Os cuento la historia de una perrita:
Mis padres tenían un vecino que solía recorrer las calles revisando contenedores, recogiendo basuras y muebles viejos para venderlos en el mercadillo. Un día le dió por recoger perros que encontraba por ahí, y venderlos también. Entre esos perros estaba ella, una pequinesa a la que hizo criar una y otra vez hasta que se no pudo más. Ya se notaba mayor cuando la encontró, imaginaos como estaba después de años de producir cachorros constantemente. Cuando consideró que ya la había exprimido bastante, simplemente la ignoró.
Mi madre le había pedido un cachorrillo de la última camada, y como tuvo uno solo y se le murió, le dijo que si quería quedarse a la madre bien, si no, la iba a abandonar, que ya no servía para criar. Creo que la perra estuvo unos días en la calle, hasta que mi familia se dio cuenta...poco tardaron en meterla en casa.
Sólo crió una vez más y porque fué el padre el perrito de una amiga muy querida....y sus cachorros han sido todos muy queridos y mimados en sus casas, ninguno tuvo crias jamás.
Vivió muchos años más después, incluso más allá de lo que hubiera sido normal en un perro. Y excepto cuando el parto y el momento final, sólo fué al veterinario a ponerse las vacunas. Nunca llegamos a saber cual era su edad, porque siempre pareció una viejecita. Ni el veterinario supo determinarlo, sólo que era muy, muy mayor. Murió muchos años después y la lloramos todavía. Mi madre sigue recordando el aniversario de su muerte como el de cualquier pariente, y sus fotos están en su salón en el mismo mueble que las de los abuelos.
Sólo espero que sus hijos, aquellos a los que veíamos desaparecer camino del rastro, hayan encontrado alguien que los quiera igual.