La dieta
¿Estás a dieta? El mundo está lleno de chicas y mujeres que almuerzan una pieza de fruta, sonriendo con esfuerzo mientras charlan para disimular los lastimosos lamentos de su estómago vacío. Y todo por seguir una dieta que, supuestamente, les hará adelgazar sólo en la zona de las caderas, los muslos y los lóbulos de las orejas. Estas mujeres y estas chicas son las mismas que, mientras mastican galletas crackers con el sabor y la consistencia del cartón ondulado,observan con ansia los paquetes de galletas de chocolate y cuentan las calorias preguntándose, tristes y desesperadas, porqué tienen un apetito tan voraz.Están a dieta, pero sus esfuerzos resultarán inútiles: están haciendo un sacrificio sin esperanza alguna de éxito.
¿Porqué las dietas hacen engordar? No digo que las dietas no funcionen porque no mantienen la promesa de hacernos adelgazar; lo que sostengo es que todo el peso que se pierde se recupera casi inmediatamente. Y esto no ocurre porque no tengamos una voluntad de hierro, sino porque el cuerpo y la mente corrigen automáticamente el estado de desnutrición que provoca la dieta. Si hacemos dieta, perdemos peso; pero no grasas, sino agua y masa muscular. La deshidratación nos hace perder un poco de peso,con resultados estéticos notables pero temporales. En ese momento, el cuerpo reacciona y nos pide que comamos algo.La mente se obsesiona con la comida y nos grita que nutramos el cuerpo, mientras éste reacciona acumulando, en forma de grasas, lo poco que comemos.
Cada vez que perdemos peso, el cuerpo reacciona enlenteciendo el metabolismo para quemar menos grasas, como si tuviera que enfrentarse a una época de carestía: lo que se consume es tejido muscular, no grasa. El cerebro, además, aumenta la secreción de enzimas que estimulan el deseo de alimentos y nos induce a tomar-demasiado y desordenadamente-alimentos con un alto contenido en azúcares y poco nutritivos, como por ejemplo el chocolate o la bollería.
En resumidas cuentas: siguiendo una dieta empujamos al cuerpo a acumular más grasas para protegerse de dicha dieta.
El problema está en que creemos que ponernos a dieta es la solución a un problema que en realidad no existe.
Para obtener resultados tenemos que escuchar nuestro cuerpo, no luchar contra él.
Excepto en caso de enfermedad o trastornos de la alimentación, el cuerpo sabe autoregularse perfectamente: está programado geneticamente, como fruto de una evolución de millares de años, y ninguna dieta de revista podrá hacer jamás algo mejor por él. .
Entonces, ¿Cuál es el secreto? Se tiene que trabajar con el cuerpo, no machacar el cuerpo. Hay que nutrirlo con alimentos sanos, evitar los excesos y hacer ejercicio fisico con la máxima regularidad. Las personas que no están a dieta, no se sienten obsesionadas con la comida, no se sienten insatisfechas o hambrientas constantemente y se aceptan por lo que son y viven felices; en fin, tienen más autoestima y mejor salud.
Evidentemente, la potente industria vinculada a las dietas, no tiene ningún interés en publicar unos datos que indican que sus programas y sus productos son absolutamente inútiles.
La dieta hace que enfermemos. Hacer dieta, perder peso y después recuperarlo, es peor que mantener el sobrepeso. la violencia que ejercemos sobre el cuerpo al alternar la subalimentación y la supernutrición- y los cambios drásticos que ello implica- es decididamente malsana y amenaza el sistema inmunitario y el funcionamiento general del organismo y sus órganos. Además, provoca estrías. Una pérdida de peso sana y gradual, mediante ejercicio físico y una alimentación controlada pero abundante, no debería superar el kilo semanal.
La dieta genera depresiones. Ponerse a dieta sin conseguir perder peso induce a las personas a acusarse de falta de voluntad. Y esto, a pesar de que las probabilidades de éxito sean escasísimas desde el principio. el 5% Y menores aún cuando se trata de la primera dieta. Por su propia naturaleza, las dietas hacen que las personas se sientan insatisfechas y llenas de deseos reprimidos y desconsolados. El hambre es deprimente.
No poder disfrutar de la comida es deprimente.
Y tener miedo de una zanahoria es tan deprimente que no quiero ni hablar de ello...
To be continued
