carta del Gran Jefe Seathl al Presidente de Estados Unidos:

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louison
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carta del Gran Jefe Seathl al Presidente de Estados Unidos

Mensaje por louison » 28 Feb 2005 23:16

carta del Gran Jefe Seathl al Presidente de Estados Unidos


El Gran Jefe de Washington nos hace saber que quiere comprar nuestras tierras.
También nos manda palabras de amistad y buenos deseos. Es muy amable de su parte, ya que sabemos que no necesita nuestra amistad a cambio.

Pero tendremos en cuenta vuestra oferta, pues sabemos que si no lo hacemos el hombre blanco puede venir con sus armas y coger la tierra.

Sobre la palabra del Gran Jefe Seathl, el Gran Jefe de Washington puede estar seguro, tanto c**o nuestros hermanos blancos pueden estar seguros del retorno de las estaciones.
Mis palabras son c**o las estrellas, nunca se ocultan.


¿Cómo se puede comprar o vender el cielo, el calor de la tierra?
La idea nos resulta extraña.
No poseemos la frescura del aire o el brillo del agua. ¿Cómo podéis comprérnoslo a nosotros?
Lo decidiremos a su tiempo.


Cada pedazo de ésta tierra es sagrado para mi gente. Cada reluciente aguja de pino. Cada orilla arenosa.
Cada niebla en los oscuros bosques. Cada claro y cada insecto que zumba es sagrado en el recuerdo y la experiencia de mi gente.
Sabemos que el hombre blanco no entiende nuestra forma de ser.
Para él un fragmento de tierra es igual a cualquier otro, porque es un extraño que llega por la noche y coge de la tierra todo lo que necesita.
La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando la ha conquistado, sigue adelante.
Deja las tumbas de sus padres atrás, y no le importa.
Arrebata la tierra a sus hijos. No le importa.
Las tumbas de sus padres y los derechos de sus hijos quedan olvidados.
Su apetito devorar? la tierra, dejando sólo un desierto.

La visi?n de vuestras ciudades hace daño a los ojos del piel roja. Pero tal vez sea porque nosotros somos salvajes y no comprendemos.
No hay un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco.
No hay un lugar donde escuchar las hojas en primavera, o el susurro de las alas de los insectos.
Pero tal vez porque soy un salvaje y no entiendo, el estruendo sólo parece insultar los o?dos.
¿Y qué queda en la vida, si un hombre no puede escuchar el hermoso grito del chotacabras o las discusiones de las ranas en la charca por la noche?
El indio prefiere el suave sonido del viento surcando la faz del lago, y el olor del viento mismo, limpio tras una lluvia de mediodía.
O perfumado por un pino pi?onero.

El aire es precioso para el piel roja.
Porque todas las cosas comparten un mismo aliento, las bestias, los ?rboles, el hombre.
El hombre blanco no parece darse cuenta del aire que respira. c**o un hombre que lleva días moribundo, ya no percibe el hedor.
Si decido aceptar, sólo pondré una condici?n. El hombre blanco debe tratar a las bestias de la tierra c**o a hermanos suyos.
Soy un salvaje, y ?sa es la única manera que entiendo.
He visto mil b?falos pudri?ndose en las praderas, dejados por el hombre blanco, que les dispar? desde un tren al pasar.
Soy un salvaje y no puedo entender cómo el caballo de hierro que echa humo puede ser más importante que el b?falo, que matamos sólo para sobrevivir.
¿Qué es el hombre sin las besti así
Si todas las bestias desaparecieran, los hombres morir?an de una gran soledad de esp?ritu, porque lo que les ocurra a las bestias, le ocurre tambiénal hombre.
Todas las cosas están conectadas. Lo que le pase a la tierra, le pasar? a los hijos de la tierra.


Nuestros hijos han visto a sus padres humillados en la derrota. Nuestros guerreros han sentido verguenza.
Y después de la derrota, pasan sus días sin hacer nada, y contaminan sus cuerpos con comidas dulces y bebidas fuertes.
Importa poco donde pasemos el resto de nuestros días: no son muchos.
Unas pocas horas, unos cuantos inviernos, y ninguno de los hijos de las grandes tribus que una vez vivieron en ésta tierra, o vagaron en pequeños grupos por los bosques, quedarén ya para llorar sobre las tumbas de un pueblo que una vez fuí tan poderoso y esperanzado c**o el vuestro.


Una cosa sabemos, que el hombre blanco tal vez descubra un día.
Nuestro Dios es el mismo Dios.
Puede que ahora pensáis que podéis poseerlo, igual que dese?is poseer nuestra tierra. Pero no podéis.
Es el Dios de los hombres. Y su compasi?n es igual para el piel roja que para el hombre blanco.
Esta tierra es preciosa para él. Y hacer daño a la tierra es amontonar desprecio sobre su creador.


Los blancos, también, desaparecer?n. Quiz?s antes que otras tribus.
Seguid contaminando vuestra cama, y una noche morir?is asfixiados en vuestros propios desperdicios.
Cuando los b?falos son masacrados, todos los caballos salvajes domesticados, los rincones más secretos del bosque llenos del olor de muchos hombres, y la vista de las ricas montañas oculta por mujeres habladoras, ¿dónde está la espesura? desaparecida. ?D?nde está el ?guila? Desaparecida.
Y qué significa decir adi?s a la agilidad y la caza? El fin de la vida y el comienzo de la superviviencia.


Tal vez podríamos comprender, si supi?ramos cuáles son los sueños del hombre blanco, cuáles las esperanzas que describe a sus propios hijos, en la larga noche invernal.
Qué visiones graba en sus mentes, para que deseen un mañana.
Pero somos salvajes. Los sueños del hombre blanco están ocultos para nosostros.
Y c**o están ocultos, seguiremos nuestro propio camino.
Si accedemos, será para poder estar en la reserva que nos hab?is prometido. Allí tal vez podamos vivir los cortos días que nos quedan, a nuestro modo.


Cuando el último piel roja haya desaparecido para siempre, y su recuerdo sea la sombra de la nube que pasa sobre la pradera, éstas orillas y bosques todavía albergar?n los esp?ritus de nuestra gente. Porque aman ésta tierra, c**o el recién nacido el latido del corazón de su madre.


Si os vendemos nuestra tierra, amadla c**o la hemos amado. Cuid?dla c**o nosotros lo hemos hecho.
Retened en la mente el recuerdo de la tierra, tal y c**o es cuando la ocup?is.
Y con toda vuestra fuerza, con todo vuestro poder, y con todo vuestro corazón, conservadla para vuestros hijos.
Y amadla c**o Dios nos ama a todos.
Incluso el hombre blanco no puede escapar al destino com?n.

Carta al Presidente de los Estados Unidos, escrita por el jefe Seathl de la tribu Duwamish, estado de Washington, en 1855, acerca de la propuesta de compra de las tierras de la tribu.

Anonymous
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Mensaje por Anonymous » 01 Mar 2005 02:56

Y se permitían llamarlos salvajes :duda:

Gallega
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Mensaje por Gallega » 01 Mar 2005 04:34

:nodigona: :nodigona: :nodigona: :nodigona: :nodigona: :duda: :duda: :duda: :duda: :duda:

Anonymous
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Mensaje por Anonymous » 01 Mar 2005 08:45

:o :o :o :herida:

nuvol
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Mensaje por nuvol » 01 Mar 2005 16:20

:o :o :o :o :o :duda: :duda: :duda: :duda: :duda: :(

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