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llviadorada77
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Mensaje por llviadorada77 » 28 Jul 2008 15:14

Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa y c**o sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta.

Un día el Rey de aquel país anunci? que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las j?venes casaderas del reino.

- T? Cenicienta, no ir?s -dijo la madrastra-. Te quedarés en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos.

Lleg? el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontré sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.

- ¿Por qué será tan desgraciada? -exclam?-. De pronto se le apareció su Hada Madrina.

- No te preocupes -exclam? el Hada-. Tu tambiénpodrás ir al baile, pero con una condici?n, que cuando el reloj de Palacio dí las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y toc?ndola con su varita mígica la transform? en una maravillosa joven.



La llegada de Cenicienta al Palacio caus? honda admiraci?n. Al entrar en la sala de baile, el Rey quedé tan prendado de su belleza que bail? con ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban Quién seráa aquella joven.

En medio de tanta felicidad Cenicienta oy? sonar en el reloj de Palacio las doce.

- ?Oh, Dios mío! ?Tengo que irme! -exclam?-.



c**o una exhalaci?n atraves? el sal?n y bajé la escalinata perdiendo en su hu?da un zapato, que el Rey recogi? asombrado.

Para encontrar a la bella joven, el Rey ide? un plan. Se casar?a con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envi? a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito.

Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le estaba perfecto.

Y así sucedi? que el Pr?ncipe se c así con la joven y vivieron muy felices.

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Mensaje por llviadorada77 » 28 Jul 2008 15:15

Hace muchos, much?smos años, en la ciudad de Bagdag viv?a un joven llamado Simbad. Era muy pobre y, para ganarse la vida, se veía obligado a transportar pesados fardos, por lo que se le conocía c**o Simbad el Cargador.

- ?Pobre de mí! -se lamentaba- ¿qué triste suerte la mía!

Quiso el destino que sus quejas fueran o?das por el dueño de una hermosa casa, el cual orden? a un criado que hiciera entrar al joven.

A través de maravillosos patios llenos de flores, Simbad el Cargador fue conducido hasta una sala de grandes dimensiones.

En la sala estaba dispuesta una mesa llena de las más ex?ticas viandas y los más deliciosos vinos. En torno a ella había sentadas varias personas, entre las que destacaba un anciano, que hablé de la siguiente manera:

-Me llamo Simbad el Marino. No creas que mi vida ha sido fácil. Para que lo comprendas, te voy a contar mis aventuras...

" Aunque mi padre me dejé al morir una fortuna considerable; fue tanto lo que derroch? que, al fin, me vi pobre y miserable. Entonces vend? lo poco que me quedaba y me embarqué con unos mercaderes. Navegamos durante semanas, hasta llegar a una isla. Al bajar a tierra el suelo tembl? de repente y salimos todos proyectados: en realidad, la isla era una enorme ballena. c**o no pude subir hasta el barco, me dejé arrastrar por las corrientes agarrado a una tabla hasta llegar a una playa plagada de palmeras. Una vez en tierra firme, tomó el primer barco que zarp? de vuelta a Bagdag..."

L legado a este punto, Simbad el Marino interrumpi? su relato. Le dio al muchacho 100 monedas de oro y le rog? que volviera al día siguiente.

Así lo hizo Simbad y el anciano prosigui? con sus andanzas...

" Volv? a zarpar. Un día que habíamos desembarcado me quedé dormido y, cuando despertú, el barco se había marchado sin mí.

L legu? hasta un profundo valle sembrado de diamantes. Llen? un saco con todos los que pude coger, me atú un trozo de carne a la espalda y aguard? hasta que un ?guila me eligi? c**o alimento para llevar a su nido, sacándome así de aquel lugar."

Terminado el relato, Simbad el Marino volvi? a darle al joven 100 monedas de oro, con el ruego de que volviera al día siguiente...

"Hubiera podido quedarme en Bagdag disfrutando de la fortuna conseguida, pero me aburr?a y volví a embarcarme. Todo fue bien hasta que nos sorprendi? una gran tormenta y el barco naufrag?.

Fuimos arrojados a una isla habitada por unos enanos terribles, que nos cogieron prisioneros. Los enanos nos condujeron hasta un gigante que tenía un solo ojo y que comía carne humana. Al llegar la noche, aprovechando la oscuridad, le clavamos una estaca ardiente en su único ojo y escapamos de aquel espantoso lugar.

De vuelta a Bagdag, el aburrimiento volvi? a hacer presa en mí. Pero esto te lo contaré mañana..."

Y con estas palabras Simbad el Marino entreg? al joven 100 piezas de oro.

"Inici? un nuevo viaje, pero por obra del destino mi barco volvi? a naufragar. Esta vez fuimos a dar a una isla llena de antrop?fagos. Me ofrecieron a la hija del rey, con quien me c así, pero al poco tiempo ésta muri?. Hab?a una costumbre en el reino: que el marido debía ser enterrado con la esposa. Por suerte, en el último momento, logró escaparme y regres? a Bagdag cargado de joyas..."

Y así, día tras día, Simbad el Marino fue narrando las fantásticas aventuras de sus viajes, tras lo cual ofrec?a siempre 100 monedas de oro a Simbad el Cargador. De este modo el muchacho supo de cómo el afin de aventuras de Simbad el Marino le había llevado muchas veces a enriquecerse, para luego perder de nuevo su fortuna.

El anciano Simbad le contó que, en el último de sus viajes, había sido vendido c**o esclavo a un traficante de marfil. Su misi?n consistía en cazar elefantes. Un día, huyendo de un elefante furioso, Simbad se subi? a un ?rbol. El elefante agarr? el tronco con su poderosa trompa y sacudi? el ?rbol de tal modo que Simbad fue a caer sobre el lomo del animal. éste le condujo entonces hasta un cementerio de elefantes; allí había marfil suficiente c**o para no tener que matar más elefantes.

S imbad así lo comprendi? y, presentúndose ante su amo, le explicó dónde podría encontrar gran número de colmillos. En agradecimiento, el mercader le concedi? la libertad y le hizo muchos y valiosos regalos.

"Regres? a Bagdag y ya no he vuelto a embarcarme -continu? hablando el anciano-. c**o verás, han sido muchos los avatares de mi vida. Y si ahora gozo de todos los placeres, tambiénantes he conocido todos los padecimientos."

Cuando termin? de hablar, el anciano le pidió a Simbad el Cargador que aceptara quedarse a vivir con él. El joven Simbad aceptú encantado, y ya nunca más, tuvo que soportar el peso de ningún fardo...

FIN

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Mensaje por llviadorada77 » 28 Jul 2008 15:15

Hace mucho, muchísimo tiempo, en la pr?spera ciudad de Hamel?n, sucedi? algo muy extraño: una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas despensas.

