- Bueno, te has ganado el Para?so. Te corresponden estas túnicas con hilos de oro y esta vara de platino con incrustaciones de rub?es. Puedes ingresar...
- Gracias, gracias... - dice el taxista.
Pasan dos o tres personas más, hasta que le toca el turno al otro.
-¿Tu nombre?
- Joaquín González.
-?El sacerdote?.
-Sí.
-Muy bien, hijo mio. Te has ganado el Para?so. Te corresponde esta bata de lino y esta vara de roble con incrustaciones de granito.
El sacerdote dice:
- Perd?n, no es por desmerecer, pero... debe haber un error. ?Yo soy Joaquín González, el sacerdote!
- Sí, hijo mío, te has ganado el Para?so, te corresponde la bata de lino...
- ¿No, no pude ser! Yo conozco al otro señor, era un taxista, viv?a en mi pueblo, ?era un desastre c**o taxista!. Se sub?a a las veredas, chocaba todos los días, una vez se estrell? contra una casa, conduc?a muy mal, tiraba los postes de alumbrado, se llevaba todo por delante... Y yo me pasó setenta y cinco años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia. ¿Cómo puede ser que a él le den la túnica con hilos de oro y la vara de platino y a mí esto? ?Debe haber un error!
- No, no es ningún error- dice San Pedro-. Lo que pasa es que aquí,en el cielo, nosotros nos hemos acostumbrado a hacer evaluaciones c**o las que hacen ustedes en la vida terrenal.
- ¿Cómo? No entiendo.
- Claro...ahora nos manejamos por objetivos y resultados...
Mira, te voy a explicar en tu caso y lo entender?s enseguida:
Durante los últimos veinticinco años, cada vez que tu predicabas, la gente dormía; pero cada vez que él conduc?a, la gente rezaba.
??Resultados!! Hijo ??Resultados!! ?Entiendes ahora?




