Soy nueva y tengo el articulo del Pais....:

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Druida
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Mensaje por Druida » 14 Mar 2005 21:32

Bienvenida al foro :D :up: :up: :plas: :plas: :plas:
:beso:

mamita
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Mensaje por mamita » 14 Mar 2005 21:36

BIENVENIDA AL FORO :plas: :plas: :plas: :plas: :plas: :plas: :plas:

solsol
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Mensaje por solsol » 14 Mar 2005 21:36

BIENVENIDA AL FORO MOKA!!!!!!


PON EL ARTICULO PORFA :beso: :beso: :beso:

PAZ53
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Mensaje por PAZ53 » 14 Mar 2005 21:50

BIENVENIDA, MOKA!!!!!!
:beso: :beso: :beso: :beso: :beso:

Y PON EL ARTICULO PORFI

moka
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Mensaje por moka » 14 Mar 2005 21:50

Aqui teneis. Es muy bueno

REPORTAJE

La vida de Mercedes

En enero, Juan José Mill?s nos contó su Proyecto Sombra con María Tapia, cien por cien ama de casa. Una lectora, Mercedes Grande, escribió una carta a EPS y le invitú a pasar una jornada juntos. Ella atiende su hogar, tiene dos niños y además trabaja en un centro de salud. Mill?s aceptú el nuevo reto. Así fue el segundo maratún.


JUAN JOS? MILL?S

EL PAIS SEMANAL - 13-03-2005









El maratún de Mercedes Grande. (CARLOS SERRANO)
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FOTOGALER?A
EP[S] La vida de Mercedes





El pasado 9 de enero firm? en estas mismas páginas un reportaje sobre María Tapia, ama de casa de una localidad perif?rica de Madrid (Getafe), casada y con un hijo. Destacaba en él la contradicci?n de que las amas de casa, pese a realizar un trabajo esencial para la comunidad, no tuvieran ningún reconocimiento debido a que su trabajo no genera intercambios econ?micos. Tratú de señalar tambiénlo anuladora que podía llegar a ser una actividad llena de rutinas solitarias, destacando el papel narcotizante que en ese grado cero de la soledad cumple con frecuencia la televisi?n.

La respuesta de los lectores fue tal que tres semanas más tarde, el 30 de enero, EPS public? un monogr?fico de cuatro páginas con una selección de las cartas al director provocadas por el reportaje. Entre las remitentes había muchas mujeres que trabajaban fuera y dentro de casa, y a las que la vida de María Tapia les parec?a envidiable. Algunas me invitaban a pasar un día con ellas. Tal era el caso de Mercedes Grande, cuya carta me llam? la atenci?n por la velocidad a la que parec?a escrita. Dec?a así:

?6.00: suena el despertador. 6.15: me levanto, me ducho, me arreglo. 6.45: visto a los niños (Celia, de cuatro años, y Nicol?s, de dos). 7.10: salgo de casa, recorro 10 kil?metros para llevar a mis hijos a la escuela a la que asisten (desayunan all?). 7.30: camino al trabajo recorro 40 kil?metros hasta llegar, incluido el atasco de la M-45 de todas las mañanas. 8.15: llego al centro de salud en el que trabajo, el tel?fono no para, los pacientes forman largas colas en el mostrador. Por fin, las 11.00: 20 minutos para el café (aprovecho para comprar). 15.00: salida del trabajo, corriendo al coche, 40 kil?metros de vuelta al colegio (por favor, ni accidente, ni atasco). 16.00: del cole a casa. 16.20: llego a casa, y hoy, 10 de enero de 2005, tardo 45 minutos en aparcar; vivo en el 42, y en el 46 hay un cole en el que mi hija no fue admitida, pero tengo que soportar que los papás aparquen sus coches en primera, segunda o tercera fila sin que nadie les multe, y tengo que esperar que ellos recojan a los suyos mientras los míos se desesperan o lloran hasta que aparco. 17.05: subo los cuatro pisos (sin ascensor). 17.15: merienda de los niños; c**o yo, pongo la lavadora, destender, tender, vaciar lavaplatos?, las tareas de una casa. 18.00: si falta algo, a comprar. 19.00: preparo la cena. 19.30: baño. 20.00: cena. 20.30: niños a la cama,¿por fin! (si tengo ganas, ceno; si ha llegado mi pareja, charla). 21.00: recoger las cosas de la cena. 22.00: si hay ganas, a planchar; si no, a leer un poco, o un poco de tele, pero sentadita, que si me tumbo, me duermo. Los fines de semana me quito las siete horas de trabajo fuera de casa, pero hay que poner la casa al día para el resto de la semana: comprar, lavar, planchar, disfrutar un poco de la familia, niños, pareja, etc?tera. Todo esto por un sueldazo de 850 euros mensuales (de los gastos ni hablamos, porque daréa para otra carta). Sin desprestigiar el trabajo de las amas de casa, ojalá yo trabajara sólo 12 horas en mi casa y tuviera media hora diaria para tomar café con mis amigas. Se?or Mill?s, cuando quiera le invito a que pase un día conmigo. Atentamente, Mercedes Grande L?pez?.

