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SIRENA64 - Jefa de cocina

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por SIRENA64 » 11 Ene 2007 11:59
El ?rbol del consejo
(Leyenda tradicional)
En las tierras de los cuparamango, los días se deslizaban despacio por la pendiente del tiempo, dejando vivir, dejando hacer, discurriendo perezosos bajo la sombra del yaoyao, el ?rbol del consejo.
Era el yaoyao toda una instituci?n en el pueblo de los cuparamango, más importante aún que la del hechicero y más antigua incluso que la del contador de dedos.
El yaoyao se limitaba a crecer, dando sombra y consejos a aquellos que los necesitaban. Reconfortaba a los viejos a los que ya les quedaban más recuerdos que tiempo para contarlos, resguardaba a las j?venes parejas de los ojos de sus mayores, ofreci?ndoles un rincón donde prodigarse caricias y juramentos, aconsejaba al Grupo de los Once Hombres cuándo y qué plantar, qué cosechas vendr?an buenas o qué noticias tra?an los p?jaros que anunciaban las crecidas del r?o. Mientras, las j?venes madres cuparamango llevaban a sus hijos a jugar al pie del yaoyao, suspirando al darse cuenta del corto tiempo transcurrido desde que ellas mismas eran las que jugaban a subirse a las ramas más bajas del ?rbol. El yaoyao a todos cuidaba, a todos escuchaba.
Una mañana, las aves de cola plateada trajeron inquietantes noticias procedentes del cauce alto del r?o. Allí arriba se había establecido un grupo de hombres, unos hombres que devoraban la tierra, cortaban los ?rboles y exterminaban sin piedad a los animales.
"Bueno", les tranquiliz? el yaoyao, "un asentamiento nuevo siempre necesita un periodo de adaptaci?n. Dejemos que pase el tiempo para que encuentren su lugar en esta tierra".
Pero el tiempo, c**o de costumbre, no arreglaba nada. Día tras día llegaban nuevas noticias de la crueldad sin l?mites de los hombres nuevos, del ensa?amiento con el que atacaban a todo lo vivo y, aunque aún estaban muy lejos, de la rapidez con la que extendían sus territorios. El yaoyao conoci? la preocupaci?n por primera vez en su larga existencia.
Algo había que hacer. Y tambiénpor primera vez, el que todo lo escucha y todos lo sabe, decidi? pedir ayuda a los hombres.
No resultú sencillo. En su primer intento, los hombres entendieron que el yaoyao les pedía adelantar la fiesta de los peces bigotudos. Ansiosos por complacerle, la gran fiesta tuvo lugar y aún hoy, es una de las más c?lebres que se recuerdan.
El yaoyao comprendi? que aquella situaci?n era demasiado nueva para los hombres y que les costar?a entender. ¿Cómo hacerles ves queél, el inmutable, el sabio, necesitaba de ellos, tan pequeños y tan fr?giles?
Les hablé entonces de la naturaleza, de los animales, de las aguas del r?o, de la paz, de la belleza de cada rincón... Su mensaje estaba cargado de poesía y buenas intenciones, de cantos de p?jaros y aroma de flores. Pero nadie lo entendi? y el hechicero tuvo que encerrarse en su caba?a durante tres días intentando descifrar las extrañas palabras del yaoyao. Transcurridos esos tres días, reuni? al pueblo para hacerles el gran anuncio: el yaoyao exig?a ser reconocido c**o el gran dios de los animales, los ?rboles y las cosechas y así se haréa.
Los cuparamango se mostraron ilusionados ante la perspectiva de nombrar un dios en aquel pueblo donde nunca habían necesitado de ninguno y pusieron todos su empe?o en que la ceremonia tuviera todo la pompa y el esplendor que requería tan señalada ocasión. Durante los días previos al nombramiento todo eran carreras, risas y consultas al hechicero sobre la mejor manera de agasajar a su ?rbol más querido. Los recolectores del pueblo remontaron el cauce del r?o y regresaron con sesenta y dos cestas de flores, gran cantidad de frutos y un par de monos del ?rbol del c**o que trajeron c**o mascotas. Alguno repar? en que aquella parte del bosque se veía distinta, más pobre y más estéril, pero enfrascados c**o estaban con los preparativos de la gran fiesta, no tuvieron tiempo de pensar mucho en ello. Una semana duraron los festejos, más espectaculares y divertidos aún que el festejo de los peces bigotudos.
