensual, marino, soleado, donde por unas horas crees vivir, ¿es real? ¿No es un sueño inconcluso de tu juventud, que todavía persigues a lo largo de la vida? Aunque ese mundo fuera real, ¿sería el tuyo propio? Bien está hacer el amor, nadar, solearse, pero ¿podrías vivir así el resto del tiempo? Sé lo que vas a decir, ese mundo, sea o no real, es bastante. No hacer nada es para ti actividad bastante.
Este clima, entre otras ventajas, tiene la de indicar con más evidencia cuanto la vanidad y el aburrimiento contribuyen al exceso de actividad humana. Para vivir, ¿es necesario atarearse tanto? Si el hombre fuera capaz de estarse quieto en su habitación por un cuarto de hora. Pero no: tiene que hacer esto, y aquello, y lo otro, y lo de más allá. Entretanto, ¿quién se toma el trabajo de vivir? ¿De vivir por vivir? ¿De vivir por el gusto de estar vivo, y nada más?...


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Re: ¿Tenemos una cita?

Mensaje por Popeye67 » Mar 13 Abr 2010 00:36

yerbabuena escribió:...Para vivir, ¿es necesario atarearse tanto? ... ¿quién se toma el trabajo de vivir? ¿De vivir por vivir? ¿De vivir por el gusto de estar vivo, y nada más?...
:plas: :plas:

Ahora vuelvo a poner una cita larguísima... por eso la pongo en un spoiler.

Os pongo en antecedentes: se trata de una pareja (ella, Clarissa, profesora de literatura de Universidad y él, Joe, científico frustrado pero divulgador de éxito) que presencian un espantoso accidente. Tratan de evitarlo, junto con otras personas, entre las que se encuentra un muchacho, un iluminado (Jesus freak, le llama el autor) que confunde una mirada del protagonista con toda una declaración de amor reverencial hacia él y una señal que le ha enviado Dios... A partir de ahí entramos en un proceso de acoso que comienza contemplándose con una medio sonrisa pero que, cuando el tío comienza a pensar en "solucionar" el asunto de que en "su relación con Joe" hay una tercera persona (Clarissa) ya se te va helando un poquito la sangre...

La cita incluye el texto íntegro de una carta que le envía el tal Jed al protagonista
Spoiler: Mostrar
Querido Joe:

Siento que la felicidad me invade como una descarga eléctrica. Cierro los ojos y te veo como estabas ayer bajo la lluvia, en la otra acera, con el amor callado entre los dos tan sólido como un cable de acero. Cierro los ojos y doy gracias a Dios en alta voz por haberte dado la existencia, por consentir que yo viva en el mismo tiempo y lugar que tú, y por permitir que exista esta extraña aventura entre nosotros. Le doy gracias por todo lo que se refiere a nosotros. Al despertarme esta mañana he visto en la pared junto a mi cama un disco perfecto de luz y le he dado las gracias, porque el mismo sol te ilumina a ti. Como anoche, cuando la lluvia que te mojaba a ti también me empapaba a mí y nos unía. Alabo a Dios porque me ha enviado a ti. Sé que nos esperan dificultades y sinsabores, pero el camino en el que nos ha puesto es duro por una razón. ¡Su razón! Nos pone a prueba y nos fortalece, y a la larga nos traerá un gozo aún mayor.

Sé que te debo una disculpa; y esa palabra se queda corta. Estoy ante ti desnudo, indefenso, pendiente de tu clemencia, implorando tu perdón. Porque reconociste nuestro amor desde el primer momento. Lo sentiste en aquella mirada que se cruzó entre nosotros en lo alto del barranco después de la caída, toda la carga y la fuerza y la bendición del amor mientras yo, torpe y estúpido de mí, lo negaba tratando de protegerme, de aparentar que aquello no estaba pasando, que no podía pasar así, y no hice caso de lo que me decías con los ojos y cada uno de tus gestos. Creí que bastaría con seguirte por el barranco y proponerte que rezáramos juntos. Tuviste razón al enfadarte conmigo por no ver lo que tú ya habías visto. Lo que había pasado estaba muy claro. ¿Por qué me negué a reconocerlo? Debiste de pensar que era insensible, un imbécil. Tuviste razón al dar media vuelta y marcharte. Incluso ahora, cuando recuerdo el momento en que empezaste a subir el terraplén con los hombros encorvados y aquellos andares pesados que reflejaban el rechazo, me recrimino mi conducta en voz alta. ¡Qué idiota! Podría haber echado a perder todo lo que tenemos. Te lo pido por Dios, Joe, perdóname, por favor.

Ahora sabes al menos que yo también he visto lo mismo. Y tú, obligado como estás por tu situación y tu sensibilidad hacia los sentimientos de Clarissa, me has aceptado de una forma imperceptible a ojos y oídos indiscretos, de un modo que sólo yo soy capaz de entender. Sabías que iba a venir a ti. Me estabas esperando. Por eso tuve que llamarte la otra noche a esas horas, en cuanto comprendí lo que me habías estado diciendo con los ojos.