Telefone? a Mercedes Grande y aceptú su invitaci?n. Quedamos en que me convertir?a en su sombra el 26 de enero, aunque unos días antes le hice una visita para conocer el terreno. Quer?a pedirle tambiénque me dejara dormir en su casa la noche anterior para asistir al big bang matinal con el que comenzaba su jornada, pero desistú de ello al advertir que el único lugar que me podría haber cedido era el sal?n, una dependencia de paso entre el dormitorio de la pareja y el de los hijos, y entre las habitaciones y el cuarto de baño.

Mercedes vive con su pareja (Paco) y sus dos hijos (Celia, de cuatro años, y Nicol?s, de dos) en un piso de alquiler situado en la calle de Santa Isabel, en Madrid, cerca de Atocha. El edificio, muy antiguo, carece de ascensor y de calefacci?n. Su casa está en el cuarto piso, y tiene dos habitaciones y un sal?n que en realidad es una especie de ves?cula del pasillo y que funciona tambiéncomo distribuidor, pues carece de puertas. Tiene además una cocina independiente y un cuarto de baño. En una de las habitaciones duerme el matrimonio, y en la otra, donde han puesto una cama-nido, Celia y Nicol?s. Quiz? porque la vivienda procede de la divisi?n de un piso antiguo en dos, su pasillo resulta algo tortuoso y ocupa muchos metros cuadrados de un domicilio que no es grande. Mercedes y Paco han colocado en él estanterías para libros, además de utilizar algunos de sus recovecos para apilar objetos de difícil clasificaci?n. La habitaci?n de los niños da a la calle, y la de ellos, a un patio interior en el que tienden la ropa. Pagan, un mes con otro, casi 600 euros de alquiler, lo que, aunque parezca increíble, es un buen precio en relaci?n a la oferta existente en Madrid. Al no tener calefacci?n, durante los meses del invierno se les dispara el recibo de la luz, pues calientan la casa a base de radiadores el?ctricos y de una estufa de butano situada en medio del pasillo, y a la que Mercedes ha cogido miedo por la cantidad de sucesos protagonizados este invierno por esos artefactos. A fuer de muy vivida, la casa resulta acogedora, de tal modo que cuando llevas en ella diez minutos da pereza irse.

Llegu? a casa de Mercedes a las 6.20. Los term?metros estaban bajo cero debido a una ola de frío procedente del interior de Europa. Si escuchabas al hombre del tiempo tenías la impresi?n de que Europa era un congelador del que alguien se había dejado la puerta abierta. El aire de la sierra madrileña, que según el refr?n no apaga un candil, pero mata a un hombre, traspasaba sin dificultad las sucesivas capas de ropa y se colaba por los poros de la piel buscando el esqueleto. Ni la subida a pie de los cuatro pisos me ayud? a entrar en calor. En la puerta de la casa de Mercedes había una bombona de butano vacía. Llam? al timbre y me abrió Paco, su pareja, que ya estaba vestido, tomóndose un café. Le acompa?? a la cocina y me prepar? un tú. Los niños aún dormían y Mercedes estaba en el cuarto de baño, arreglóndose.