Nadie acertaba a comprender la causa de tal invasi?n, y lo que era aún peor, nadie sabía qué hacer para acabar con tan inquitante plaga.

Por más que pretendían exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parec?a que cada vez acudían más y más ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones que, día tras día, se enseñoreaba de las calles y de las casas, que hasta los mismos gatos huñan asustados.



Ante la gravedad de la situaci?n, los prohombres de la ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: "Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones".

Al poco se presentú ante ellos un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien nadie había visto antes, y les dijo: "La recompensa será mía. Esta noche no quedaré ni un sólo ratún en Hamel?n".

Dicho esto, comenz? a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta.



Y así, caminando y tocando, los llevé a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni siquiera se veían las murallas de la ciudad.

Por aquel lugar pasaba un caudaloso r?o donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista, todos los ratones perecieron ahogados.



Los hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya tranquilos y satisfechos, volvieron a sus pr?speros negocios, y tan contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.

A la mañana siguiente, el flautista se presentú ante el Consejo y reclam? a los prohombres de la ciudad las cien monedas de oro prometidas c**o recompensa. Pero éstos, liberados ya de su problema y cegados por su avaricia, le contestaron: "?Vete de nuestra ciudad!, ?o acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca cosa c**o tocar la flauta?".

Y dicho esto, los orondos prohombres del Consejo de Hamel?n le volvieron la espalda profiriendo grandes carcajadas.

Furioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que hiciera el día anterior, toc? una dulc?sima melodía una y otra vez, insistentemente.

Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extraño másico.

Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperaci?n, intentaban impedir que siguieran al flautista.



Nada lograron y el flautista se los llevé lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adónde, y los niños, al igual que losratones, nunca jamás volvieron.

En la ciudad sólo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas despensas, protegidas por sus s?lidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza.

Y esto fue lo que sucedi? hace muchos, muchos años, en esta desierta y vacía ciudad de Hamel?n, donde, por más que busquéis, nunca encontrar?is ni un ratún ni un niño.

FIN

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Mensaje por llviadorada77 » 28 Jul 2008 15:16

Wendy, Michael y John eran tres hermanos que viv?an en las afueras de Londres. Wendy, la mayor, había contagiado a sus hermanitos su admiraci?n por Peter Pan. Todas las noches les contaba a sus hermanos las aventuras de Peter.



Una noche, cuando ya casi dormían, vieron una lucecita moverse por la habitaci?n.

Era Campanilla, el hada que acompaña siempre a Peter Pan, y el mismásimo Peter. éste les propuso viajar con él y con Campanilla al Pa?s de Nunca Jamás, donde viv?an los Niños Perdidos...

- Campanilla os ayudaré. Basta con que os eche un poco de polvo mígico para que podéis volar.



Cuando ya se encontraban cerca del Pa?s de Nunca Jamás, Peter les señal?:

- Es el barco del Capitún Garfio. Tened mucho cuidado con él. Hace tiempo un cocodrilo le devor? la mano y se trag? hasta el reloj. ¿Qué nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac!



Campanilla se sinti? celosa de las atenciones que su amigo tenía para con Wendy, así que, adelantúndose, les dijo a los Niños Perdidos que debían disparar una flecha a un gran p?jaro que se acercaba con Peter Pan. La pobre Wendy cay? al suelo, pero, por fortuna, la flecha no había penetrado en su cuerpo y enseguida se recuper? del golpe.

Wendy cuidaba de todos aquellos niños sin madre y, también, claro está de sus hermanitos y del propio Peter Pan. Procuraban no tropezarse con los terribles piratas, pero éstos, que ya habían tenido noticias de su llegada al Pa?s de Nunca Jamás, organizaron una emboscada y se llevaron prisioneros a Wendy, a Michael y a John.

Para que Peter no pudiera rescatarles, el Capitún Garfio decidi? envenenarle, contando para ello con la ayuda de Campanilla, quien deseaba vengarse del cariño que Peter sentía hacia Wendy. Garfio aproveché el momento en que Peter se había dormido para verter en su vaso unas gotas de un poderos?simo veneno.

Cuando Peter Pan se despertú y se disponía a beber el agua, Campanilla, arrepentida de lo que había hecho, se lanz? contra el vaso, aunque no pudo evitar que la salpicaran unas cuantas gotas del veneno, una cantidad suficiente para matar a un ser tan diminuto c**o ella. Una sola cosa podía salvarla: que todos los niños creyeran en las hadas y en el poder de la fant asía. Y así es c**o, gracias a los niños, Campanilla se salv?.

Mientras tanto, nuestros amiguitos seguían en poder de los piratas. Ya estaban a punto de ser lanzados por la borda con los brazos atados a la espalda. Parec?a que nada podía salvarles, cuando de repente, oyeron una voz:

- ?Eh, Capitún Garfio, eres un cobarde! ?A ver si te atreves conmigo!

Era Peter Pan que, alertado por Campanilla, había llegado justo a tiempo de evitarles a sus amigos una muerte cierta. Comenzaron a luchar. De pronto, un tic-tac muy conocido por Garfio hizo que éste se estremeciera de horror. El cocodrilo estaba allí y, del susto, el Capitún Garfio dio un traspi? y cay? al mar. Es muy posible que todavía hoy, si viaj?is por el mar, podéis ver al Capitún Garfio nadando desesperadamente, perseguido por el infatigable cocodrilo.



El resto de los piratas no tard? en seguir el camino de su capitán y todos acabaron díndose un saludable baño de agua salada entre las risas de Peter Pan y de los demás niños.

Ya era hora de volver al hogar. Peter intentú convencer a sus amigos para que se quedaran con él en el Pa?s de Nunca Jamás, pero los tres niños echaban de menos a sus padres y deseaban volver, así que Peter les llevé de nuevo a su casa.

- ?Quédate con nosotros! -pidieron los niños.

- ?Volved conmigo a mi país! -les rog? Peter Pan-. No os hag?is mayores nunca. Aunque crezc?is, no perd?is nunca vuestra fant asía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos.

- ?Prometido! -gritaron los tres niños mientras agitaban sus manos diciendo adi?s.

FIN

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Mensaje por llviadorada77 » 28 Jul 2008 15:16

En un país muy lejano viv?a una bella princesita llamada Blancanieves, que tenía una madrastra, la reina, muy vanidosa.

La madrastra preguntaba a su espejo mígico y éste respondía:



- T? eres, oh reina, la más hermosa de todas las mujeres.

Y fueron pasando los años. Un día la reina preguntó c**o siempre a su espejo mígico:

- ¿Quién es la más bella?



Pero esta vez el espejo contestú:

- La más bella es Blancanieves.

Entonces la reina, llena de ira y de envidia, orden? a un cazador:

- Ll?vate a Blancanieves al bosque, mítala y c**o prueba de haber realizado mi encargo, tr?eme en este cofre su corazón.