El yaoyao se desesperaba. Harto de que todos sus mensajes se malinterpretaran c**o invitaciones a hacer fiesta, dirigi? un nuevo mensaje al pueblo. Esta vez fue mucho más duro. El yaoyao hablé al corazón de cada hombre y cada mujer. Les hablé de la muerte de ?rboles y animales a sólo una hora de camino r?o arriba. Les contó que de todas partes llegaban ahora desalentadoras noticias de destrucción y tierras quemadas. Fue su discurso más largo y más profundo que ningún otro ante y al terminar un denso silencio recorri? la aldea.
El yaoyao contemplaba expectante la reacci?n del pueblo. Uno a uno, todos los hombres fueron abandonando el c?rculo del consejo sin decir una palabra. Al parecer, esta vez había sido comprendido. Sin embargo, apenas una hora más tarde esos mismos hombres salían de sus chozas equipados para el combate, se despedían de sus mujeres e hijos y partían a hacer la guerra con el pueblo vecino de los manguaran?es. En nombre de Yaoyao, dios de todo lo viviente, los cuparamango arrasaron las tierras de los manguaran?es, regresando al pueblo con un botón de muerte, destrucción y piedras de ?mbar.
El yaoyao, impotente, no quiso decir una palabra más y gruesas lágrimas de resina resbalaron por su tronco centenario. El yaoyao se mor?a. Sus hojas regaban el c?rculo del consejo, su corteza empalidecía y, aunque pasaban las semanas, el yaoyao seguía llorando lágrimas de incomprensi?n.
El pueblo, preocupado, acudi? al hechicero. Su dios les reclamaba algo, aunque no supieran qué. Tal vez estaba enojado o triste por su culpa y debían remediarlo. Exigieron al hechicero que usara la ra?z del letecuoro y buscara una soluci?n. Nunca antes se le había pedido un esfuerzo tan grande, pero la ocasión así lo requería.
Todo el pueblo quiso estar presente en el ritual de la ra?z del letecuoro. El hechicero y el contador de dedos se situaron en el centro del c?rculo del consejo, mientras el resto de la aldea entonaba c?nticos. Todos se mantenían a la expectativa. Era aquíl un raro espectúculo y sólo alguno de los más viejos lo había presenciado anteriormente. El yaoyao, en su melancol?a, era espectador privilegiado, aunque ya apenas ponía atenci?n. El contador de dedos acab? de preparar el brebaje y se lo ofreci? al hechicero. La tensi?n llenaba el ambiente. El hechicero gozaba de una absoluta confianza entre los cuparamango, no en vano había sido elegido hacía ya muchos años entre más de doscientos aspirantes, todos ellos extraordinariamente capacitados. Haciendo honor a esta confianza, cay? con rapidez en un profundo letargo. Mientras tanto, el contador repasaba una y otra vez la cuenta de los dedos de pies y manos. Su tarea exig?a que estuviera muy atento y no perdiera la concentraci?n, porque su funci?n era la de sacar al hechicero del trance en el mismo instante en que desapareciera el dedo medio de su pie derecho. Antes de que esto sucediera podría ocurrir que perdiera otros dedos de los pies o de las manos e incluso se contaba de una ocasión en que perdi? una oreja, sin embargo el contador de dedos no debía dejarse impresionar por todas estas manifestaciones y despertar al hechicero sólo en el momento justo. Si lo hacía antes, el ritual seráa in?til, si lo hacía después, el hechicero corr?a el riesgo de perder la vida.
La ceremonia fue decepcionante por lo breve, probablemente debido a las extraordinarias cualidades del hechicero. éste no perdi? ningún otro miembro, no hubo sangre, no hubo gritos ni convulsiones. El dedo medio de su pie derecho se limitú a empequeñecer poco a poco hasta desaparecer completamente. La ceremonia había concluido.
- Gran Dios YaoYao. He escuchado tus exigencias. Nosotros, tus hijos, agradecemos tu consejo y protecci?n y haremos lo que nos pides. Mañana, al amanecer, la criatura más joven nacida en nuestro pueblo te será sacrificada.