Mientras hablébamos del tiempo, Paco cortú un par de lonchas de queso e hizo con ellas un s?ndwich que envolvi? en papel de aluminio. Después lo metió en una bolsa de plástico transparente, de las que se usan para congelar alimentos, junto a dos mandarinas, un plátano y un yogur. Me dijo que era el tentempi? que Mercedes se tomaba a media mañana y con el que aguantaba hasta las 17.00 o 17.30, su hora de comer.

Enseguida apareció ella, duchada y vestida. Me pareció que llevaba el pelo mojado, lo que era una especie de suicidio con aquellas temperaturas, pero no dije nada. A las 6.37 se escuch? el ruido de una cisterna proveniente de algún lugar del silencioso edificio, y fuimos a despertar a los niños. Mercedes se ocup? de Celia, y Paco, de Nicol?s. Extrañado s por mi presencia, se dejaron hacer mejor que otros días. De todos modos, hubo que negociar un poco con Celia sobre la ropa.

?Hace fríoéle dijo Mercedesí. Mira cómo vamos todos, con cuello alto.

Me retir? al sal?n, donde había un transistor encendido, para no desengancharme del todo de la actualidad. Estaban hablando del estado del tráfico. Parec?a un parte de guerra. Enseguida apareció Celia, vestida y peinada, con un cuento en la mano. Se sentú a mi lado y me pidió que se lo leyera. c**o la vida es así de rara y de contradictoria, el cuento empezaba diciendo: ?Era un caluroso día de verano?.

?¿Cómo es posible ?preguntó a la niña? que dentro del cuento, que está a tan poca distancia de nosotros, haga calor y aquí fuera haga frío?

En vez de mirarme c**o a un idiota, que es lo que habría hecho un adulto, Celia le dio un par de vueltas al asunto y al final sentenci? que dentro del cuento era verano, y fuera deél, invierno. Le suger? entonces que nos metióramos en el cuento y respondi? que no era posible porque ?ramos mayores. No supe si quería decir que no cab?amos en él por grandes o que ya no teníamos edad para creer en ciertas cosas. Antes de que me diera tiempo a resolver la cuestión apareció Nicol?s con otro cuento. Por la radio dijeron que Peces-Barba iba a recibir a la Asociaci?n de V?ctimas del Terrorismo y del 11-M por separado. A las 7.00 entré I?aki Gabilondo, y nos enteramos de que en Jerez de la Frontera, de donde es Paco, estaban a un grado bajo cero, lo que fue recibido c**o una excentricidad de la naturaleza.

A las 7.10, cumpliendo al mil?metro el horario descrito por Mercedes en su carta, abandonamos la casa. Ella toma a Nicol?s en brazos y yo le doy la mano a Celia, pues Paco se ha retrasado un poco para coger la basura y bajarla al contenedor. Los peldaños de las escaleras son de madera y están desgastados en los bordes. En el momento de salir a la calle nieva, lo que excita a los mayores y deja perplejos a los niños. Es noche cerrada todavía. Viajo en la parte de atrás del coche, entre las dos sillas de los niños (conduce Paco, y Mercedes va a su lado). Nicol?s lleva en brazos un mu?eco de peluche, un tal Lul?, del que dice que es hijo suyo y con el que le gasto bromas, lo que pone celosa a Celia. Nos dirigimos hacia el barrio de Aluche, situado a unos 10 kil?metros, donde se encuentra la guarder?a de la Comunidad a la que van los niños y por la que pagan 200 euros, lo que incluye el desayuno, la comida y un plus por dejarlos a las 7.30. Somos los primeros en llegar. Los pasillos vacíos y las habitaciones desocupadas, aunque llenas de dibujos infantiles, producen extra?eza. Mercedes recoge los abrigos de sus hijos, los cuelga en su sitio y coloca un parche a Celia, que tiene un ojo vago. Ella misma se lo quitar? cuando las agujas del reloj de la guarder?a están en la posici?n que le han enseñado. Debe llevarlo tres o cuatro horas diarias. Los niños se quedan contentos, sobre todo después de que su madre les lea lo que toca ese día de desayuno: magdalenas. Antes de despedirnos, Nicol?s entrega el peluche llamado Lul? a Mercedes para que se lo cuide.

Paco nos ha esperado afuera, en el coche, donde nada más entrar el olfato de Mercedes registra algo:

?Has fumado ?dice.

?Sí, he fumado ?confiesa él.

