
Ahí va el mio:
Aparecieron, como en un sueño, en la cima de una duna, medio escondidos por la bruma de arena que levantaban sus pies. Lentamente descendieron a la vaguada, siguiendo la pista casi invisible. Al frente de la caravana estaban los hombres, envueltos en sus mantos de lana, con los rostros ocultos por el velo azul. Con ellos marchaban dos o tres dromedarios, más las cabras y los corderos hostigados por los chiquillos. Las mujeres cerraban la marcha. Eran siluetas sobrecargadas, abultadas por los pesados mantos, y la piel de sus brazos y sus frentes parecía todavía más oscura tras los velos de índigo.