Desde noviembre del año pasado, el sitio que más frecuentaba, y donde comenzaba el día era «la plaza Easo, donde se cree que fue abandonada por algún indigente. Entonces nos decían que estaba flaca, asustada y cabizbaja». Con el paso del tiempo, jugar en la Concha con otros perros, tomar el sol en Alderdi Eder, cruzar el paseo hasta el Antiguo trotando al lado de los ciclistas, o retozar en los jardines de Miramar eran sus actividades favoritas, hasta que el sueño le abatía en cualquier recoveco escondido. «Ella vivía muy bien. Muchos comerciantes de toda la ciudad la alimentaban, entre ellos un carnicero del Antiguo, y las noches en las que incluso nevó se le vió acurrucada encima del suelo radiante del centro comercial de San Martín».
Sus constantes paseos por Donostia despertaron las alarmas de los paseantes, que denunciaron una y otra vez la situación de abandono, pero en palabras de Raquel, «era imposible incluso acercarse a ella, ya que cada vez que alargabas la mano huía». Con el tiempo, la frustración de los trabajadores de la Protectora fue en aumento, «porque no nos podíamos ni siquiera acercar, nos intuía enseguida».
La situación de esta escapista comenzó a ser el martirio y el azote de la asociación, que recibió una cascada de críticas ante la supuesta dejadez ante este tema. «Ha sido muy duro para nosotros escuchar críticas por este caso. Recuperamos a cerca de mil animales cada año, pero es que con esta era imposible». Asimismo agradecen vivamente todas la llamadas recibidas ya que siempre son de gran ayuda, y recuerdan que «en la mayoría de los casos son los ciudadanos los que más nos ayudan en nuestra labor».
Primeros intentos
Han sido decenas de salidas infructuosas en las «queríamos emboscarla de alguna forma, pero era muy lista, siempre estaba alerta y te despistaba. Un par de veces logramos atraparla con un salabardo, pero en ambas ocasiones se arremolinó, rompió la red y salió en estampida».
En otra ocasión, «nos informaron de que se encontraba tumbada en una campa cercana al campus de la UPV. Cuando fuimos todavía estaba dormida, y al salir a por ella no apagamos el motor. Enseguida reconoció el sonido y se dió a la fuga». Entre sus muchas habilidades callejeras, sabía cruzar los semáforos sin peligro salvo una vez, que en una persecución por parte de un viandante fue atropellada. «Ni siquiera así la redujeron. Salió cojeando y se escondió. Los perros abandonados suelen morir atropellados, pero esta se crió en la calle. Es una superviviente nata» apostilla Gemma, otra trabajadora de Zuhaitz-pe .
Tantas misiones fallidas les hizo incluso barajar la posibilidad de cazarla disparándole dardos tranquilizantes, pero «no quisimos hacerlo porque son dosis muy fuertes que podrían haberla matado». Prefirieron esperar a una oportunidad mejor, y por suerte ésta se dió dos días atrás. El último episodio de su vida vagabunda, lo vivió en los arcos en un patio interior de la iglesia de la Sagrada Familia, en una zona vallada, cuando dos er-tzainas la vieron entrar y cerraron la verja exterior. «En su ficha consta que fue capturada rezando».
La alegría por su rescate fue muy grande y la sorpresa es que La Negra, el apodo con el que le conocían durante los últimos meses en el refugio, «es una perra muy feliz» comenta Raquel. «Se ha relajado, y nos da besos y abrazos. Ha estado mucho tiempo buscando cariño, pero le cuesta confiar». Ahora busca un nuevo amo y un nuevo nombre. «Se nos ocurren La Bella Easo o Eder, por sus lugares favoritos de la ciudad, donde esperaba todos los días a su anterior dueño».

Espero que encuentre alguien que la quiera para que sepa por fin que es tener un hogar.