Pero también acepto que la mayoría de las parejas se organicen a la antigua usanza (que por muy modernas que se sientan, en realidad la mayoría siguen el patrón tradicional de reparto de tareas). Y lo acepto porque creo que la gente se debe sentir libre para elegir su forma de vivir. Pero luego no me gusta escuchar quejas domésticas sobre lo poco hábiles que son los hombres. No se puede jugar con dos barajas: o juegas la de la igualdad absoluta de obligaciones y derechos, o juegas la del reparto de papeles, con lo que ello conlleva.
El otro día, mi compañera de trabajo me cuenta una cosa a la que no le da la importancia que en mi opinión tenía: me dice "vaya faena, tengo en casa el doble de todo lo que necesitamos para pasar la semana, al salir ayer de trabajar fui a mercadona, y cuando llegué a casa, Héctor había ido a Carrefour y también había hecho la compra, los dos quisimos adelantar faena sin contar con el otro".
Lo contaba como una faena, porque muchas cosas tendrían que comérselas rápido para que no caducaran, pero yo lo que vi es que tenía un marido que:
- sabía que había que comprar
- sabía qué cosas hacían falta
- eligió un establecimiento distinto al que hubiese elegido su mujer
Y lo vi como un ejemplo perfecto de compartir tareas, no de repartirlas data-ad-format="auto" data-full-width-responsive="true">