No, si no me quejo, vivir en el campo es una decisión meditada y voluntaria
Tengo casas relativamente cerca, las parcelas no son muy grandes, de 3000 a 5000 metros, pero lo bueno es que son casitas de domingueros y veraneantes. Es decir, que de septiembre a junio, mi casa en una gozada de tranquilidad y paz. Los domingos hay más jaleo (no hay nada más ruidoso que la gente de ciudad, especialmente niños, cuando los sacan a pasturar por el campo

, qué niveles de testosterona, qué voces, qué música a tope, qué forma de pitar con el coche...), pero el resto de la semana sólo se oyen pájaros y perros ladrando.
Sobre la chimenea. Es un mito. La chimenea mola si tienes una mamá tooooodo el día en casita, y cuando tú te retiras de la vida urbana y vuelves a casa por la noche, te encuentras la casa calentita, con esos leños consumiéndose, esa cena preparada, etc.
Pero la realidad es otra. Sois dos. Trabajáis los dos. Frecuentemente hasta las tantas. Y cuando llegas, quieres una casa que te espere caliente, no llegar a una nevera y, en vez de ponerte a preparar la cena directamente, o darte una ducha, ponerte a encender la chimenea para, con un poco de suerte, cuando estés a punto de irte a la cama, empiece a notarse caldeada la estancia. Y entonces te vas al dormitorio, otra nevera.
Pensamos mucho, hicimos cuentas, tuvimos en cuenta nuestros horarios de entonces (de 7.00 a 21.00) e instalamos calefacción de propano.
Eso sí es vida. Ahora tenemos unos horarios un poco más razonables, pero sigue habiendo varios días a la semana que nos vamos de noche y volvemos de noche. La chimenea no es práctica para una vida así.
Los fines de semana podríamos animarnos, pero es que como la casa ya está caliente, no nos motiva.
Que ya sé que Dios le da pan a quien no tiene dientes
