Un mal sue?o:
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- Ayudanta/e de cocina
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- Registrado:01 May 2008 01:00
Era sábado, y c**o ecuador de un fin de semana cualquiera de profundo invierno, el bullicio se enfrentaba a la soledad mas extraña en aquella estaci?n, rodeado por un humo blanco producido por los trenes que llegaban lentamente y partían veloces a sus alejados destinos.
La juventud, se o?a tras las paredes de baldosines grises, que hacían de aquel lugar, un lúgubre recuerdo, de la razón
que le había llevado hasta all?, que hoy le llenaba de incredulidad
y repudiado sentido de la vergüenza.
Transcurr?an más de tres horas, en las que se hubo de producir
sin ?xito, aquel encuentro y no se produjo.
Un hombre humillado, serio y cariacontecido se alejaba
con pasos cortos, c**o si una invisible cuerda, no le dejara marchar de aquíl lugar.
En su mívil, solo encontré el cobijo de un escueto mensaje
?lo siento, perdóname?, algo que no era suficiente
para calmar su sed de venganza.
Salió de aquella estaci?n y se dio de bruces, con una montaña nevada, algo usual en ese pueblo de la serran?a hispana.
Con los sentimientos a flor de piel, y sintiéndose tan solo
c**o se ubicaba, decidi? dar con su cuerpo dolorido en su interior
y extenuado en su exterior, en el hotel que ambos,
habían descrito en sus noches de conversaciones interminables,
pegados a ese tel?fono, que los vio nacer c**o pareja.
Hotel, que era el sueño de cualquier pareja de enamorados,
con el suelo de madera, que cruj?a a cada paso que daba,
y un tremendo balc?n, con el sonido de una cascada de agua, rompiendo tras su nacimiento, kil?metros arriba en la cima,
de aquella cumbre relente, desde la que se adivinaba el resplandor
de Madrid, MI MADRID.
La noche, se adivinaba larga, casi eterna entre restos de comida rápida y botellas de alcohol, algo dentro deél, le hizo vestirse y marchar
al parque contiguo a aquel hotel.
Era el cl?sico lugar donde ver a los niños jugar, y a las madres
ver correr histúricas tras de ellos y sus trastadas inocentes.
Pero a esas horas, más de medianoche, solo se encontraban
dos grupos distintos entre si, devorando licores de todo tipo.
?l, repar? en alguien más, una chica extrañamente sola
se romp?a el alma entre sollozos y gritos ahogados por sus lágrimas, dejéndose llevar por un desasosiego extraño paraél,
pues sus mismos gemidos de dolor, le partían el corazón,
con la callada por respuesta.
Aquella extraña, se asemejaba en dem asía a la mujer
que le abandon? horas antes, un pelo rubio c**o el trigo e interminable hasta la cadera c**o una ola de mar en preciosa madrugada de verano, cuerpo ce?ido por la generosidad de sus carnes,
embutidas en unos vaqueros de vistosa estrechez y unos ojos,
que se adivinaban entre lágrimas, verdes c**o la campiña
que les alojaba bajo aquel manto blanco y g?lido,
en resumidas cuentas, una Venus con la mirada triste y el rubor inesperado, de saberse observada.
Sus miradas se cruzaron en sendas ocasiones, las cuales
hicieron de ellos, sacar a relucir el interior más infantil de cada uno,
y cuanto mas se intentaban evitar con las miradas, más se buscaban, en un intento in?til de contacto, mas allí del mero coqueteo,
que surg?a lentamente.
?l, levantando la mirada hacia su reloj, depar?
en lo tarde que se le había hecho, y ante la mirada atúnita
de aquella Venus, se dejo perder entre la niebla de esa montaña,
para a la mañana siguiente golpear su pecho díndose cuenta
del error cometido, y que todo su dormir aquella corta madrugada,
se lo dedico a su desconocida y sus lagrimas emancipantes.
Al volver a su ciudad, no dejaba de pensar en aquella mujer
y la oportunidad perdida, los días cañan inexorablemente
y de su cabeza no salían mas que pensamientos hacia esa mujer
que le robaba el sueño y le ara?aba sentimientos encontrados.
Con el regreso de otro fin de semana, volvi? a ese parque
en busca de respuestas, y c**o respuesta, se encontré solo,
el lugar no era mas que un solar perdido y maltratado por el tiempo, sin los columpios de los niños, ni banco alguno para sentarse.
Fue al encuentro de cualquier persona de aquella villa
que le ofreciese alguna explicación, y al doblar una esquina
se tropez? con la mujer que le había robado las sensaciones,
la semana anterior.
Pero algo fallaba, era mucho más mayor que la mujer que se encontré siete días antes, ante su mirada de asombro, le preguntó
a que era debido su madurez apresurada, a lo cual ella
con pasmosa tranquilidad, le dijo que eso era imposible,
que aquel solar se derrumb? hacía ya más de diez años,
y que bajo ese solar, se encontré el cuerpo de su hermana pequeña
y el de un extraño con las manos entrelazadas, muertos
y con lágrimas frescas, emanando lentamente de sus pupilas.