?Bueno, por lo menos no ha puesto la Cope ?añade volvi?ndose hacia mí?. Me cambia la emisora cuando me meto en la guarder?a porque le encanta empezar el día cabreado.

Paco se r?e. Dice que, en efecto, lo de la Cope es tan pintoresco que le pone la adrenalina a cien. Paco y Mercedes se llevan 10 años. Ella tiene 34, yél, 44. él es actor de teatro, pero la escasez de trabajo y las responsabilidades familiares le han obligado a buscarse la vida en otros ?mbitos. Trabaja en una empresa de log?stica situada en Daganzo, un pueblo de la zona norte de Madrid, cerca de Algete, donde se encuentra el centro de salud en el que trabaja Mercedes. Hasta hace un año, Paco salía de casa a las cinco y pico de la madrugada para reunirse con un compa?ero que le llevaba en su coche, por lo que Mercedes tenía que hacerse cargo ella sola de todos los ritos matinales. Ahora se siente más acompañada, aunque ha de dejar a Paco en su trabajo antes de dirigirse al suyo. Necesitar?an dos coches, pero no pueden ni pensarlo. Compraron el que tienen ahora hace 14 meses y ya le han hecho 40.000 kil?metros.

Nos dirigimos hacia la M-45, una experiencia nueva para mi, que todavía no comprendo la M-40. Todo es periferia. La humedad se condensa alrededor de las farolas encendidas, formando un halo de niebla. Los transe?ntes, encogidos por el frío, tienen, c**o el mobiliario urbano, cierta calidad de bulto. Cuando pasamos cerca de una marquesina de autobús veo brillar los ojos de la gente.

?Mira ?dice Mercedes señal?ndome unos bloques que se distinguen en medio de la oscuridad?, ahí, en medio de la nada, vive una de mis hermanas. Le costó el piso 21 millones y ya están en 40.

La conversaci?n sobre el precio de la vivienda es recurrente. c**o están pensando en cambiarse de casa, me habla de otro piso, cercano a la guarder?a, por el que le pedían 1.000 euros de alquiler y un aval bancario de seis meses. Viven pendientes de las ofertas p?blicas, pero la demanda es excesiva y no resulta fácil reunir todos los requisitos. Siempre hay alguien peor que uno.

El tráfico está mal, por la nieve, por el frío, porque sí. El tráfico ha dejado de comportarse en esta ciudad de acuerdo con unas pautas reconocibles. Está bien o mal porque sí o porque no. El amanecer nos sorprende en una carretera secundaria.

??Verdad que no parece que vayamos a trabajar, sino a pasar el día al campo? ?me pregunta Mercedes mostr?ndome el panorama.

Paco añade que en esa zona, muy cerca ya de Daganzo, se ven unos amaneceres preciosos. Nos dirigimos a uno de esos pol?gonos industriales que producen la impresi?n de estar situados en un no-lugar. Mercedes bromea:

?Paco ha pasado del teatro Alb?niz (donde hizo su última representaci?n) a una nave industrial. Imag?nate el cambio. Pero se ha metido muy bien en su papel, que para eso es actor. Yo le doy el gui?n todas las mañanas.

Paco tiene buena pasta y le sigue la broma, pero finalmente confiesa que no le fue nada fácil renunciar; aún no lo ha asimilado, aunque se va amoldando. A la fuerza ahorcan.

Me cuentan que llevan juntos 12 o 13 años y que no tienen prisa por casarse. Tardaron seis años en ir a por Celia, y luego, enseguida, para que no hubiera mucha diferencia de edad entre ellos, a por Nicol?s. Mercedes se resisti? al segundo embarazo, pero Paco insisti?.

¿Y gan? él ?añade?, siempre gana él.

¿Eso no es cierto ?protesta Paco.

?A mí me apetecer?a tener otro, pero ahora es Paco el que dice que no.

?¿Es que ahora no puede ser! Antes tenemos que cambiarnos de casa.

Dejamos a Paco a las 8.20 a la puerta de una nave industrial. Mercedes toma el volante y yo me paso al asiento del copiloto. Estamos a 10 o 15 minutos de Algete, lo que quiere decir que llegará tarde al trabajo. Nervios. De s?bito, aunque ya es de día, aparece la luna a nuestra izquierda y nos acompaña hasta el ambulatorio.