Cuando cogiste el teléfono noté el alivio en tu voz. Recibiste mi mensaje en silencio, pero no pienses que no me di cuenta de tu gratitud. Al colgar lloré de alegría, y supuse que tú también. Ahora la vida podía empezar por fin. Toda la espera y la soledad y la oración había dado sus frutos, y me puse de rodillas y di gracias una y otra vez hasta que amaneció. ¿Dormiste aquella noche? No creo. Te quedaste despierto en la oscuridad, oyendo la respiración de Clarissa y pensando adónde nos llevaría todo esto.

¡Has empezado algo tremendo, Joe!

Tenemos tanto que decirnos, tantas cosas en las que ponernos al día. Se ha iniciado la exploración del lecho del mar, pero la superficie no se ha tocado. Lo que pretendo decir es que has visto mi alma (de eso estoy seguro) y sabes cómo ahondar aún más en mi interior, pero desconoces absolutamente los detalles corrientes de mi vida: cómo vivo, dónde vivo, mi pasado, mi historia. No es más que el revestimiento exterior, ya sé, pero nuestro amor tiene que abarcarlo todo. Ya sé muchas cosas de tu vida. Eso se ha convertido en mi trabajo, mi misión. Me has atraído a tu vida cotidiana y me has pedido que la comprenda. El caso es que no puedo negarte nada. Si alguna vez tuviera que hacer un examen sobre ti sacaría la nota más alta, no me equivocaría en nada. ¡Qué orgulloso estarías de mí!

Bueno, mi revestimiento exterior. Sé que un día de éstos vendrás aquí. Es una casa preciosa, situada tras un recodo de Frognal Lane y rodeada de césped, con un patio central que nadie puede ver aunque cruce la verja de entrada (casi nadie lo hace aparte del cartero) y venga hasta la puerta. Es una versión en miniatura de un castillo francés. Incluso tiene contraventanas de listones de un verde descolorido y una veleta de gallo en el tejado.

Era de mi madre, que murió de cáncer hace cuatro años, y ella la heredó de su hermana, que la adquirió en un acuerdo de divorcio unas semanas antes de morir en un accidente de coche. Te lo cuento porque no quiero que te formes una impresión equivocada de mi familia. Mi tía tuvo un matrimonio horrible, se casó con un sinvergüenza que se hizo rico en un momento de auge del sector inmobiliario, pero el resto de la familia iba tirando con trabajos corrientes. Mi padre murió cuando yo tenía ocho años. Tengo una hermana mayor en Australia, pero no pudimos localizarla cuando murió mi madre, y por algún motivo no se la mencionaba en el testamento. Tengo unos cuantos primos que nunca veo y, que yo sepa, soy el único de la familia que ha recibido educación después de los dieciséis años. De modo que aquí me tienes, soy el rey de un castillo que Dios me ha dado por alguna razón particular.

Siento tu presencia en todo lo que me rodea. Me parece que no voy a llamarte más por teléfono. Resulta muy embarazoso, con Clarissa, y escribiéndote te tengo más cerca. Te imagino sentado a mi lado, viendo lo que yo veo. Estoy sentado a una mesita de madera en una galería cubierta que es una prolongación del despacho y que da al patio interior. Cae la lluvia sobre dos cerezos en flor. Las ramas de uno de ellos llegan a la barandilla, de modo que estoy lo bastante cerca para ver cómo el agua forma perlas ovaladas teñidas del rosa pálido de las flores. El amor me ha dado ojos nuevos, todo lo veo con mucha claridad, con todo detalle. Las vetas de los viejos puntales de madera, cada brizna de hierba del césped húmedo, las negras patitas de la mariquita que me hacía cosquillas en la mano hace un momento. Deseo tocar y acariciar todo lo que veo. Al fin he despertado. Me siento tan vivo, tan despierto con el amor...

A propósito, lo de tocar y la hierba húmeda me recuerda una cosa. Cuando saliste de tu casa ayer por la noche y pasaste la mano por el seto, eso no lo entendí al principio. Fui al sendero y pasé la mano por las hojas que tú habías tocado. Me llevé una impresión al descubrir lo diferentes que eran de las que no habías tocado. Había un fulgor, una especie de combustión en mis dedos al pasarlos por el borde de aquellas hojas húmedas. Luego lo entendí. Tú las habías tocado de cierta manera, en una secuencia que transmitía un simple mensaje.

¡Creíste de verdad que se me iba a escapar, Joe! Tan sencillo, tan ingenioso, tan encantador. Qué forma tan fabulosa de escuchar el amor, entre lluvia y hojas y piel, con la sensual creación de Dios desmadejándose en un ardoroso sentido del tacto. Podría haberme quedado allí una hora, maravillado, pero no pude estar más tiempo. Quería saber adónde pretendías llevarme bajo la lluvia.