El yaoyao, s?bitamente espantado, no quiso seguir escuchando. Con gran esfuerzo, desenterr? sus ra?ces del suelo y huy? despavorido del pueblo de los cuparamango. Nunca más se supo deél; tampoco del hechicero, que fue inmediatamente destituido y obligado a abandonar la aldea. Los cuparamango, ya sin dioses ni consejeros, siguieron con sus vidas tranquilas, hasta que un mal día, fueron atacados y convertidos en esclavos por unos hombres que llegaron desde el cauce alto del r?o.

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Tori21 - Subjefa/e de cocina

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por Tori21 » 11 Ene 2007 12:09
ESTO MUY PARECIDO LO LEI YO A ANTONY DE MELLO-EL CANTO DEL P?JARO
MAS O MENOS DICE QUE SI UN POL?TICO UN MAESTRO O UN PREDICADOR
EN ESTE CASO UN BRUJO NO DICE LO QUE QUEREMOS VER O O?R, YA ES MALO.
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SIRENA64 - Jefa de cocina

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por SIRENA64 » 11 Ene 2007 12:28

a ti por leerlo
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por Tori21 » 11 Ene 2007 13:04
ahora me voy a trabajarleere los que haya, tori,
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Tori21 el 06 Jun 2007 01:12, editado 1 vez en total.
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por Tori21 » 12 Ene 2007 02:05
esperemos que gane el lobo bueno. en cuanto al que el hombre no sabe
ser feliz es verdad pobre animal,
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Tori21 el 06 Jun 2007 01:13, editado 1 vez en total.
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SIRENA64 - Jefa de cocina

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por SIRENA64 » 12 Ene 2007 11:16
El enigma del forzudo
El forzudo está tendido sobre el catre. El remolque se mueve; basta echar un vistazo a la ventanilla para comprobarlo. Deben ser las dos de la mañana y el forzudo está tendido sobre el catre del remolque. En un principio, se deja hacer, se deja besar por la domadora, escrutar, cartografiar. La domadora hace honor a su oficio. El forzudo no ofrece resistencia. Acaso cuando ella pellizca sus pezones; entonces él la distrae atrayendo su boca hacia la suya. Un bache. Estos labios se vuelven cada vez más inquisidores. No quieren dejar regi?n sin explorar. Un frenazo. Con su primera iniciativa realmente libre de la noche, el forzudo aprieta los senos de ella, de una forma insolente, con evidente voluntad de molestar. Ella no protesta. M?s bien lo agradece. Por eso, el forzudo pasar? al asalto. Un cintur?n de cuero colgando del pomo de la puerta, balance?ndose. Una botella vacía que rueda por el suelo de la caravana. Un cintur?n que es la autúntica medida del tiempo, que ahora oscila sinuoso, irregular. Una botella que va y viene a las cuatro esquinas del remolque. El forzudo y la domadora, por temperamento, están destinados a amarse furiosamente, c**o si se contradijeran, c**o si lucharan en el fondo de una tumba y quisieran emerger el uno a costa del otro. Una tumba en movimiento. Están destinados a una forma de lujuria hermana de la agon?a, del desespero. Destinados a ara?arse mutuamente, vengando cada brizna de placer con otra brizna, cada mordida con otra. El forzudo muerde su cuello y ella responde ara?ando sus gl?teos. La domadora le aprieta sus genitales con las dos manos y él la empuja bruscamente hacia los pies del lecho, c**o un polo negativo repele a otro polo negativo.
El forzudo se llama Desiderio; la domadora se llama Dolores. Ser enemigos resulta en realidad gratificante; al menos se tienen el uno al otro, se pueden mirar en él. O mejor, si Desiderio mira en su interior puede verla a ella, y a la inversa. ?Eres despreciable?, dice Dolores en un respiro. En realidad, por eso luchan, para leerse el uno en otro.
Un bache. Un grito. Una voz c**o si terminara en un alfiler, c**o si se prolongara en algo puntiagudo. Un chillido de mujer, de domadora, de leopardo. El conductor debe haberlo o?do en la cabina; al igual que el forzudo puede escuchar las protestas de los animales circenses en el camión que les sigue. Si el forzudo hubiera adivinado el estertor, el chorro ennegrecido brotando del cuello, el vartigo en las pupilas de la domadora c**o dos sellos de oro; si hubiera podido anticipar el olor de la sangre, quiz?, y sólo quiz?, no hubiera obrado c**o lo ha hecho. No hubiera estirado el brazo hacia el caj?n, no hubiera extra?do el cuchillo de cocina. Sin embargo, una botella rueda hacia el fondo del remolque. Un cintur?n sigue dando las horas.