?Hoy estará a tope porque los mi?rcoles, además de consultas, hay anal?ticas.

En efecto, el centro se encuentra a rebosar, quiz? tambiénporque son los días de mayor incidencia de la gripe en Madrid. Mercedes corre a situarse detr?s de un mostrador en el que ya hay otras tres o cuatro personas atendiendo. Se quita el abrigo y se sienta frente a un ordenador. Durante las siete horas siguientes, y pese a que ya lleva casi una jornada de trabajo sobre las espaldas, daré citas, atender? el tel?fono y resolveré dudas de los pacientes. Me despido de ella, asegur?ndole que la recoger? a las 15.00, y salgo a la calle. En la puerta del ambulatorio hay uno de esos perros de pelo corto y ojos saltones que tanto gustan a las personas que viven solas, y que debe de pertenecer a alguien que está dentro. Me ha llamado la atenci?n porque tiene un ataque de angustia. Es la primera vez que veo un perro con un ataque de angustia. Mira hacia el interior con desasosiego, esperando que aparezca su dueño. Me quedo junto aél, contagiado de su ansiedad, e intercambiamos una mirada llena de sentido. Al rato aparece un señor alto, con un sobre de radiograf?as en la mano, detr?s del que se va dando saltos de alegría, sin despedirse de mí.

Regreso a las 15.00. Pese a que el día es soleado, la temperatura no supera los cuatro grados. Nos metemos en el coche y nos dirigimos a la carretera de Burgos para desde ella alcanzar la M-30. Vamos a recoger a los niños, y ahora es ese momento del día en el que Mercedes dice: ?Dios mío, que no haya atasco, que no haya accidentes, que no haya cortes de tráfico?.

Tenemos que hacer casi 40 kil?metros. Los días que hay atasco, accidente o cortes de tráfico telefonea a su madre, que vive cerca de la guarder?a, y le pide que recoja a los niños. Si su madre no esté, llama a una de sus hermanas. En último caso, avisa a la guarder?a, para que la esperen. Mercedes dispone de una red de solidaridad familiar muy eficaz. Tiene una madre joven, un padrastro colaborador y cuatro hermanos (tres chicas y un chico) que siempre están dispuestos a echarle una mano. Tiene tambiénla suerte de que Celia y Nicol?s son niños sanos, que enferman muy poco. Pero cuando enferman y no pueden ir a la guarder?a se los ha de colocar a alguien. La de cosas, piensa uno, que han de funcionar para que la vida discurra sin grandes sobresaltos: el coche (que a veces se estropea), el tráfico, el mívil, la meteorolog?a, la salud de los niños, la de los padres?

?Yo, cuando veo que los niños tienen mocos, miro para otro lado ?bromea Mercedes, cuya existencia, pese a todo, no es muy diferente de c**o la imaginaba cuando era más joven. Siempre se vio con hijos, por ejemplo. Quiz? el trabajo no sea el de su vida, pero tampoco muestra grandes desacuerdos con él. En cuanto a si de verdad le gustaría ser sólo ama de casa, c**o María Tapia, recuerda, ri?ndose, que cuando estaba de baja por maternidad, después del nacimiento de Nicol?s, llam? un día a su madre y le dijo:

?¿No puedo más! ?Quiero volver a trabajar! ?Quiero volver con mis compa?eras! Sólo veo a una niña que llora y a un niño al que le tengo que cambiar cada poco los pa?ales.

Reconoce que la vida de un ama de casa es algo enloquecedora. Trabajar fuera, además de proporcionarte autonomía personal, te obliga a relacionarte con otras personas, a conocer otras vidas. El problema es que a ella se le exige ser cien por cien ama de casa y cien por cien mujer trabajadora. Tras ganarse la vida, ha de hacer la compra, planchar, limpiar, barrer, quitar el polvo, cocinar, poner la lavadora, tender la ropa? Dedica los fines de semana a la limpieza general, pero el baño y la cocina hay que hacerlos todos los días.

¿Algunas semanas ?añade en broma?, cuando llega el viernes y abres la puerta de casa, ves rodar por el pasillo pelotas de polvo del tamaño de esas bolas de matorrales que en las pel?culas del Oeste recorren el desierto.

