Pero, ¿por qué tenemos que buscar a alguien con quien convivir? Está claro que venimos al mundo solos y nos vamos igual de solos. Entonces, ¿por qué no pasar así el resto del tiempo? Si nos paramos a pensarlo, tiene muchas más ventajas la vida en soledad que la vida en pareja. Por ejemplo, si vives solo, no tienes que charlar cuando no tienes ganas. Hay ratos en los que a uno le apetece tener algo de vida interior, mirarse por dentro, aunque sólo veas que no ves nada. Y fastidia mucho tener a alguien cerca que te diga:
- Cariño, ¿te pasa algo?
- Nada, ¿por qué?
- .. No sé, es que, como estás tan callada…
- … Pues no, no me pasa nada, es sólo que no me apetece hablar…
- Claro, como que te pasa algo…
- Que no, cariño, que no me pasa nada…
- Si sólo lo digo porque llevas un rato callada…
- Pues no, no me pasa nada …..
- Vale, vale …..
- … ¿Qué?
- … Nada …
- ¿Qué pasa ahora?
- … Que te pasa algo y no me lo quieres decir. ….
- ¡Que no, joder, que no me pasa nada, coñoya!…
- ¿Ves como te pasaba algo?
¿Y la tele? Esa es otra. Si vives en pareja, el mando a distancia se puede llegar a convertir en un arma de destrucción masiva. Porque lo de tener dos teles no sirve de nada. ¿Quién es el guapo que se va a ver la tele de 14 al dormitorio, pudiendo ver El Partido-La Película de Julia Roberts en la tele grande del salón? Si vives solo, eso no pasa. Si vives solo puedes incluso optar por ver Soltera y madre en la vida, de Lina Morgan, en lugar del partido de la Champions League (esto es totalmente verídico).
La comida es otro tema. Si vives en pareja, tienes que respetar unos horarios y tener en cuenta los gustos del otro. Si vives solo, tú marcas tus pautas. ¿Que te levantas a las doce y te apetecen unos huevos fritos con chorizo? Pues te los haces. Luego, a las cinco, te tomas un sandwich y unas cervezas con patatas fritas y a la hora de cenar, agarras la caja de los Corn Flakes y te los comes a puñaos.
Alguno me dirá que lo de tener pareja es bueno para el sexo…. Bueno. Eso depende. A veces es más bien perjudicial, porque, claro, tienes que estar pendiente de si al otro le gusta o no le gusta, de si ¿gozas, vida? O de si ¿¿YA??. Si estás solo, no. Puede resultar más frío, porque hay menos contacto humano, pero, a ver, a la cama (o al sofá, depende dónde te pille el calentón) no se viene a hacer vida social, ¿no?
También se puede pensar que, en aplicación de la primera ley de la puteormodinámica, enunciada por un viejo ciberconocido, es bueno tener al lado a alguien a quien endosarle tu mala leche, ya que ésta ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Pues tampoco es ésta una razón de peso para tener pareja, ya que de esa forma es posible que la mala leche vaya pasando de uno a otro durante toda una tarde de domingo, con consecuencias imprevisibles. Para eso es preferible pasársela a los compañeros de trabajo, vecinos e incluso a los encuestadores que acuden a tu puerta, que, al fin y al cabo, se la van a llevar a otro sitio.
Luego está la ventaja que un amigo me dijo ayer que le ve a la vida en soledad, pero que yo, por razones, obvias, no le encuentro: poder pasearse por la casa en calzoncillos todo el tiempo que te apetezca, incluido el momento del desayuno y mientras ves los entrenamientos de Fernando Alonso. Yo no suelo pasearme en ropa interior por la casa (ni veo los entrenamientos de ese muchacho), pero sí que es cierto que mi imagen con el pijama de motivos navideños con bata a juego, zapatillas de color rosa, pelo “alborotao” y gafas la reservo para momentos de soledad.
Y esa es otra. ¡Lo que hay que cuidarse cuando vives emparejado! Porque, claro, cuando sales con tu novio, es relativamente fácil ocultarle que hasta hace media hora lucías un estupendo bigote (hay veces en que no se puede llamar pelusilla a ESO que tenemos en el labio superior) o que el color de tu cara, bajo el maquillaje, se parece más al gris oficina que al rosa de otoño. Pero si vives con él, ¡ahí te pilla, fijo! Es imposible vivir siempre exfoliada, depilada, hidratada y dispuesta como si fueran a hacerte una sesión de fotos para Cosmopolitan.
Podría hablar también de razones escatológicas, del tipo “hayquebuscarelmomentooportunoparaexpulsarlosgases”, pero éstas prefiero obviarlas, por pudor.
En fin, que, una vez valorados todos los aspectos (incluido que ahora mismo escucho a Lola Flores cantar La Zarzamora, cosa que no aguantaría ningún marido que se precie), he llegado a la conclusión de que ……… ¡ains! ……….. ¡me hace falta un abrazo!.