Exhausto, Desiderio se quita de encima el cuerpo sin vida y se asoma a la ventanilla. Los hitos kilom?tricos se suceden c**o fotogramas. Un hito. Un hito. Un hito. Un hito. Veintis?is hitos por segundo. El conductor parece haber acelerado hasta alcanzar un ritmo fren?tico. Las farolas de la autopistas. Dolores rueda por el suelo de la caravana. Tropieza con la botella. La botella tropieza con su nariz. El conductor, no cabe duda, está acelerando hasta una velocidad próxima a la del sonido. Una tumba en movimiento uniformemente acelerado. Balizamientos.
La caravana está ardiendo, no cabe duda. Se queda perplejo frente al fuego durante unos instantes, frente al cad?ver, en un olvido de sí. Abre la puerta que comunica con la cabina. Los asientos están ardiendo. El conductor está ardiendo. Desiderio tiene que saltar, o bien entregarse a la virtud purificadora del fuego. Tiene que saltar. Si sobrevive no podrán imputarle ningún crimen. Todo se habrá calcinado. No podrán acusarle. ?Fuego? y ?cad?veré conforman un sintagma perfecto. Desiderio es capaz de imaginar restos ?seos carbonizados. Una dentadura. La dentadura enemiga de la domadora. Arder? durante kil?metros. Un fuego fatuo en la autopista. A veintis?is hectúmetros por segundo.
El fuego, puede observar el forzudo, se extiende al camión que les sigue, el de los animales. El arca de No? ardiendo. La extinci?n de las especies. El arca sobre la autopista y la botella se ha detenido junto a la mano de Dolores. Es su magnetismo. ?Borracha asquerosa?, piensa el forzudo (?o lo ha dicho en voz alta?). Los animales no pueden saltar, no pueden abandonar el arca. A Desiderio le basta con romper una ventana. Puede hacerlo con facilidad. Es un forzudo, precisamente, por esa facilidad. Pero el camión corre demasiado. El fuego se extiende a otro camión del convoy, el de los másicos. Alguno salta por la ventanilla y se pierde en la oscuridad. No parece caer al suelo; parece caer hacia atrás en el tiempo, hundirse en la negrura que persigue al convoy del circo. ?Debe saltar el forzudo? Antes tiene que resolver un interrogante:¿por qué lo ha hecho? ¿Por qué Dolores está tendida en el suelo de la caravana? Tiene que averiguarlo ahora, entre el fuego que ya alcanza al remolque, al Arca de los animales, al camión de los másicos. Tiene que hacerlo ahora por si no sobrevive. Tiene que morir sabi?ndolo.
El conductor ya ha saltado; no parec?a otra cosa sino una estrella fugaz. Ha cruzado por la ventana del remolque c**o un meteorito. ?Ha dicho algo? ?Ha gritado algo? El cintur?n de cuero está ardiendo. El camión continúa su rumbo sin piloto, c**o si fuera un vag?n sobre unos ra?les invisibles. De pronto (nunca esta expresión ha resultado tan certera), el camión de los másicos que estalla. El mayor espectúculo del mundo. Miembros por el aire. Partituras rid?culas hechas a?icos. Dolores tambiénha comenzado a arder. La botella refleja demasiada luz. Las pupilas detenidas de Dolores reflejan demasiada luz. ¿Por qué lo ha hecho? ?Dijo ella algo inoportuno? ?Eres despreciable?, fue lo único que tuvo tiempo de decir. En cualquier caso hay que romper la ventanilla antes de que trague humo. Antes de que lo entierre el humo.
No es posible que el convoy está ardiendo. No es posible que el remolque contin?e su rumbo sin conductor. No es posible esta velocidad cinematogr?fica. No es posible que haya matado a Dolores. No es posible saltar. No es posible que el motor se detenga cuando se agote el combustible (ahora no se mueve por combustible). CRASH. Cristales rotos abriendo una salida al humo. No es posible quedarse dentro de la caravana. El cintur?n está ardiendo, Dolores está ardiendo. El catre está ardiendo. Demasiado humo a pesar de que la ventanilla ya ha sido rota por el forzudo. No es posible casi respirar. No es posible, pero de pronto la puerta trasera se abre, y hay un tigre sobre la cabina del camión de los animales. Está mirando al forzudo. Está interrog?ndolo con sus ojos reflejando la totalidad de la escena. Desiderio, el fuego, el cad?ver en unas pupilas de animal; porque todo reflejo es una pregunta. ¿Por qué matú a Dolores? ¿Por qué todo está en llam así ¿Por qué de repente, cuando no hay esperanza, el convoy se detiene, progresiva, suavemente, y Desiderio ve desde la ventanilla a los payasos acercarse provistos de extintores?
