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Un poema

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No entiendo mucho de poesía pero algunos a veces me "dicen algo", y éste toca fibra sensible :)


Te invito a estar en mi vida,
Sin pretender que te quedes para siempre.

Te invito a permanecer a mi lado…
Sin incitarte a que firmes un contrato de permanencia.

Te invito a que me acompañes en mi viaje de sueños...
Sin que te sientas obligado a seguir soñando conmigo.

Te invito a mirar el sol ocultándose en un atardecer…
Sin tener necesariamente que sentir el mismo éxtasis que yo.

Te invito a correr tomado de mi mano por el parque…
Sin pretender que te mojes con el mismo rocío.

Te invito a remar cuesta arriba en el río de la vida...
Sin exigirte que tomes un remo para ayudarme,
solo quiero que me atiendas cuando digo
que tengo mis brazos cansados de tanto remar sola,
lo comprendas y no lo cuestiones.

Te invito a la función diaria del Circo de esta vida...
Sin implicar que esto te cause gracia,
al ver tantos payasos vestidos de personas
honorables y santas.

Te invito a mi corazón esperanzado de cambiar el mundo...
Sin que esto te implique a ti decir:
"gracias", "lo siento", "te quiero",
"perdón"... ¿Me necesitas?
¡Estoy aquí!!...¡eres muy importante para mí!

Te invito a desplegar las alas de la fantasía...
Sin que ello te obligue a volar en mi misma dirección.

Te invito a cantar una canción......
Sin que esto te obligue a aprender la letra ni la melodía de memoria.

Te invito a entrar en mi corazón…
Sin que te sientas presionado a quedarte a vivir en él.

Te invito a mirar juntos el futuro con esperanza...
Sin pretender con ello que tengas mis mejores objetivos.

Te invito a entrar en mi memoria y recorras mi pasado...
Sin que necesariamente me cuestiones ¿Por qué no estabas ahí?

Te invito a que leas mis poemas de amor...
Sin que necesariamente debas darme una opinión sobre ellos.

Sin usurparnos, sin asfixiarnos....
Solo queriéndonos y respetándonos
como lo que somos.

¿Aceptas la invitación?


(http://benely.blogspot.es/)


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It was many and many a year ago,
In a kingdom by the sea,
That a maiden there lived whom you may know
By the name of Annabel Lee;
And this maiden she lived with no other thought
Than to love and be loved by me.

I was a child and she was a child,
In this kingdom by the sea;
But we loved with a love that was more than love-
I and my Annabel Lee;
With a love that the winged seraphs of heaven
Coveted her and me.

And this was the reason that, long ago,
In this kingdom by the sea,
A wind blew out of a cloud, chilling
My beautiful Annabel Lee;
So that her highborn kinsman came
And bore her away from me,
To shut her up in a sepulchre
In this kingdom by the sea.

The angels, not half so happy in heaven,
Went envying her and me-
Yes!- that was the reason (as all men know,
In this kingdom by the sea)
That the wind came out of the cloud by night,
Chilling and killing my Annabel Lee.

But our love it was stronger by far than the love
Of those who were older than we-
Of many far wiser than we-
And neither the angels in heaven above,
Nor the demons down under the sea,
Can ever dissever my soul from the soul
Of the beautiful Annabel Lee.

For the moon never beams without bringing me dreams
Of the beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise but I feel the bright eyes
Of the beautiful Annabel Lee;
And so, all the night-tide, I lie down by the side
Of my darling- my darling- my life and my bride,
In the sepulchre there by the sea,
In her tomb by the sounding sea.

Edgar Allan Poe



Hace ya bastantes años,
en un reino más allá de la mar
vivía una niña que podéis conocer
con el nombre de Annabel Lee.
Esa niña vivía sin ningún otro pensamiento
que amarme y ser amada por mí.

Yo era un niño y ella era una niña
en ese reino más allá de la mar;
pero Annabel Lee y yo
nos amábamos con un amor que era más que el amor;
un amor tan poderoso que los serafines del cielo
nos envidiaban, a ella y a mí.

