Me alegro que lo hayais conseguido, y que lo lleveis bien.
Yo empec? a leer el librito de marras y me sentú plenamente identificada: ?que absurdo fue empezar a fumar! Sólo puedo darle al tabaco las gracias por una cosa: me ha demostrado mi poca fuerza de voluntad y esa lección me ha servido para no probar las drogas: si algo que no me gustaba me ha enganchado de tal manera, mejor no probar nada que se le parezca.
Creo que debería dejar de fumar, pero me j--- enormemente que una ley me obligue a ello, en lugar de hacerlo cuando me sienta lo bastante fuerte. También me indigna que lo más perjudicial del tabaco sean sus aditivos, y el gobierno en lugar de vigilar este tema (que quedé plenamente demostrado en el programa especial de Mercedes Mil?), se limite a dictar una ley. Si se suprimiesen los aditivos, podríamos dejar de fumar cuando nos apeteciese, sin ningún problema, y lograr el sueño de todo fumador: hacerlo sólo en ocasiones especiales, sin recaer.
He dejado de fumar en varias ocasiones, c**o todo fumador, y os voy a explicar mis últimas experiencias.
Un virus se asentú en uno de mis pulmones en 1992, y tuve una neumon?a atúpica (que viene a ser lo que hoy día es más conocido c**o legionela), que aunque es muy aparatosa mientras se sufre, no deja secuelas en los pulmones. c**o no podía fumar en el hospital, no pude plantearme nada y no fumaba, sin más. Sin embargo, la mascarilla de ox?geno obr? un milagro: desaparecieron mis deseos de fumar. Cuando mis amigas ven?an a visitarme, el olor que emanaban lo encontraba simplemente asqueroso. Y así estuve sin fumar, molestándome su olor, y agobi?ndome los ambientes cerrados llenos de humo, hasta que... una amiga regres? de sus vacaciones en Canarias, y c**o regalito me trajo tabaco. Encend? un cigarrillo y, asombrada comprobé que no me sabía ni bien ni mal, así que lo tir?. Y de esa forma, quemó y tir? todo el tabaco, hasta que uno de esos cigarrillos... me supo bien. ¿Cuántas veces me he arrepentido!
Al cabo de unos años lo volví a dejar, por decisi?n propia: me gastaba en tabaco lo que iba a ser el 50% de la hipoteca que acababa de firmar. Y aquí sí viv? un calvario, comenzando por mono físico (sensaci?n de ahogo) que me dur? 24 horas. A partir de ahí cambió mi día a día: me iba a dormir c**o las gallinas, y me levantaba c**o ellas, para ir caminando al trabajo. Dejaba el coche aparcado, caminaba horas, abandon? el café... mi vida dejé de ser vida, para convertirse en una batalla. Y perd? la guerra, porque conoc? al que hoy es mi marido que era (y es) fumador empedernido.
Mi resumen es: haced caso de quien os aconseja que no se puede hacer la excepci?n ni en 1 cigarrillo.
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