El forzudo baja del remolque. Sale a la noche. Sale a la claridad de una noche reconocible, consistente, con estrellas en el cielo y la ley moral dentro de los hombres. Un payaso se aproxima. Es Lucien, el clown. Trae un extintor.
?¿Estás bien? ?pausa? ?estús bien??repite? ¿Y Dolores?
?Dolores ha muerto. Ha muerto... Yo..., estoy bien.?Recupera el resuello, se sienta al borde de la autopista, acepta el cigarrillo que le ofrece el payaso. Se tranquiliza ?estoy bien.
?Tranquilo. Lo importante es que al menos tú estés a salvo. ?pausa mientras mira arder el camión; se aproxima a él para observar los restos de Dolores. Regresa.
¿Se ha consumido? le dice al forzudo. El convoy es una serpiente estirada, ardiendo. Ruidos de sirenas. Chillidos. La hija del saxofonista llora desconsoladamente al fondo.
??D?nde estamos? ?pregunta el forzudo con la cabeza entre las manos.
?En el infierno. Esto es horrible ?el payaso no sabe sincronizar sus palabras con sus gestos, no hay drama en su expresión?. El fuego ha comenzado en la locomotora. El viento lo ha arrastrado a vuestro vag?n, y después al de los animales, y después al de los másicos.
Hay una pausa que se abre paso entre los chillidos, las sirenas, los gritos de dolor, la b?squeda casi infructuosa de supervivientes en los tres primeros vagones. Desiderio le está abriendo con su gesto, con su mirada, está levantando el peso mayor de su existencia. Está desafiando a la gravedad con una pausa que se abre paso entre el ruido de la desolaci?n.
?¿Esto es un tren? ?pregunta desconcertado.
¿Esto era un tren.
Y entonces el forzudo se pregunta qué túnel del alma, qué regi?n oscura ha debido atravesar y a qué velocidad de espanto; a cuántos kil?metros dejé atrás su humanidad y el gobierno de sus manos. El tigre, desde lo alto de un vag?n, le sigue observando.

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Tori21 - Subjefa/e de cocina

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por Tori21 » 12 Ene 2007 11:22
SIRENA-la foto del pajarito y la mano me a dejado,tocado que cosa mas bonita,leere el del forzudo,
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SIRENA64 - Jefa de cocina

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por SIRENA64 » 12 Ene 2007 15:40
ZAFIRO LA DIOSA DEL AGUA
Siempre que tus labios hagan contacto con el agua, siempre que tus ojos se pierdan en el mar o en las gotas de la lluvia, si te concentras bien, puedes llegar a conocer a través de los pensamientos de tu mente la historia de Zafiro, la diosa del agua.
Ella viv?a en una tierra glacial, su lindo castillo azul se alzaba por encima de todo y ella observaba a los demás dioses desde una altura considerablemente alta.
Nadie podía llegar a su castillo, estaba colocado sobre un gran montúculo de hielo muy resbaladizo. Los refugios de los demás dioses no eran así, él de la diosa de la tierra, por ejemplo, no tenía cabida, en un rinconcito de toda la extensi?n del duro hielo se amontonaba un poco de arena blanca y fina. Espiga, la diosa de la tierra, viv?a camuflada all?, podía convertir en cuanto quisiera todo su cuerpo en granos de arena y luego volver a ser de carne y hueso cuando ella lo decidiera. Pero ser un grano de arena y volar con las brisas del aire de aquí para allí eran tan divertido, que ninguno de sus compa?eros dioses recordaban ya el aspecto que tenía.
Voluble, la diosa del aire. Viv?a en su casita hecha de hojas de los ?rboles de distintas clases, pero esa casita no siempre estaba en el mismo sitio, cuando a ella se le antojaba mov?a su mano en dirección hacia ella, y una r?faga de aire se la llevaba y la volvía a construir donde la dirección del viento le indicar?.