Pero cuando llegaron al bosque el cazador sinti? lástima de la inocente joven y dejé que huyera, sustituyendo su corazón por el de un jabal?.

Blancanieves, al verse sola, sinti? miedo y llor?. Llorando y andando pasó la noche, hasta que, al amanecer llegó a un claro en el bosque y descubri? allí una preciosa casita.

Entr? sin dudarlo. Los muebles eran pequeñ?simos y, sobre la mesa, había siete platitos y siete cubiertos diminutos. Subi? a la alcoba, que estaba ocupada por siete camitas. La pobre Blancanieves, agotada tras caminar toda la noche por el bosque, juntú todas las camitas y al momento se quedé dormida.

Por la tarde llegaron los dueños de la casa: siete enanitos que trabajaban en unas minas y se admiraron al descubrir a Blancanieves.

Entonces ella les contó su triste historia. Los enanitos suplicaron a la niña que se quedase con ellos y Blancanieves aceptú, se quedé a vivir con ellos y todos estaban felices.

Mientras tanto, en el palacio, la reina volvi? a preguntar al espejo:

- ¿Quién es ahora la más bella?

- Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...



Furiosa y vengativa c**o era, la cruel madrastra se disfraz? de inocente viejecita y parti? hacia la casita del bosque.

Blancanieves estaba sola, pues los enanitos estaban trabajando en la mina. La malvada reina ofreci? a la niña una manzana envenenada y cuando Blancanieves dio el primer bocado, cay? desmayada.

Al volver, ya de noche, los enanitos a la casa, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, p?lida y quieta, creyeron que había muerto y le construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudieran despedirse de ella.

En ese momento apareció un pr?ncipe a lomos de un brioso corcel y nada más contemplar a Blancanieves quedé prendado de ella. Quiso despedirse bes?ndola y de repente, Blancanieves volvi? a la vida, pues el beso de amor que le había dado el pr?ncipe rompi? el hechizo de la malvada reina.

Blancanieves se c así con el pr?ncipe y expulsaron a la cruel reina y desde entonces todos vivieron felices.

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Mensaje por llviadorada77 » 28 Jul 2008 15:17

Hace muchos años, cuando Inglaterra no era más que un puñado de reinos que batallaban entre s?, vino al mundo Arturo, hijo del rey Uther.



La madre del niño muri? al poco de nacer éste, y el padre se lo entreg? al mago Merl?n con el fin de que lo educara. El mago Merl?n decidi? llevar al pequeño al castillo de un noble, quien, además, tenía un hijo de corta edad llamado Kay. Para garantizar la seguridad del pr?ncipe Arturo, Merl?n no descubri? sus or?genes.



Cada día Merl?n explicaba al pequeño Arturo todas las ciencias conocidas y, c**o era mago, incluso le enseñaba algunas cosas de las ciencias del futuro y ciertas f?rmulas mígicas.



L os años fueron pasando y el rey Uther muri? sin que nadie le conociera descendencia. Los nobles acudieron a Merl?n para encontrar al monarca sucesor. Merl?n hizo aparecer sobre una roca una espada firmemente clavada a un yunque de hierro, con una leyenda que decía:

"Esta es la espada Excalibur. Quien consiga sacarla de este yunque, será rey de Inglaterra"

L os nobles probaron fortuna pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no consiguieron mover la espada ni un mil?metro. Arturo y Kay, que eran ya dos apuestos muchachos, habían ido a la ciudad para asistir a un torneo en el que Kay pensaba participar.



C uando ya se aproximaba la hora, Arturo se dio cuenta de que había olvidado la espada de Kay en la posada. Salió corriendo a toda velocidad, pero cuando llegó all?, la puerta estaba cerrada.

A rturo no sabía qué hacer. Sin espada, Kay no podría participar en el torneo. En su desesperaci?n, mir? alrededor y descubri? la espada Excalibur. Acerc?ndose a la roca, tir? del arma. En ese momento un rayo de luz blanca descendi? sobre él y Arturo extrajo la espada sin encontrar la menor resistencia. Corri? hasta Kay y se la ofreci?. Kay se extra?? al ver que no era su espada.

A rturo le explicó lo ocurrido. Kay vio la inscripci?n de "Excalibur" en la espada y se lo hizo saber a su padre. éste orden? a Arturo que la volviera a colocar en su lugar. Todos los nobles intentaron sacarla de nuevo, pero ninguno lo consigui?. Entonces Arturo tomó la empuñadura entre sus manos. Sobre su cabeza volvi? a descender un rayo de luz blanca y Arturo extrajo la espada sin el menor esfuerzo.



Todos admitieron que aquel muchachito sin ningún tútulo conocido debía llevar la corona de Inglaterra, y desfilaron ante su trono, jur?ndole fidelidad. Merl?n, pensando que Arturo ya no le necesitaba, se retir? a su morada.



Pero no había transcurrido mucho tiempo cuando algunos nobles se alzaron en armas contra el rey Arturo. Merl?n proclam? que Arturo era hijo del rey Uther, por lo que era rey leg?timo. Pero los nobles siguieron en guerra hasta que, al fin, fueron derrotados gracias al valor de Arturo, ayudado por la magia de Merl?n.

Para evitar que lo ocurrido volviera a repetirse, Arturo creí la Tabla Redonda, que estaba formada por todos los nobles leales al reino. Luego se c así con la princesa Ginebra, a lo que siguieron años de prosperidad y felicidad tanto para Inglaterra c**o para Arturo.

"Ya puedes seguir reinando sin necesidad de mis consejos -le dijo Merl?n a Arturo-. Contin?a siendo un rey justo y el futuro hablaré de tú"

FIN

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Mensaje por llviadorada77 » 28 Jul 2008 15:17

c**o cada verano, a la Señora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los más guapos de todos.

Lleg? el día en que los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco y todos se congregaron ante el nido para verles por primera vez.

Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos, cada uno acompañado por los gritos de alborozo de la Señora Pata y de sus amigas. Tan contentas estaban que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no se había abierto.

Todos concentraron su atenci?n en el huevo que permanec?a intacto, incluso los patitos recién nacidos, esperando ver algún signo de movimiento.

Al poco, el huevo comenz? a romperse y de él salió un sonriente pato, más grande que sus hermanos, pero ?oh, sorpresa!, muchísimo más feo y desgarbado que los otros seis...



La Señora Pata se mor?a de vergüenza por haber tenido un patito tan fe?simo y le apartú con el ala mientras prestaba atenci?n a los otros seis.

El patito se quedé tristúsimo porque se empez? a dar cuenta de que allí no le querían...

Pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba, pues crec?a muy rápido y era flacucho y desgarbado, además de bastante torpe el pobrecito.

Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se re?an constantemente de él llam?ndole feo y torpe.

El patito decidi? que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto y una mañana muy temprano, antes de que se levantase el granjero, huy? por un agujero del cercado.