¿Quién dice que los sueños no pueden hacerse realidad,
y que la realidad no deja de ser un sueño?
La juventud, se o?a tras las paredes de baldosines grises, que hacían de aquel lugar, un lúgubre recuerdo, de la razón
que le había llevado hasta all?, que hoy le llenaba de incredulidad
y repudiado sentido de la vergüenza.
Transcurr?an más de tres horas, en las que se hubo de producir
sin ?xito, aquel encuentro y no se produjo.
Un hombre humillado, serio y cariacontecido se alejaba
con pasos cortos, c**o si una invisible cuerda, no le dejara marchar de aquíl lugar.
En su mívil, solo encontré el cobijo de un escueto mensaje
?lo siento, perdóname?, algo que no era suficiente
para calmar su sed de venganza.
Salió de aquella estaci?n y se dio de bruces, con una montaña nevada, algo usual en ese pueblo de la serran?a hispana.
Con los sentimientos a flor de piel, y sintiéndose tan solo
c**o se ubicaba, decidi? dar con su cuerpo dolorido en su interior
y extenuado en su exterior, en el hotel que ambos,
habían descrito en sus noches de conversaciones interminables,
pegados a ese tel?fono, que los vio nacer c**o pareja.
Hotel, que era el sueño de cualquier pareja de enamorados,
con el suelo de madera, que cruj?a a cada paso que daba,
y un tremendo balc?n, con el sonido de una cascada de agua, rompiendo tras su nacimiento, kil?metros arriba en la cima,
de aquella cumbre relente, desde la que se adivinaba el resplandor
de Madrid, MI MADRID.
La noche, se adivinaba larga, casi eterna entre restos de comida rápida y botellas de alcohol, algo dentro deél, le hizo vestirse y marchar
al parque contiguo a aquel hotel.
Era el cl?sico lugar donde ver a los niños jugar, y a las madres
ver correr histúricas tras de ellos y sus trastadas inocentes.
Pero a esas horas, más de medianoche, solo se encontraban
dos grupos distintos entre si, devorando licores de todo tipo.
?l, repar? en alguien más, una chica extrañamente sola
se romp?a el alma entre sollozos y gritos ahogados por sus lágrimas, dejéndose llevar por un desasosiego extraño paraél,
pues sus mismos gemidos de dolor, le partían el corazón,
con la callada por respuesta.
Aquella extraña, se asemejaba en dem asía a la mujer
que le abandon? horas antes, un pelo rubio c**o el trigo e interminable hasta la cadera c**o una ola de mar en preciosa madrugada de verano, cuerpo ce?ido por la generosidad de sus carnes,
embutidas en unos vaqueros de vistosa estrechez y unos ojos,
que se adivinaban entre lágrimas, verdes c**o la campiña
que les alojaba bajo aquel manto blanco y g?lido,
en resumidas cuentas, una Venus con la mirada triste y el rubor inesperado, de saberse observada.
Sus miradas se cruzaron en sendas ocasiones, las cuales
hicieron de ellos, sacar a relucir el interior más infantil de cada uno,
y cuanto mas se intentaban evitar con las miradas, más se buscaban, en un intento in?til de contacto, mas allí del mero coqueteo,
que surg?a lentamente.
?l, levantando la mirada hacia su reloj, depar?
en lo tarde que se le había hecho, y ante la mirada atúnita
de aquella Venus, se dejo perder entre la niebla de esa montaña,
para a la mañana siguiente golpear su pecho díndose cuenta
del error cometido, y que todo su dormir aquella corta madrugada,
se lo dedico a su desconocida y sus lagrimas emancipantes.
Al volver a su ciudad, no dejaba de pensar en aquella mujer
y la oportunidad perdida, los días cañan inexorablemente
y de su cabeza no salían mas que pensamientos hacia esa mujer
que le robaba el sueño y le ara?aba sentimientos encontrados.
Con el regreso de otro fin de semana, volvi? a ese parque
en busca de respuestas, y c**o respuesta, se encontré solo,
el lugar no era mas que un solar perdido y maltratado por el tiempo, sin los columpios de los niños, ni banco alguno para sentarse.
Fue al encuentro de cualquier persona de aquella villa
que le ofreciese alguna explicación, y al doblar una esquina
se tropez? con la mujer que le había robado las sensaciones,
la semana anterior.
Pero algo fallaba, era mucho más mayor que la mujer que se encontré siete días antes, ante su mirada de asombro, le preguntó
a que era debido su madurez apresurada, a lo cual ella
con pasmosa tranquilidad, le dijo que eso era imposible,
que aquel solar se derrumb? hacía ya más de diez años,
y que bajo ese solar, se encontré el cuerpo de su hermana pequeña
y el de un extraño con las manos entrelazadas, muertos
y con lágrimas frescas, emanando lentamente de sus pupilas.
¿Quién dice que los sueños no pueden hacerse realidad,
y que la realidad no deja de ser un sueño?
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