Y ya solo nos faltaba, el dios del fuego, Azufreliux. No muy lejos del castillo de Zafiro, había un pequeño volc?n que siempre estaba chorreando lava ardiente, el dios usaba el mismo poder de metamorfosis que Espiga y siempre se camuflaba entre esa lava, y corr?a montaña abajo.
Todos se lo pasaban bien, todos gozaban de plena libertad para recorrer su mundo de un lado para otro. Todos menos Zafiro, ella nunca salía de su castillo, nunca lo abandonaba convertida en un charco o en una gran tormenta, siempre estaba dentro deél, observ?ndolo todo, y si alguna vez Voluble, se atrev?a a aprovechar sus r?fagas de aire y volaba por encima deél, ella se escondía en un rincón, se convertía en un charco y se metía por las ranuras de las paredes del castillo.
Se dio el caso de que Voluble y Espiga estaban enamoradas de Azufreliux, pero él sin embargo no podía parar de pensar en Zafiro. Voluble y Espiga, celosas, le pararon una trampa. Voluble pasó por encima de su castillo c**o tantas otras veces, pero ésta vez no fue de pasada, ella se mantuvo en lo alto soplando y soplando hasta que una gran corriente de aire logró sacar a Zafiro del interior de su castillo.
Luego Espiga concentréndose bien, con sus manos bien abiertas, hizo que se desprendieran de sus dedos montones de granos de arena, tantos c**o para convertir aquella tierra glacial en un desierto.
Zafiro vagaba porél, perdida y díbil, era la diosa del agua, tenía un gran poder sobre ella y sabía c**o utilizarlo, pero estaba lejos de su castillo y eso en cierta manera, le impedía hacer uso de él.
Voluble ayudaba Espiga y la agitaba en forma de granos de arena, muy cerca del rostro de Zafiro.
Zafiro vio un reguero de lava que la perseguía, era el dios del fuego Quién le dijo:
-S?gueme, yo te guiar? hasta tu castillo, pero deber?s permitirme visitarte de vez en cuando c**o tu novio.
- T? no puedes llegar a mi castillo está demasiado alto.
-Pero puedo rodearlo convertido en lava y tú solo tendrás que salir y sentarte unos centímetros más abajo de la puerta de tu castillo.
- Yo nunca salgo del castillo.
- Ahora estés afuera, y c**o no me hagas caso, nunca volverás a estar enél, no es mucho lo que te pido, solo quiero un poco de tu atenci?n y en el tiempo en que estemos juntos solo estarás a unos pocos centímetros de la puerta de tu castillo, con solo alargar la mano podrás abrirla y volver a entrar dentro ¿No puedes por lo menos intentarlo?
Se oyeron las risas de Voluble y Espiga.
-No cuentes con eso Azufreliux, Zafiro nunca se atreveré a vivir fuera de su castillo-dijo Espiga.
-Es cierto, no sé c**o te has podido enamorar de ella, es tan boba que no sabe ni encontrar la manera ella sola de volver a su castillo.
Esas palabras enfurecieron a Zafiro, una gran tormenta se levanto en ese momento. El agua desplaz? a toda la arena que estaba sobre el hielo, dejéndolo visible otra vez.
La mayor cantidad de agua cay? sobre el castillo de Zafiro, poco a poco, mientras que cada una de esas gotas se juntaban y adoptaban la forma del cuerpo de la diosa.
El dios del fuego dejé su estado actual de lava y tomó su forma original, y ensimismado la aplaudi?, mientras que Voluble y Espiga se alejaban envidiosas.
Desde aquel suceso, Zafiro, se atrevi? a salir de su castillo, primero solo se paseaba por el montúculo de hielo, pero poco a poco y con el paso de los días, fue recorriendo toda la tierra a lo largo y a lo ancho
LA ABERTURA SECRETA DE LA MONTA?A DE TRES PICOS A veces existen leyendas sobre lugares con aspectos raros que todo el mundo le otorga precisamente por ello, por la apariencia externa que dan a la gente. La mayoría de las ocasiones estas leyendas no son ciertas, y el revuelo que forman estas historias entre la gente queda c**o simples an?cdotas al cabo de un tiempo, pero? ¿Qué ocurrir? si una de estas leyendas resultara ser cierta al cien por cien? Pues que la gente la ignorar?a por completo, o no le daréan la suficiente importancia que requeriría para que se pudiera evitar una terrible y desgraciada situaci?n.