Ya en la guarder?a, la cuidadora de Nicol?s nos dice que se ha portado mal durante la comida. No obedece y contesta. Mercedes le riñe y el cr?o sale corriendo a buscar a su hermana, que está en el patio. Cuando vienen hacia nosotros, ella tropieza, se cae encima de él y Nicol?s se levanta con la boca llena de tierra y un chich?n en la frente. Llantos.

Llegamos a casa a las 16.30 y tenemos la suerte de encontrar aparcamiento enseguida. Por si fuera poco, tiene la compra hecha (la hizo ayer) y puede subir los cuatro pisos con las manos libres de bolsas. La escalera, c**o en las casas antiguas, es muy abierta, y resulta difícil controlar a los niños, que suben de cualquier manera. En la puerta de una casa del tercer piso hay un felpudo con el dibujo de un elefante que gusta mucho a Nicol?s y a Celia. Los dos quieren pisarlo durante un rato. Casi cada rellano tiene un rito. Ya en casa, Celia dice que esa mañana ha visto, desde el patio del colegio, volar una cig?e?a.

?Luego bajé y la cogí con la mano ?añade.

Le preguntamos si la ha visto alguien más y la niña cambia de tema. Mercedes prepara la merienda y emprende una dur?sima negociaci?n, de la que sale vencedora, para evitar que los niños se enganchen a la tele. Cuando terminan de merendar, a las 17.00, escuchan un disco a cuyos acordes corren c**o locos alrededor de la mesa, imitando un tren. Luego se meten en su habitaci?n, y Mercedes aprovecha el momento de calma para comer. Hoy tiene unos calamares en su tinta con arroz blanco que prepar? ayer, y de los que da cuenta con el plato colocado sobre las rodillas, dispuesta a levantarse en cualquier instante. Siempre guisa de un día para otro. Tras la comida, nos sentamos en el sofá y bostezamos un poco mientras los niños aparecen y desaparecen plante?ndonos problemas de justicia sobre la posesi?n de un objeto o sobre una agresi?n de la que ha sido vactima uno de ellos por parte del otro. Enseguida empiezan a competir por llamar mi atenci?n. Mercedes les pide que me dejen en paz y se vayan a su cuarto. Observo que los movimientos de esta mujer en relaci?n a sus hijos contienen una intenci?n educativa que no se aprecia a primera vista, pero que es constante.

A las 17.50 nos vamos a la cocina, donde carga la lavadora y empieza a preparar la cena y la comida de mañana. Lo primero es una sopa a la que añade un trozo de gallina y un pedazo de cap?n.

¿Esto ?me dice? es que el padre de un cuñado mío tiene pollerías o algo así, y, siempre que voy a su casa, mi hermana me suelta todo lo que puede. La ventaja de esta sopa es que después, con la carne, hago croquetas. La besamel me sale muy bien en la Thermomix.

Nombrar la Thermomix es c**o pronunciar la contraseña por la que se reconoce una comunidad de iniciados. Todos los que poseemos ese robot de cocina estamos unidos por un vanculo irracional, pero poderos?simo. Durante la siguiente hora, casi no hablamos de otra cosa que de las ventajas de la Thermomix.

¿Se empe?? en comprarla Paco. Estaba tan entusiasmado que le dije que, si nos separ?bamos, él se llevaba la Thermomix y yo me quedaba con todo lo demás. Pero ahora la uso yo más queél, sobre todo para hacer dulces.

Milagrosamente, los niños llevan sin aparecer y sin gritar más de diez minutos. Por un lado es estupendo, pero por otro te preguntas si les habrá pasado algo o si estarán planeando el asalto definitivo a la razón. Se lo comento a Mercedes y me dice que hay instantes así de mígicos que ella aprovecha para leer la página de un libro o el peri?dico. Pela las zanahorias para la sopa con un utensilio de una eficacia sorprendente, que sólo se lleva la piel. Aprendi? a cocinar en su casa y lo hace bien. En este momento me asalta la certidumbre de que es una mujer contenta con su vida y se lo digo.

