Obra de un arquitecto histórico, Charles Garnier, al que se le debe igualmente la magestuosa Opera de Paris, el Casino de Monte-Carlo se ha dedicado desde sus orígenes al Arte del Juego. Los frescos ejecutados a la manera del pintor Boucher, los bajos relieves, las esculturas y cariátides, su asombroso átrio de marmol y oro y su arquitectura dan al lugar una solemnidad inolvidable.
Construído en 1863 y adosado al mar, el Casino de Monte-Carlo ha sido testigo de la grandiosidad de la evolución de Monte-Carlo y le ha otorgado al juego un carácter de nobleza. El Casino alberga igualmente la Opera de Monte-Carlo, en la que se suceden las más excepcionales interpretaciones bajo un marco deslumbrante.