Pero permíteme que vuelva a la superficie del mar. Enseñaba inglés para extranjeros en un centro cerca de Leicester Square. Era soportable, pero nunca me llevé bien con los demás profesores. Había una falta general de seriedad que me irritaba. Creo que hablaban de mí a mis espaldas porque me interesaba la religión. ¡Hoy no está de moda! En cuanto recibí el dinero y la casa, me despedí del trabajo y me mudé aquí. Me consideré en retiro espiritual, a la espera. Siempre he tenido muy claro que recibí esta mansión increíblemente hermosa por una razón. De una semana para otra, pasé de vivir en un viejo apartamento de una habitación en Arnos Grove a encontrarme en un pequeño cháteau de Hampstead y con una pequeña fortuna en el banco. Tenía que haber un designio en todo eso, y mi obligación, pensé (y el tiempo me ha dado la razón), era estar tranquilo y atento al silencio, y preparado. Recé, medité, y a veces daba largos paseos por el campo, sabiendo que antes o después Su designio se revelaría. Tenía la responsabilidad de estar bien sintonizado, preparado para la primera señal. ¡Y pese a toda esa preparación, se me escapó! Tenía que haberlo comprendido cuando se encontraron nuestras miradas al borde del barranco. Pero no fue hasta la noche, cuando volví al silencio y la soledad de esta casa, cuando empecé a comprender, así que te llamé... ¡Pero sigo dándole vueltas a lo mismo!

Esta casa te está esperando, Joe. La biblioteca, la sala de billar, el salón con su hermosa chimenea y sus grandes y antiguos sofás. Hasta tenemos un pequeño cine (vídeos, claro) y un gimnasio y una sauna. Hay obstáculos por delante, por supuesto. ¡Una cadena de montañas! La mayor de las cuales es tu alejamiento de Dios. Pero conozco ese juego, y tú lo sabes. En realidad, probablemente lo has planeado así. Es un juego que te traes conmigo, mitad seducción, mitad prueba. Intentas sondear los límites de mi fe. ¿No te horroriza que descubra tan claramente tus intenciones? Espero que eso te llene de emoción, como a mí me emociona que me guíes con tus mensajes, esos códigos que me llegan directamente al alma. Sé que vendrás a Dios, como sé que mi objetivo es conducirte a Él a través del amor. O, por decirlo de otra manera, voy a zanjar tus desavenencias con Dios mediante la fuerza salvadora del amor.

Joe, Joe, Joe... Lo confieso, he llenado cinco hojas de papel con tu nombre. Puedes reírte de mí; pero no muy fuerte. Puedes ser cruel conmigo; pero no mucho. Detrás de los juegos que nos traemos hay una razón que ni a ti ni a mí nos toca poner en duda. Todo lo que hacemos juntos, todo lo que somos, es para servir a Dios, y nuestro amor cobra vida, forma y significado gracias a Su amor. Hay mucho de que hablar, tantos detalles delicados.

Aún tenemos que discutir la cuestión de Clarissa.

Considero acertado que en esto lleves tú la iniciativa y me comunicaras lo que te parece mejor. ¿Quieres que hable yo con ella? Me gustaría mucho. No me refiero a que me gustaría de verdad, claro está, sino a que estoy dispuesto a hacerlo. ¿O sería mejor que nos sentáramos los tres juntos para aclararlo? Estoy seguro de que hay maneras de abordarlo que se lo harían menos doloroso.

Pero se trata de una decisión tuya y esperaré a que me digas lo que consideras mejor. Mientras escribo, noto tu presencia a mi lado. Ha dejado de llover, los pájaros cantan de nuevo y el aire es aún más claro. Concluir esta carta es como una separación. Cada vez que te dejo no puedo evitar la impresión de que te estoy fallando. Jamás olvidaré aquella vez al pie del barranco, cuando me diste la espalda, rechazado, aturdido por mi negativa a reconocer nuestro amor en aquel primer momento. Nunca dejaré de decir que lo siento. ¿Me perdonarás alguna vez, Joe?

Jed

Ian McEwan, Amor perdurable

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Re: ¿Tenemos una cita?

Mensaje por Popeye67 » Sab 17 Abr 2010 19:27

Venga, ahora toca el Clásico (dices tú del barsa - madrid)

Yo siempre me he descoooooado con este párrafo:

Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, por que la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: ... los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza.

Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello.

¿pero cómo no se va a volver majara el pobrecito leyendo semejantes cosas?
:lol: :lol: :lol: :lol: :lol: :lol:

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Re: ¿Tenemos una cita?

Mensaje por samararia » Sab 17 Abr 2010 21:47

:lol: :lol: :lol: pero le gustaban por eso, por "la claridad de su prosa" :lol: :lol:

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