Y precisamente de un caso que recoge muy bien todos los aspectos transmitidos aquí, es de lo que se trata la siguiente historia. Es una historia espeluznante, atormentadora y circunstancial, que tiene lugar en una montaña cerca de una aldea realmente muy pequeña, con apenas cuatro hileras de casuchas mal construidas y descoloridas. Una aldea muy tranquila y muy aburrida, hasta el punto de que el único entretenimiento de los habitantes era cuchichear e inventarse historias que ellos creían irreales, pero para su desgracia, no todas ellas lo eran.
Por ejemplo, la montaña de la que más se hablaba era de: la montaña de los tres picos.
Era una montaña que parec?an tres en una sola, la historia resumida y en pocas palabras sobre ella era que esos picos tenían un por qué, representaban los tres picos de la maldad absoluta ya que se decía que allí se escondía el mundo de todos los esp?ritus malignos, que estaban esperando con ansias salir de su encierro para devorar a la gente.
Cada uno de los tres picos en los rumores, recib?an tres nombres distintos: el pico de la perdici?n, el pico de la desesperaci?n y el pico del camino hacia la muerte.
Esa montaña era muy s?lida pero a la vez estaba tambiénmuy agrietada, y la gente que había tenido el descaro de subir hasta el punto más alto del pico central, es decir, del pico de la desesperaci?n, había explicado que habían llegado a ver c**o un pequeño pozo en el suelo, muy profundo, lleno de un líquido rojo que bien podía ser sangre o lava, y terminaban contando que esa era la obertura que en los días y noches lluviosas se iba ensanchando para liberar a los esp?ritus y que cuando alcanzara la medida necesaria, todos pagar?amos la visita de ellos con nuestra sangre. Por fortuna en esa zona no sol?a llover mucho, por esa razón los esp?ritus si realmente querían hallar su libertad necesitar?an una pequeña ayuda.
Ellos eran capaces de contactar con las personas a través de los sueños, un trabajo que requería muchísimo esfuerzo de su parte y debido al tiempo que llevaban sin comer sangre humana estaban muy desganados para llevarlo a cabo, pero aún así lo realizaron, y contactaron con una persona a quien hipnotizaban todas las noches para que estando son?mbula construyese una míquina que proporcionara días enteros de lluvia. A la mañana siguiente ella no se acordaba de nada y a la noche volvía a enfrascarse de nuevo en su trabajo de la construcción de esa míquina, ella recib?a toda la información necesaria para construirla de los esp?ritus, ya que ellos necesitaban alguien del exterior que comenzase la lluvia sustituyendo así a la naturaleza y adelantando su libertad y la destrucción de todos los demás.
Al fin la míquina estuvo acabada, colocada en el pico más bajo de la montaña, es decir, el pico hacia el camino de la muerte, y puesta en funcionamiento por su misma fabricante. Tras esto, llovi? durante una semana entera en que los esp?ritus celebraron gloriosos fiestas y ceremonias a la espera de que se abriera la obertura que les dejar?a el paso libre. Pasados los siete días, la fabricante de la míquina, la cuál no se acordaba de nada puesto que había hecho todo el trabajo dormida y creía que sus escasos recuerdos eran solo imágenes de sueños ef?meros. Ella misma, resultú ser la primera vactima de los esp?ritus. éstos tenían aspecto de gatos negros, largas uñas afiladas, pelo muy voluminosos y colmillos puntiagudos y perforantes. Se escondían en las esquinas esperando agazapados a sus vactimas, y se lanzaban con fortuitos ara?azos hacia ellas, destroz?ndoles la piel por completo y bebi?ndose toda su sangre, cabe destacar que con cada gota de sangre, aumentaba el tamaño de estos gatos.
Los esp?ritus formaron una gran carnicer?a en esa aldea que hasta la fecha había sido muy tranquila en cuanto a incidentes desafortunados, y sabiendo el tiempo que llevaban sin comer, dudo mucho que se conformaran tan solo con las personas de aquella aldea y renunciaran en recorrer el mundo en busca de más y más alimento.
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Eugenia - Subjefa/e de cocina

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por Eugenia » 12 Ene 2007 23:55
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Tori21 - Subjefa/e de cocina

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por Tori21 » 13 Ene 2007 10:26
HOLA EL TIGRE ME RECUERDA A LA ESPADA DE DAMOCLES,
EL DE ZAFIRO ME A ENCANTADO,TORI.
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