Así llegó a otra granja, donde una vieja le recogi? y el patito feo crey? que había encontrado un sitio donde por fin le querr?an y cuidaréan, pero se equivoc? también, porque la vieja era mala y sólo quería que el pobre patito le sirviera de primer plato. También se fue de aquí corriendo.

Lleg? el invierno y el patito feo casi se muere de hambre pues tuvo que buscar comida entre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores que pretendían dispararle.

Al fin llegó la primavera y el patito pasó por un estanque donde encontré las aves más bellas que jamás había visto hasta entonces. Eran elegantes, gr?ciles y se mov?an con tanta distinci?n que se sinti? totalmente acomplejado porque él era muy torpe. De todas formas, c**o no tenía nada que perder se acerc? a ellas y les preguntó si podía ba?arse también.

Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vio en el estanque, le respondieron:

- ?Claro que s?, eres uno de los nuestros!

A lo que el patito respondi?:

-¿No os burl?is de mí!. Ya sí que soy feo y desgarbado, pero no deberíais re?r por eso...

- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y verás cómo no te mentimos.

El patito se introdujo incr?dulo en el agua transparente y lo que vio le dejé maravillado. ?Durante el largo invierno se había transformado en un precioso cisne!. Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque.

Así fue c**o el patito feo se uni? a los suyos y vivi? feliz para siempre.

FIN

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Mensaje por llviadorada77 » 28 Jul 2008 15:18

Aladino y la Lampara Maravillosa

Erase una vez una viuda que viv?a con su hijo, Aladino. Un día, un misterioso extranjero ofreci? al muchacho una moneda de plata a cambio de un pequeño favor y c**o eran muy pobres aceptú.

-¿Qué tengo que hacer? -preguntó.

-S?gueme - respondi? el misterioso extranjero.

El extranjero y Aladino se alejaron de la aldea en dirección al bosque, donde este ultimo iba con frecuencia a jugar. Poco tiempo después se detuvieron delante de una estrecha entrada que conduc?a a una cueva que Aladino nunca antes había visto.

- ¿No recuerdo haber visto esta cueva! -exclam? el joven- ?Siempre a estado ahí?

El extranjero sin responder a su pregunta, le dijo:

-Quiero que entres por esta abertura y me traigas mi vieja lampara de aceite. Lo haréa yo mismo si la entrada no fuera demasiado estrecha para mí.

-De acuerdo- dijo Aladino-, ir? a buscarla.

-Algo mas- agrego el extranjero-.

No toques nada mas, ?me has entendido? Quiero únicamente que me traigas mi lampara de aceite.

El tono de voz con que el extranjero le dijo esto ultimo, alarm? a Aladino. Por un momento penso huir, pero cambio de idea al recordar la moneda de plata y toda la comida que su madre podía comprar con ella.

-No se preocupe, le traer? su lampara, - dijo Aladino mientras se deslizaba por la estrecha abertura.

Una vez en el interior, Aladino vio una vieja lampara de aceite que alumbraba díbilmente la cueva. Cual no seria su sorpresa al descubrir un recinto cubierto de monedas de oro y piedras preciosas.

"Si el extranjero solo quiere su vieja lampara -pensá Aladino-, o esta loco o es un brujo. Mmm, ?tengo la impresi?n de que no esta loco! ?Entonces es un ... !"

-?La lampara! ?Tr?emela inmediatamente!- grito el brujo impaciente.

-De acuerdo pero primero díjeme salir -repuso Aladino mientras comenzaba a deslizarse por la abertura.

¿No! ?Primero dame la lampara! -exigi? el brujo cerr?ndole el paso

-¿No! Grito Aladino.

-?Peor para ti! Exclamo el brujo empuj?ndolo nuevamente dentro de la cueva. Pero al hacerlo perdi? el anillo que llevaba en el dedo el cual rod? hasta los pies de Aladino.

En ese momento se oy? un fuerte ruido. Era el brujo que hacia rodar una roca para bloquear la entrada de la cueva.

Una oscuridad profunda invadi? el lugar, Aladino tuvo miedo. ¿Se quedaría atrapado allí para siempre? Sin pensarlo, recogi? el anillo y se lo puso en el dedo. Mientras pensaba en la forma de escaparse, distra?damente le daba vueltas y vueltas.

De repente, la cueva se lleno de una intensa luz rosada y un genio sonriente apareció.

-Soy el genio del anillo. ¿Que deseas mi señor? Aladino aturdido ante la aparici?n, solo acertú a balbucear:

-Quiero regresar a casa.

Instantúneamente Aladino se encontré en su casa con la vieja lampara de aceite entre las manos.

Emocionado el joven narro a su madre lo sucedido y le entreg? la lampara.

-Bueno no es una moneda de plata, pero voy a limpiarla y podremos usarla.

La esta frotando, cuando de improviso otro genio aun más grande que el primero apareció.

-Soy el genio de la lampara. ¿Que dese así La madre de Aladino contemplando aquella extraña aparici?n sin atreverse a pronunciar una sola palabra.

Aladino sonriendo murmur?:

-?Porque no una deliciosa comida acompañada de un gran postre?

Inmediatamente, aparecieron delante de ellos fuentes llenas de exquisitos manjares.

Aladino y su madre comieron muy bien ese día y a partir de entonces, todos los días durante muchos años.

Aladino creci? y se convirti? en un joven apuesto, y su madre no tuvo necesidad de trabajar para otros. Se contentaban con muy poco y el genio se encargaba de suplir todas sus necesidades.

Un día cuando Aladino se dirig?a al mercado, vio a la hija del Sultún que se paseaba en su litera. Una sola mirada le bastú para quedar locamente enamorado de ella. Inmediatamente corri? a su casa para contórselo a su madre:

-?Madre, este es el día más feliz de mi vida! Acabo de ver a la mujer con la que quiero casarme.

-Ir? a ver al Sultún y le pediré para ti la mano de su hija Halima dijo ella.

c**o era costumbre llevar un presente al Sultún, pidieron al genio un cofre de hermosas joyas.

Aunque muy impresionado por el presente el Sultún preguntó:

-¿Cómo puedo saber si tu hijo es lo suficientemente rico c**o para velar por el bienestar de mi hija? Dile a Aladino que, para demostrar su riqueza debe enviarme cuarenta caballos de pura sangre cargados con cuarenta cofres llenos de piedras preciosas y cuarenta guerreros para escoltarlos.

La madre desconsolada, regreso a casa con el mensaje. -?D?nde podemos encontrar todo lo que exige el Sultún? -preguntó a su hijo.

Tal vez el genio de la lampara pueda ayudarnos -contestú Aladino. c**o de costumbre, el genio sonri? e inmediatamente obedeci? las ordenes de Aladino.