?Yo estoy feliz con mi vida ?asiente?. Aparte de eso, hoy he tenido un día relajado. F?jate, hasta hemos aparcado a la primera. Pero hay días en los que llama Paco al mívil y me echo a llorar porque llevo una hora dando vueltas. Yo lloro mucho, no me importa, me alivia.

En esto, los niños atraviesan sigilosamente el pasillo. Les pregunto qué hacen y responden que van de excursi?n. Celia lleva en la mano una linterna.

Tras echar en la olla todos los ingredientes de la sopa, Mercedes empieza a preparar una tortilla de patata. Los niños regresan de la excursi?n que han hecho al fondo del pasillo o al interior de la selva amazúnica, vaya usted a saber, y suena el tel?fono. Es Arancha, una de las hermanas de Mercedes, 18 meses menor que ella y con la que conserva una complicidad especial porque fueron compa?eras de juegos en la infancia y salieron juntas durante la adolescencia. Por lo visto, tiene una cena esa noche en casa y no sabe qué hacer. Mercedes la aconseja y se compromete a prepararle un arroz con leche en la Thermomix. No hay más que echar la leche, el arroz, la canela y la corteza de limón. Lo dejas 45 minutos con la cuchilla en la reversa, para que no corte el arroz, y al final del proceso le añades un poco de azúcar. Sale estupendo. Si además de eso lo quemas un poco por arriba con un gancho de cocina al rojo vivo, parece totalmente asturiano. La casa entera, gracias a los vapores de la sopa, se ha llenado de eso que podríamos llamar ?olor de hogar?. Es muy agradable.

En esto aparece Nicol?s, completamente enloquecido, preguntando por su hijo, ese peluche llamado Lul?. Le ayudo a buscarlo y cuando damos con él empieza a desnudarse, sin que sepamos qué rayos pretende, hasta que Celia nos aclara que quiere darle de mamar.

¿Eso no puede ser, hijo ?dice Mercedes.

¿Es que ?añade Celia? me ha visto ponerme mi muñeca así, para darle la teta, pero yo lo hago de mentira.

?Vamos a ver ?continúa Mercedes?, ¿Quién le da la teta al primo Miguel: la tía María o el tío Jaime?

?La tía María ?responde el niño.

?Pues claro, es un privilegio que tenemos las mujeres.

Celia y Nico desaparecen, pero Nico regresa enseguida preguntando ahora por Lucho, un mu?eco amarillo, de expresión alucinada, en el que ya repar? con prevenci?n por la mañana. Tras buscarlo un rato por toda la casa, Celia confiesa que lo ha escondido detr?s de unas cortinas, hasta donde nos conduce pidióndonos silencio porque asegura que está dormido. Cuando abrimos la cortina me recorre un escalofrío porque a mí no me parece que está dormido, sino que está muerto, pero no digo nada. Regreso espantado a la cocina y encuentro la lavadora centrifugando c**o una loca, c**o si le fuera la vida en ello, c**o si obtuviera de ese movimiento circular un placer intens?simo.

??Mami, voy a hacer pis! ?grita Celia.

?Muy bien, cuando acabes cuajo la tortilla y nos duchamos.

A las 19.00 hay en los niños s?ntomas de cansancio, que se manifiestan en continuas provocaciones a los adultos y a sí mismos. Se huele la tormenta.

??Mira mi tripa! ?me grita Nicol?s levantúndose la camisa.

Observo su tripa sin apreciar nada anormal, pero hago un gesto de asentimiento, por si acaso. Cuando desv?o la mirada de la tripa, veo sobre la mesa un cuento titulado Todos somos raros, que parece que ha sido colocado allí por el destino para explicarme la situaci?n.

Al poco llega la tía Arancha a por el arroz con leche y dice que ha comprado cinco lubinas pequeñas porque no había una grande. Mercedes aprovecha la presencia de su hermana, que se ocupa un rato de los niños, para tender la ropa. Lo hace en el patio interior al que da su dormitorio, y del que proviene una ola de frío tan intensa c**o la procedente del interior de Europa. Arancha me explica que no tiene hijos porque no se lo permite su horario laboral. No los vería.

?Yo ?añade? le digo a mi marido que trabaje duro y que gane mucho dinero, porque yo soy la parte creativa de la pareja y debería disponer de tiempo libre para tener hijos.

?¿Y qué te contesta?