Y esa fué la razón por la cual, hace ya bastante tiempo,
en ese reino más allá de la mar
un soplo descendió de una nube,
y heló a mi bella Annabel Lee;
de suerte que sus padres vinieron
y se la llevaron lejos de mí
para encerrarla en un sepulcro,
en ese reino más allá de la mar.

Los ángeles que en el cielo no se sentían ni la mitad de lo felices que éramos nosotros,
nos envidiaban nuestra alegría a ella y a mí.
He ahí porque (como cada uno lo sabe
en ese reino más allá de la mar)
un soplo descendió desde la noche de una nube,
helando y matando a mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era más fuerte que el amor
de aquellos que nos aventajan en edad y en saber,
y ni los ángeles del cielo ni los demonios de los abismos de la mar
podrán separar jamás mi alma del alma
de la bella Annabel Lee.


Porque la luna jamás resplandece sin traerme recuerdos
de la bella Annabel Lee;
y cuando las estrellas se levantan,
creo ver brillar los ojos de la bella Annabel Lee;
y así paso largas noches tendido al lado de mi querida,
—mi querida, mi vida y mi compañera,—
que está acostada en su sepulcro más allá de la mar,
en su tumba, al borde de la mar quejumbrosa.



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Hospitalidad



La risa huele a raíz y a cielo despejado,

sabe todo lo que saben las luciérnagas.

La risa hace volar las cometas graves

del sueño en voz alta, desmandadas.

La risa es una comarca sin gobierno,

un barco cuya tripulación es el olvido.

Hay lugares sin daño. Allí

somos grumetes de barcos de papel

que construimos en la infancia.

Allí se verifica que el mundo

tiene dimensiones de verano,


el mismo tacto que la música.

En una casa enorme con todas

las puertas abiertas hubo

una pausa, una paz, un acuerdo,

un manojo de alegrías juntas.

Fuimos todos entonces madera

del mismo árbol que nadie,

nunca, conseguiría talar.




Asombros
. David Eloy Rodríguez


(Las negritas son mías... )


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Para que yo me llame Ángel González



Para que yo me llame Ángel González,

para que mi ser pese sobre el suelo,

fue necesario un ancho espacio

y un largo tiempo:

hombres de todo el mar y toda tierra,

fértiles vientres de mujer, y cuerpos

y más cuerpos, fundiéndose incesantes

en otro cuerpo nuevo.

Solsticios y equinoccios alumbraron

con su cambiante luz, su vario cielo,

el viaje milenario de mi carne

trepando por los siglos y los huesos.

De su pasaje lento y doloroso

de su huida hasta el fin, sobreviviendo

naufragios, aferrándose

al último suspiro de los muertos,

yo no soy más que el resultado, el fruto,

lo que queda, podrido, entre los restos;

esto que veis aquí,

tan sólo esto:

un escombro tenaz, que se resiste

a su ruina, que lucha contra el viento,

que avanza por caminos que no llevan

a ningún sitio. El éxito

de todos los fracasos. La enloquecida

fuerza del desaliento…




Ángel González


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Y endeudado con el anterior...



En deuda, dos


"[...] fue necesario un ancho espacio / y un largo tiempo: / hombres de todo el mar y toda tierra, / fértiles vientres de mujer, y cuerpos / y más cuerpos, fundiéndose incesantes". Ángel González



Asomado a este cuarto –un faro en el océano–,


recuerdo como en sueños nuestra historia soltera


y acumulo pronósticos, premoniciones, índices


del misterio gozoso de descubrir tu cuerpo


–como un barco en mitad de la noche infinita–.


El aliento del big-bang sobre el barro sin forma


que acunaba el latido de este planeta inédito


fue un balbuceo sin huesos, sin articulaciones,


de un idioma de ritmos, matemático y dúctil,


que ha bordado en las mantas tu inicial con mi espuma.


Pienso ahora en el hombre, ese bípedo frágil,


en la rifa de genes que lo ata y lo conduce


al bombo de los siglos en el que nuestras sagas


sortearon epidemias, batallas, cataclismos,


celibatos que hubieran castrado nuestro germen


sin sentirlo o siquiera presentirlo, sin culpa.


Y agradezco sin límite la lluvia


que empujó a mis abuelos y a los tuyos


a una cama tan blanda como ésta.




Hambre para mañana. Juan Antonio Bermúdez


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