Instantúneamente, aparecieron cuarenta briosos caballos cargados con cofres llenos de zafiros y esmeraldas. Esperando impacientes las ordenes de Aladino, cuarenta Jinetes ataviados con blancos turbantes y anchas cimitarras, montaban a caballo.

-?Al palacio del Sultún!- orden? Aladino.

El Sultún muy complacido con tan magnifico regalo, se dio cuenta de que el joven estaba determinado a obtener la mano de su hija. Poco tiempo después, Aladino y Halima se casaron y el joven hizo construir un hermoso palacio al lado de el del Sultún (con la ayuda del genio claro esta).

El Sultún se sentía orgulloso de su yerno y Halima estaba muy enamorada de su esposo que era atento y generoso.

Pero la felicidad de la pareja fue interrumpida el día en que el malvado brujo regreso a la ciudad disfrazado de mercader.

-?Cambio lamparas viejas por nuevas! -pregonaba. Las mujeres cambiaban felices sus lamparas viejas.

-?Aquí! -llam? Halima-. Tome la mía tambiénentreg?ndole la lampara del genio.

Aladino nunca había confiado a Halima el secreto de la lampara y ahora era demasiado tarde.

El brujo froto la lampara y dio una orden al genio. En una fracci?n de segundos, Halima y el palacio subieron muy alto por el aire y fueron llevados a la tierra lejana del brujo.

-?Ahora serás mi mujer! -le dijo el brujo con una estruendosa carcajada. La pobre Halima, vi?ndose a la merced del brujo, lloraba amargamente.

Cuando Aladino regreso, vio que su palacio y todo lo que amaba habían desaparecido.

Entonces acord?ndose del anillo le dio tres vueltas. -Gran genio del anillo, ?dime que sucedi? con mi esposa y mi palacio? -preguntó.

-El brujo que te empujo al interior de la cueva hace algunos años regres? mi amo, y se llevé conél, tu palacio y esposa y la lampara -respondi? el genio.

Tr?emelos de regreso inmediatamente -pidió Aladino.

-Lo siento, amo, mi poder no es suficiente para traerlos. Pero puedo llevarte hasta donde se encuentran. Poco después, Aladino se encontraba entre los muros del palacio del brujo. Atraves? silenciosamente las habitaciones hasta encontrar a Halima. Al verla la estrech? entre sus brazos mientras ella trataba de explicarle todo lo que le había sucedido.

-?Shhh! No digas una palabra hasta que encontremos una forma de escapar -susurr? Aladino. Juntos trazaron un plan. Halima debía encontrar la manera de envenenar al brujo. El genio del anillo les proporciono el veneno.

Esa noche, Halima sirvi? la cena y sirvi? el veneno en una copa de vino que le ofreci? al brujo.

Sin quitarle los ojos de encima, espero a que se tomara hasta la ultima gota. Casi inmediatamente este se desplomo inerte.

Aladino entré presuroso a la habitaci?n, tomó la lampara que se encontraba en el bolsillo del brujo y la froto con fuerza.

-¿Cómo me alegro de verte, mi buen Amo! -dijo sonriendo-.

?Podemos regresar ahora?

-?Al instante!- respondi? Aladino y el palacio se elevo por el aire y floto suavemente hasta el reino del Sultún.

El Sultún y la madre de Aladino estaban felices de ver de nuevo a sus hijos. Una gran fiesta fue organizada a la cual fueron invitados todos los s?bditos del reino para festejar el regreso de la joven pareja.

Aladino y Halima vivieron felices y sus sonrisas aun se pueden ver cada vez que alguien brilla una vieja lampara de aceite.

FIN

llviadorada77
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Mensaje por llviadorada77 » 28 Jul 2008 15:19

Al? Bab? y los cuarenta ladrones

Hab?a una vez un señor que se llamaba Al? Bab? y que tenía un hermano que se llamaba Kassim. Al? Bab? era honesto, trabajador, bueno, leñador y pobre. Kassim era deshonesto, harag?n, malo, usurero y rico.Al? Bab? tenía una esposa, una hermosa criada que se llamaba Luz de la Noche, varios hijos fuertes y tres mulas. Kassim tenía una esposa y muy mala memoria, pues nunca se acordaba de visitar a sus parientes, ni siquiera para preguntarles si se encontraban bien o si necesitaban algo. En realidad no los visitaba para que no le salieran pidiendo algo.

Un día en que Al? Bab? estaba en el bosque cortando leña oy? un ruido que se acercaba y que se parec?a al ruido que hacen cuarenta caballos cuando galopan. Se asusted, pero c**o era curioso trep? a un ?rbol.

Espiando, vio que eran, efectivamente, cuarenta caballos. Sobre cada caballo ven?a un ladr?n, y cada ladr?n tenía una bolsa llena de monedas de oro, vasos de oro, collares de oro y más de mil rubi?s, zafiros, ?gatas y perlas. Delante de todos iba el jefe de los ladrones.

Los ladrones pasaron debajo de Al? Bab? y sofrenaron frente a una gran roca que tenía, más o menos, c**o una cuadra de alto y que era completamente lisa. Entonces el jefe de los ladrones gritú a la roca: "?S?samo: ?brete!". Se oy? un trueno y la roca, c**o si fuera un s?samo, se abrió por el medio mientras Al? Bab? casi se cae del ?rbol por la emoción. Los ladrones entraron por la abertura de la roca con caballo y todo, y una vez que estuvieron dentro el jefe gritú: "?S?samo: ci?rrate!". Y la roca se cerr?.

"Es indudable -pensá Al? Bab? sin bajar del ?rbol- que esa roca completamente lisa es mígica y que las palabras pronunciadas por el jefe de los ladrones tienen el poder de abrirla. Pero más indudable todavía es que dentro de esa extraña roca tienen esos ladrones su escondite secreto donde guardan todo lo que roban." Y en seguida se oy? otra vez un gran trueno y la roca se abrió. Los ladrones salieron y el jefe gritú: "?S?samo: ci?rrate!". La roca se cerr? y los ladrones se alejaron a todo galope, seguramente para ir a robar en algún lado. Cuando se pedieron de vista, Al? Bab? bajé del ?rbol.

"Yo tambiénentraré en esa roca -pensá-. El asunto será ver si otra persona, pronunciando las palabras mígicas, puede abrirla." Entonces, con todas las fuerzas que tenía, gritú: "?S?samo: ?brete!". Y la roca se abrió.

Después de tardar lo que se tarda en parpadear, se lanz? por la puerta mígica y entré. Y una vez dentro se encontré con el tesoro más grande del mundo. "?S?samo: ci?rrate!", dijo después. La roca se cerr? con Al? Bab? dentro yél, con toda tranquilidad, se ocup? de meter en una bolsa una buena cantidad de monedas de oro y rubi?s. No demasiado: lo suficiente c**o para asegurarse la comida de un año y tres meses. Después dijo: "?S?samo ?brete!". La roca se abrió y Al? Bab? salió con la bolsa al hombro. Dijo: "?S?samo: ci?rrate!" y la roca se cerr? y él volvi? a su casa, cantando de alegría. Pero cuando su esposa lo vio entrar con la bolsa se puso a llorar.