¿Que la parte creativa es él y que debería ser yo la que ganara mucho dinero.

Aprovechando la conversaci?n de los adultos, Nicol?s ha bañado a su hijo de peluche, que ha quedado irrecuperable. Lo coloca sobre el radiador el?ctrico del sal?n.

Luego, mientras Mercedes ducha a los niños deprisa, deprisa, porque los trastornos de carácter aumentan con el cansancio, yo, c**o si fuera el anfitri?n, despido a Arancha, que en la puerta me confiesa:

?Yo a esta casa le tengo mucho cariño porque cuando estaba soltera me ven?a aquí los fines de semana con mi novio.

Cuando regreso al sal?n, los niños están con el pijama puesto sentados cada uno a un lado de la mesita baja que hay frente al sofá. Se percibe en la atmásfera una calma inquietante, c**o la que precede a las grandes catústrofes emocionales o naturales. Nicol?s, con el que hasta ahora no había tenido ningún problema, me dice de repente que no le mire. Cuando desv?o la vista me proh?be tambiénque mire para otro lado, y si toco una silla me grita que no toque la silla. Mercedes está secando el pelo a la niña, que al levantarse sin avisar para hacer algo que no debe provoca que su madre la tire sin querer del pelo. Arde Troya. Celia grita, la madre grita, Nicol?s grita.

Tras unos minutos de negociaci?n, todo el mundo regresa a sus puestos, pero se palpa en el aire la tragedia. Mercedes pone la mesa y sirve la sopa de verduras. Yo permanezco completamente inm?vil, para no llamar la atenci?n. Celia observa con rencor a su madre y ésta se mesa a ratos los cabellos. En esto llega Paco de trabajar. Son las 19.50. La niña acusa a su madre de haberle tirado del pelo, el niño se abraza a la pierna de su padre c**o un n?ufrago a un pedazo de madera.

?¿Pero qué pasa aquí?

Intentamos ponerle al día, lo que provoca más tensi?n. La aparici?n de los Lunnis en la tele proporciona una tregua. Nunca había visto a los Lunnis, pero reconozco entre los personajes de los dibujos animados a Lul?, el hijo de Nicol?s, que continúa doblado y h?medo sobre el radiador de la calefacci?n. Luego, mientras los niños se toman la sopa, Paco coge disimuladamente el secador del pelo e intenta secar el pelo a su hija. Reconozco en ese movimiento el púnico a que la niña se constipe. Me dan ganas de decirle una cosa que me dijo a mí el pediatra cuando mis hijos eran pequeños: ¡Lo que más acatarra a los hijos es la preocupaci?n de los padresí. Pero no está el horno para bollos. Celia pide que le pongan un DVD con las fotos del verano, a lo que su madre accede tras negociar algo relativo a la sopa. Aparecen los primos y los tíos en una playa de Galicia, donde pasaron las últimas vacaciones. Nicol?s me dice que no mire, así que no miro. Cuando finaliza el pase fotogr?fico, me levanto discretamente, me despido y me voy. Al salir a la calle, mientras bajo hacia Atocha, tengo la impresi?n de que llevo fuera de mi casa quince

lude3
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Mensaje por lude3 » 14 Mar 2005 22:03

hola bienvenida, has caido en una trampa mortal, esto no tiene escapatoria
:up: :up: :up: :up:

lunas
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Mensaje por lunas » 14 Mar 2005 22:30

muchas gracias ,, peazo trabajo :wink: :wink:

cotoha
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Mensaje por cotoha » 14 Mar 2005 22:31

BIEN VENIDA MOKA, GRACIAS POR PUBLICAR EL ARTICULO, QUE POR CIERTO ES REAL c**o LA VIDA MISMA . MUCHOS BESOS Y DE NUEVO BIENVENIDA :beso: :beso: :beso: :beso:

moka
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Mensaje por moka » 14 Mar 2005 22:33

c**o veis era muy extenso, pero muy interesante.
Este enlace lo puso Lude3 y c**o vi que algunas no podíais entraré?..


Gracias por la bienvenida, es un placer estar con vosotras

salvia
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Mensaje por salvia » 14 Mar 2005 22:35

BIENVENIDA MOKA :plas: :plas: :plas: :plas:

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