Capítulo 19
Una vez se hubo repuesto de la emoción, Laura, como siempre que se ponía nerviosa, no paraba de hacerle preguntas al padre.
-¿Podré ver a mis padres cuando esté dentro? ¿Y recibir visitas? ¿Llevaré el hábito? Padre, quiero que me ponga al corriente de todo.
- Mira Laura, tú sólo preocúpate por entrar, una vez allí todo vendrá rodado. Las hermanas te enseñarán todo lo que tienes que saber, no puedo darte instrucciones de cómo tienes que hacerlo allí dentro porque no conozco la disciplina de la vida monacal.
Lo que sí tienes que hacer es entrar con puro convencimiento de lo que vas a hacer. Piensa que esto no es un juego ni un capricho
- Padre, hace muchos años que sentí la llamada de Dios, o creo haberla sentido.
Cuando veo la imagen de Cristo siento una pena inmensa por lo que padeció por nosotros y me gusta mucho refugiarme en la oración.
No sé bien qué es lo que debe sentir una religiosa pero de lo que si estoy segura es de amar a Dios sobre todas las cosas.
- Bueno, pues yo creo que para empezar esta bien. Cuando ingreses yo te acompañaré junto con tus padres y acabaré de concretar algunas cosillas con la madre vicaria y después tendrás que empezar la andadura tú solita.
- Padre, muchas gracias por ayudarme en esto, no sé que hubiera sido sin usted.
- Yo sólo cumplo con mi obligación, además de estar muy contento de poderte ayudar.
Laura recordaba el día del santo patrón cuando le ayudó a preparar la misa y lo bien que se lo pasó con él y de lo guapo que lo encontró con la sotana. También se acordaba de Cosme, de sus grandes ojos y su gran bondad. Todo aquello la confundía mucho y por eso ahora más que nunca estaba decidida a entrar en el convento, para poder aclarar sus verdaderos sentimientos.
Llegó la hora de marchar para casa. Dolores estuvo hablando con el padre de Laura, le había dado unas hierbas para su mujer y le había estado contando “sus males”. Ahora se despedía de Laura y le deseaba suerte en su nueva vida.
Salieron a despedirlos y el padre Adrián le propuso a Laura ir a buscarla a casa el día de su entrada al convento.
- Estaremos encantados de que nos acompañe ¿verdad papá?
- Sí hija, claro que sí.
Laura y su padre emprendieron el camino a casa.
- Papá, ¿estás contento? ¿Crees que mamá sufrirá mucho con mi marcha?
- Claro, eres su única hija y te quiere muchísimo, pero si ve que eres feliz ella también lo será.
- Espero serlo y así vosotros no tendréis que padecer. Papa, quiero pasarme a ver al padre de Cosme, aquella noche no se quedó bien y quiero saber cómo se encuentra.
- Sí hija, pasaremos por su casa, yo también tenía pensado ir a visitarlo un día de estos.
Llegaron al pueblo y se pasaron por casa de Joaquín, el hombre estaba un poco decaído.
A pesar de que él indujo a Cosme a marchar le dolía no tenerlo cerca.
- Joaquín, Cosme me dijo que cuando a él le fuese bien, vendría a buscarle para llevarlo con él a Francia.
- Sí hija, eso dijo.
- Joaquín, vente a casa unos días, estarás acompañado, bueno estaremos acompañados ya que al igual que a ti se nos marcha nuestra única hija.
- ¿Por fin ya te marchas Laura? Como me hubiese gustado tenerte en la familia, hacía años que lo soñaba pero el destino no lo podemos elegir nosotros y en el vuestro estaba esta triste separación.