-?A Quién le robaste eso? -gimi? la mujer.

Y sigui? llorando. Pero cuando Al? Bab? le contó la verdadera historia, la mujer se puso a bailar con él.

-Nadie debe enterarse que tenemos este tesoro -dijo Al? Bab?-, porque si alguien se entera querr? saber de dónde lo sacamos, y si le decimos de dónde lo sacamos querr? ir tambiénél a esa roca mígica, y si va puede ser que los ladrones lo descubran, y si lo descubren terminar?n por descubrirnos a nosotros. Y si nos descubren a nosotros nos cortar?n la cabeza. Enterremos todo esto.

-Antes contemos cuántas monedas y piedras preciosas hay -dijo la mujer de Al? Bab?.

-¿Y terminar dentro de diez años? ?Nunca! -le contestú Al? Bab?.

-Entonces pesar? todo esto. Así sabr?, al menos aproximadamente, cuánto tenemos y cuánto podremos gastar -dijo la mujer.

Y agreg?:

-Pediré prestada una balanza.

Desgraciadamente, la mujer de Al? Bab? tuvo la mala idea de ir a la casa de Kassim y pedir prestada la balanza. Kassim no estaba en ese momento, pero sí su esposa.

-¿Y para qué quieres la balanza? -le preguntó la mujer de Kassim a la mujer de Al? Bab?.

-Para pesar unos granos -contestú la mujer de Al? Bab?.

"¿Qué raro! -pensá la mujer de Kassim-. éstos no tienen ni para caerse muertos y ahora quieren una balanza para pesar granos. Eso sólo lo hacen los dueños de los grandes graneros o los ricos comerciantes que venden granos."

-¿Y qué clase de granos vas a pesar? - le preguntó la mujer de Kassim después de pensar lo que pensá.

-Pues granos... -le contestú la mujer de Al? Bab?.

-Voy a prestarte la balanza -le dijo la mujer de Kassim.

Pero antes de prestúrsela, y con todo disimulo, la mujer de Kassim untú con grasa la base de la balanza.

"Algunos granos se pegar?n en la grasa, y asi descubrir? qué estuvieron pesando realmente", pensá la mujer de Kassim.

Al? Bab? y su mujer pesaron todas las monedas y las piedras preciosas. Después devolvieron la balanza. Pero un rub? había quedado pegado a la grasa.
-De manera que éstos son los granos que estuvieron pesando -mascull? la mujer de Kassim-

Se lo mostrar? a mi marido.

Y cuando Kassim vio el rub?, casi se muere del disgusto.

Yél, que nunca se acordaba de visitar a Al? Bab?, fue corriendo a buscarlo. Sin saludar a nadie, entré en la casa de su hermano en el mismo momento en que estaban por enterrar el tesoro.

-?Sinvergüenzas! -gritú-. Ustedes siempre fueron unos pobres gatos. D?ganme de dónde sacaron ese maravilloso tesoro si no quieren que los denuncie a la polic?a.

Y se puso a patalear de rabia. Al? Bab?, resignado, comprendi? que lo mejor seráa contarle la verdad.

-Mañana mismo ir? hasta esa roca y me traer? todo a mi casa -dijo Kassim cuando terminaron de explicarle.

A la mañana siguiente, Kassim estaba frente a la roca dispuesto a pronunciar las palabras mígicas.

Hab?a llevado 12 mulas y 24 bolsas; tanto era lo que pensaba sacar.

-¿Qué era lo que tenía que decir? -se preguntó Kassim-. Ah, s?, ahora recuerdo... Y muy emocionado exclam?: "?S?samo: ?brete!".

La roca se abrió y Kassim entré. Después dijo "S?samo: ci?rrate", y la roca se cerr? con él dentro.

Una hora estuvo Kassim parado frente a las montañas de moneda de oro y de piedras preciosas.

"Aunque tenga que venir todos los días -pensá-, no dejar? la más mínima cosa de valor que haya aquí. Me lo voy a llevar todo a mi casa." Y se puso a morder las monedas para ver si eran falsas. Después empez? a elegir entre las piedras preciosas. "Aunque me las llevar? todas, es mejor que empiece por las más grandes, no vaya a ser que por h o por b mañana no pueda venir y me quede sin las mejores." La elección le llevé unas cinco horas. Pero en ningún momento se sinti? cansado. "Es el trabajo más hermoso que hice en mi vida. Gracias al tonto de mi hermano, me he convertido en el hombre más rico del mundo." Y cuando carg? las 24 bolsas se dispuso a partir.

-¿Qué era lo que tenía que decir? -se preguntó-. Ah, sí ahora recuerdo... Y muy emocionado dijo: "Alpiste: ?brete".

Pero la roca ni se movi?.

-?Alpiste: ?brete! -repiti? Kassim.

Pero la roca no obedeci?.

-Por Dios -dijo Kassim-, olvidé el nombre de la semilla. ¿Por qué no lo habrá anotado en un papelito?

Y, desesperado, empez? a pronunciar el nombre de todas las semillas que recordaba: "Cebada: ?brete"; "Ma?z: ?brete"; "Garbanzo: ?brete".

Al final, totalmente asustado, ya no sabía qué decir: "Zanahoria: ?brete"; "Coliflor: ?brete"; "Calabaza: ?brete".

Hasta que la roca se abrió. Pero no por Kassim sino por los cuarenta ladrones que regresaban. Y cuando vieron a Kassim, le cortaron la cabeza.

-¿Cómo habrá entrado aquí? -preguntó uno de los ladrones.

-Ya lo averiguaremos -dijo el jefe-. Ahora salgamos a robar otra vez.

Y se fueron a robar, después de dejar bien cerrada la roca.

Pero Al? Bab? estaba preocupado porque Kassim no regresaba. Entonces fue a buscarlo a la roca.

Dijo "S?samo: ?brete", y cuando entré vio a Kassim muerto. Llorando, se lo llevé a su casa para darle sepultura. Pero había un problema: ¿qué diréa a los vecinos? Si contaba que Kassim había sido muerto por los ladrones se descubrir?a el secreto, y eso, ya lo sabemos, no conven?a.

-Digamos que muri? de muerte natural -dijo Luz de la Noche.
¿Cómo vamos a decir eso? Nadie se muere sin cabeza -dijo Al? Bab?.
-Yo lo resolveré -dijo Luz de la Noche, y fue a buscar a un zapatero.



