Ves, pues ahí somos diferentes. Yo soy de las que, cuando voy a tener un día libre (por ejemplo, mañana) hago un montón de planes, porque claro, un día entero da mucho de sí.
Pretendo hacer cosas útiles, de esas que nunca puedes hacer (cocinar varias comidas para tener reservas en el congelador, hacer un pan, instalar un nuevo antivirus, hacer esa gestión para la que sabes que habrá mucha cola, etc.), por supuesto, descansar un poco, que me quede tiempo para darle un repaso a los apuntes pendientes, etc.
El caso es que SIEMPRE acabo estresada y cabreada. Con sólo la mitad de lo propuesto hecho, y frustrada porque, pese a no haber sido capaz de hacerlo todo, estoy muerta de cansancio. Pensando que en realidad he desperdiciado el día.
El último día así, el costillo me llegó a decir "el fin de semana que viene, te pongas como te pongas, argumentes lo que argumentes, NO COCINAS". Es que a veces me faltan fuegos, hago hasta tres comidas a la vez
María, uno de mis propósitos de año nuevo siempre es ser como tú. Ser capaz de despertarme y tirarme hasta las once en la cama, leyendo tan ricamente. Y lo intento, te lo prometo, pero me cueeeeeesssssstaaaaaaa. Estoy en el sofá, porque me he propuesto descansar. Y digo: "si me levanto y pongo una lavadora, qué me cuesta???, si lava ella". Me levanto. Pongo la lavadora. De camino al sofá recuerdo que mañana haré ensaladilla. Si pongo los huevos a hervir (antes de llegar al sofá) en un rato están hechos. Lo hago. Me voy al sofá. ¿Eso que oigo son los huevos que ya hierven? Voy a bajar el fuego, si no se romperán. Anda, está la basura llena, voy a sacarla. Pero primero voy a limpiar dos alcachofas que haré para cenar esta noche, y así el desperdicio se va en la bolsa...
Y así hasta que me doy cuenta de que el sofá ni se acuerda de mí
Y me río por no llorar, que conste, porque me estresa mucho saber que no soy capaz de parar.
Ya ves.