Capítulo 20
Era poquito lo que le quedaba para marchar hacia un destino desconocido para ella.
Tenía que aprovechar al máximo su estancia en el pueblo, tenía que estar con sus padres el mayor tiempo posible.
-Iré a visitar a todos y así me despido de ellos,- pensó-.
Aquella mañana se levantó con el canto del gallo. Que bonito era sentirlo cada día.
Se preparó un buen desayuno y salió a la calle con ganas de comerse el mundo.
Fue a casa de Margarita, se tenía que despedir de ella antes que de nadie. ¡¡¡Le daba tanta pena de aquella pobre mujer!!!
- Hola Margarita, ¿que tal estas hoy?
- Laura, dichosos los ojos.
- He venido a despedirme, dentro de dos días marcho para el convento.
- Hija, ¿al final te vas? No sabes cuanto sufrimiento lleva tu madre pasado a consecuencia de eso.
- Mi madre dio su consentimiento, ya sé que al principio lo pasará mal, pero eso nos pasará a todos, yo también los echaré de menos.
Qué, Margarita ¿al final vino tu hermano?
- No, y no me importa, si él no me quiere ver no seré yo la que vaya a buscarlo.
- Tendrías que reconciliarte con él, no puedes estar toda la vida guardando rencor, eso no es bueno.
La mujer desvió la conversación pues no le interesaba ésta.
- Y qué, ¿cuando te marchas definitivamente?
- Pasado mañana, si Dios quiere.
- ¿Quieres tomar algo? Hice un bizcocho que me salió muy bueno.
- No Margarita, desayuné muy bien, también mi madre se pasa el día cocinando para mí, dice que por si acaso en el convento no como bien.
- Bueno, ahora me voy. Quiero despedirme de todos y eso me llevará un buen rato.
Laura se despidió de la mujer y continuó su camino. Ahora iría a casa del panadero, a pesar de la mala relación que tenía con su hijo Hilario, Ramón era un buen hombre.
Llegó a la puerta trasera de la panadería y miró hacia dentro, no vio a nadie y asomó un poco más la cabeza.
Sintió como un brazo la rodeaba por detrás y emitió un chillido al mismo tiempo que se giraba.
- ¡¡¡ Hilario, suéltame!!!
- Laura, dame un beso anda, ya verás como te gusta.
- ¡¡¡He dicho que me sueltes!!!
- Si fuera Cosme no serías tan remilgada.
- El joven tiró de ella hacia atrás y la dejó caer al suelo, la joven quedó inmovilizada.
- ¡¡Hilario por favor déjame!!
El joven no hacía caso de los lamentos de Laura y le desgarró la blusa dejando al descubierto los pechos de la joven.
- Ahora te voy a enseñar lo que es el verdadero amor.
La joven estaba aterrorizada, no podía moverse y aquel degenerado estaba cada vez más cerca.
- ¡Socorro, que alguien me ayude!
Pero seguía sin aparecer nadie que pudiera ayudarla.
Sintió que un escalofrío le recorría todo el cuerpo, y cayó en las más profundas de las tinieblas. Había perdido el conocimiento.
Cuando despertó todavía estaba en el suelo, solo que ahora la acompañaba Ramón, que al sentir los gritos, había acudido a socorrer a la joven.
- ¿Ramón?, ¿dónde está? ¿Qué me ha hecho? ¿Ha llamado a mis padres?
- Tranquila Laura, estás bien. Ese mal hijo no ha podido llevar a cabo lo que se proponía, yo se lo he impedido. Yo mismo te llevare a casa cuando te encuentres bien del todo, no hay por que asustar a tus padres.
- Ramón, por favor llévame a casa, no quiero pasar aquí ni un momento más.
El hombre sacó el carro, con el cual repartía el pan a los que estaban más lejos y tras cargar a Laura en él se dispuso a llevarla a su casa.
La joven no paraba de llorar a la vez que repetía
- ¿Por qué?
Atravesaron la era y algunos vecinos se paraban para preguntar qué había pasado, continuaron el camino hasta llegar a la puerta de casa.
El hombre cogió a Laura y la sentó el escalón de la entrada y corrió a llamar a Antonio.