Camina que camina, llegó a la casa del zapatero. "Zapatero -le dijo-, voy a vendarte los ojos y te llevar? a mi casa." "Eso nunca -le contestú el zapatero-. Si voy, ir? con los ojos bien libres." "No", repuso Luz de la Noche. Y le dio una moneda de oro. "¿Y para qué quieres vendarme los ojos?", preguntó el zapatero. "Para que no veas adónde te llevo y no puedas decir a nadie dónde queda mi casa", dijo Luz de la Noche, y le dio otra moneda de oro. "¿Y qué tengo que hacer en tu casa?" preguntó el zapatero. "Coser a un muerto", le explicó Luz de la Noche. "Ah, no -dijo el zapatero-, eso sí que no", y tendi? la mano para que Luz de la Noche le diera otra moneda.

-Está bien -dijo el zapatero después de recibir la moneda-, vamos a tu casa. Y fueron. El zapatero cosi? la cabeza del muerto, uni?ndola. Y todo lo hizo con los ojos vendados. Finalmente volvi? a su casa acompañado por Luz de la Noche y allí se quitú la venda.

-No cuentes a nadie lo que hiciste -le advirti? Luz de la Noche.

Y se fue contenta, porque con su plan ya estaba todo resuelto. De manera que cuando los vecinos fueron informados que Kassim había muerto, nadie sospech? nada.

Y eso fue lo que pasó con Kassim, el malo, el harag?n, el de mala memoria. Pero resulta que los ladrones volvieron a la roca y vieron que Kassim no estaba. Ninguno de los ladrones era muy inteligente que digamos, pero el jefe dijo:

-Si el muerto no esté, quiere decir que alguien se lo llevé.

-Y si alguien se lo llevé, quiere decir que alguien salió de aquí llevéndoselo -dijo otro ladr?n.

-Pero si alguien salió de aquí llevéndoselo, quiere decir que primero entré alguien que después se lo llevé -dijo el jefe de los ladrones.

-¿Pero cómo va a entrar alguien si para entrar tiene que pronunciar las palabras mígicas secretas, que por ser secretas nadie conoce? -dijo otro ladr?n.

Después de cavilar hasta el anochecer, el jefe dijo:

-Quiere decir que si alguien salió llevéndose a ese muerto, quiere decir que antes de salir entré, porque nadie puede salir de ningún lado si antes no entra. Quiere decir que el que entré pronunci? las palabras secretas.

-¿Y eso qué quiere decir? -preguntaron los otros 39 ladrones.

-¿Quiere decir que alguien descubri? el secreto! -contestú el jefe.

-¿Y eso qué quiere decir? -preguntaron los 39.

-¿Que hay que cortarle la cabeza!

-¡Muy bien! ?Cortúmosela ahora mismo!

Y ya salían a cortarle la cabeza cuando el jefe dijo: "Primero tenemos que saber Quién es el que descrubri? nuestro secreto. Uno de ustedes debe ir al pueblo y averiguarlo."

-Yo ir? -dijo el ladr?n número 39. (El número 40 era el jefe).

Cuando el ladr?n número 39 llegó al pueblo, pasó frente al taller de un zapatero y entré. Dio la casualidad de que era el zapatero que ya sabemos.

-Zapatero -dijo el ladr?n número 39-, estoy buscando a un muerto que se muri? hace poco.¿No lo viste?

-?Uno sin cabeza? - preguntó el zapatero.

-El mismo -dijo el ladr?n número 39.

-No, no lo vi -dijo el zapatero.

-De mí no se r?e ningún zapatero -dijo el ladr?n-. Bien sabes de Quién hablo.

-S? que s?, pero juro que no lo vi.

Y el zapatero le contó todo.

-Qué lástima -se lamentú el 39-, yo quería recompensarte con esta linda bolsita. Y le mostr? una bolsita llena de moneditas de oro.

-Un momento -dijo el zapatero-, yo no vi nada, pero debes saber que los ciegos tienen muy desarrollados sus otros sentidos. Cuando me vendaron los ojos, s?bitamente se me desarroll? el sentido del olfato. Creo que por el olor podría reconocer la casa a la que me llevaron.

Y agreg?: "V?ndame los ojos y s?gueme. Me guiar? por mi nariz".

Así se hizo. Con su nariz al frente fue el zapatero oliendo todo. Detr?s de él iba el ladr?n número 39. Hasta que se pararon frente a una casa. "Es ésta -dijo el zapatero-. La reconozco por el olor de la leña que sale de ella."

-Muy bien -respondi? el ladr?n número 39-.

Har? una marca en la puerta para que pueda guiar a mis compa?eros hasta aquí y cumplir nuestra venganza amparados por la oscuridad de la noche.

Y el ladr?n hizo una cruz en la puerta. Después, ladr?n y zapatero se fueron, cada cual por su camino. Pero Luz de la Noche había visto todo. Entonces salio a la calle y marc? la puerta de todas las casas con una cruz igual a la que había hecho el ladr?n. Después se fue a dormir muy tranquila.

-Jefe -dijo el ladr?n número 39 cuando volvi? a la guarida secreta-, con ayuda de un zapatero descubr? la casa del que sabe nuestro secreto y ahora puedo conducirlos hasta ese lugar.

-?Aun en la oscuridad de la noche? ¿No te equivocar?s de casa? -preguntó el jefe.

-No. Porque marqué la puerta con una cruz.

-Vamos -dijeron todos.

Y blandiendo sus alfanjes se lanzaron a todo galope.

-?sta es la casa -dijo el ladr?n número 39 cuando llegaron a la primera puerta del pueblo.

-?Cu?l? -preguntó el jefe.

-La que tiene la cruz en la puerta.

-?Todas tienen una cruz! ?Cuántas puertas marcaste?

El ladr?n número 39 casi se desmaya. Pero no tuvo tiempo porque el jefe, enfurecido, le cortú la cabeza. Y, sin p?rdida de tiempo, orden? el regreso. No querían levantar sospechas.

-Alguien tiene que volver al pueblo, hablar con ese zapatero y tratar de dar con la casa.

-Ir? yo -dijo el ladr?n número 38.

Y fue.

Y encontré la casa del zapatero. Y el zapatero se hizo vendar los ojos. Y le señal? la casa. Y el ladr?n número 38 hizo una cruz en la puerta. Pero de color rojo y tan chiquita que apenas se veía. Después, zapatero y ladr?n se fueron, cada cual por su camino.

Pero Luz de la Noche vio todo y repiti? la estratagema anterior: en todas las puertas de la vecindad marc? una cruz roja, igual a la que había hecho el bandido.

-Jefe, ya encontré la casa y puedo guiarlos ahora mismo -dijo el ladr?n número 38 cuando volvi? a la roca mígica.

-¿No te confundirés? -dijo el jefe.

-No, porque hice una cruz muy pequeña, que solo yo sí cuál es.

Y los treinta y nueve ladrones salieron a todo galope.

-Esta es la casa -dijo el ladr?n número 38 cuando llegaron a la primera puerta del pueblo.

-?Cu?l? -preguntó el jefe.

-La que tiene esa pequeña cruz colorada en la puerta.

-Todas tienen una pequeña cruz colorada en la puerta -dijo el jefe de los bandidos. Y le cortú la cabeza.

Después el jefe dijo: "Mañana hablaré yo con ese zapatero". Y orden? el regreso. Al día siguiente el jefe de los ladrones busc? al zapatero. Y lo encontré. Y el zapatero se hizo vendar los ojos. Y lo gui?. Y le mostr? la casa. Pero el jefe no hizo ninguna cruz en la puerta ni otra señal. Lo que hizo fue quedarse durante diez minutos mirando bien la casa.

-Ahora soy capaz de reconocerla entre diez mil casas parecidas.

Y fue en busca de sus muchachos.

-Ladrones -les dijo-, para entrar en la casa del que descubri? nuestro secreto y cortarle la cabeza sin ningún problema, me disfrazar? de vendedor de aceite. En cada caballo cargar? dos tinas de aceite sin aceite. Cada uno de ustedes se esconder? en una tina y cuando yo dí la orden ustedes saldrán de la tina y mataremos al que descubri? nuestro secreto y a todos los que salgan a defenderlo.

-Muy bien -dijeron los ladrones.

Los caballos fueron cargados con las tinas y cada ladr?n se metió en una de ellas. El jefe se disfraz? de vendedor de aceite y después tap? las tinas.

Esa tarde los 38 ladrones entraron en el pueblo. Todos los que los vieron entrar pensaban que se trataba de un vendedor que tra?a 37 tinas de aceite.

Llegaron a la casa de Al? Bab? y el jefe de los ladrones pidió permiso para pasar.

-¿Quién eres? -preguntó Al? Bab?.

-Un pacáfico vendedor de aceite -dijo el jefe de los bandidos-. Lo único que te pido es albergue, para mí y para mis caballos.

-Adelante, pacáfico vendedor -dijo Al? Bab?.

Y les dio albergue. Y tambiéncomida, y dulces y licores. Pero el jefe de los ladrones lo único que quería era que llegara la noche para matar a Al? Bab? y a toda su familia.

Y la noche llegó.

Pero resulta que hubo que encender las l?mparas.

"Nos hemos quedado sin una gota de aceite -dijo Luz de la Noche-, y no puedo encender las l?mparas. Por suerte hay en casa un vendedor de aceites; sacar? un poco de esas grandes tinas que él tiene."

Luz de la Noche tomó un pesado cucharén de cobre y fue hasta la primera tina y levantú la tapa. El ladr?n que estaba adentro crey? que era su jefe que ven?a a buscarlo para lanzarse al ataque, y asom? la cabeza.

-¿Qué aceite más raro! -exclam? Luz de la Noche, y le dio con el cucharén en la cabeza.

El ladr?n no se levantú más.

Luz de la Noche fue hasta la segunda tina y levantú la tapa, y otro ladr?n asom? la cabeza, creyendo que era su jefe.

-Un aceite con turbantes -dijo Luz de la Noche.

Y le dio con el cucharén. El ladr?n no se levantú más. Tina por tina recorri? Luz de la Noche, y en todas le pasó lo mismo. A ella y al que estaba adentro. Enojad?sima, fue a buscar al vendedor de aceite, y blandiendo el cucharén le dijo:

-Es una vergüenza. No encontré ni una miserable gota de aceite en ninguna de sus tinas. ¡Con qué enciendo ahora mis l?mpar así

Y le dio con el cucharén en la cabeza.

El jefe de los ladrones cay? redondo.

-¿Por qué tratas así a mis hu?spedes? -preguntó Ali Bab?.

Entonces Luz de la Noche quitú el disfraz al jefe de la banda y todo quedé aclarado. c**o es de imaginar, los ladrones recibieron su merecido.

Y eso fue lo que pasó con ellos.

En cuanto a Al? Bab?, dicen que al día siguiente fue a buscar algunas monedas de oro a la roca, y que cuando llegó no encontré nada: la roca había desaparecido, con tesoro y todo.

Pero ésta es una versión que ha comenzado a circular en estos días, y no se ha podido demostrar.

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Mensaje por llviadorada77 » 28 Jul 2008 15:20

Bambi y los amigos del bosque

Autor: Felix Salten.

Bambi y los amigos del bosque

Hab?a llegado la primavera. El bosque estaba muy lindo. Los animalitos despertaban del largo invierno y esperaban todos un feliz acontecimiento.

- ?Ha nacido el cervatillo! ?El pr?ncipe del bosque ha nacido! -anunciaba Tambor el conejito, mientras corr?a de un lado a otro.

Todos los animalitos fueron a visitar al pequeño ciervo, a quien su mam? puso el nombre de Bambi. El cervatillo se estir? e intentú levantarse. Sus patas largas y delgadas le hicieron caer una y otra vez. Finalmente, consigui? mantenerse en pie.

Tambor se convirti? en un maestro para el pequeño. Con él aprendi? muchas cosas mientras jugaban en el bosque.

P así el verano y llegó el tan temido invierto. Al despertar una mañana, Bambi descubri? que todo el bosque estaba cubierto de nieve. Era muy divertido tratar de andar sobre ella. Pero tambiéndescubri? que el invierno era muy triste, pues apenas había comida.

Cierto día vio cómo corr?a un grupo de ciervos mayores. Se quedé admirado al ver al que iba delante de todos. Era más grande y fuerte que los demás. Era el Gran Pr?ncipe del Bosque.

Aquel día la mam? de Bambi se mostraba inquieta. Olfateaba el ambiente tratando de descubrir qué ocurr?a. De pronto, oy? un disparo y dijo a Bambi que corriera sin parar. Bambi corri? y corri? hasta lo más espeso del bosque. Cuando se volvi? para buscar a su mam? vio que ya no ven?a. El pobre Bambi llor? mucho.

- Debes ser valiente porque tu mam? no volverá. Vamos, s?gueme -le dijo el Gran Pr?ncipe del Bosque.

Bambi había crecido mucho cuando llegó la primavera. Cierto día, mientras beb?a agua en el estanque, vio reflejada en el agua una cierva detr?s de él. Era bella y ?gil y pronto se hicieron amigos.

Una mañana, Bambi se despertú asustado. Desde lo alto de la montaña vio un campamento de cazadores. Corri? haci? allí y encontré a su amiga rodeada de perros. Bambi le ayud? a escapar y ya no se separaron más. Cuando llegó la primavera, Falina, que así se llamaba la cierva, tuvo dos crías. Eran los hijos de Bambi que, con el tiempo, llegó a ser el Gran Pr?ncipe del Bosque.

Si por el bosque has de pasear, no hagas a los animales ninguna maldad.

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