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Un artículo del maravilloso Hector Abad...

Para quien no lo sepa, Héctor Abad nació en Colombia en 1958 y se
recibió en Literatura moderna en Italia. Regresa a Colombia en 1987
cuando un grupo paramilitar asesina a su padre (médico defensor de
derechos humanos y fundador de la que ahora es la facultad de
medicina), pero vuelve a Italia por amenazas recibidas. Regresa en
1993, aproximadamente, y en la actualidad reside en Bogotá.
Elogio a la mujer brava
Por Héctor Abad
Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al
burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas.
A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la
población masculina, nos molestan las mujeres de carácter
áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para
designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas,
amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y
no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al
poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin
cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos,
machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan
instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra
voluntad, atacan y se defienden.
La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de
prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste
en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una
sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no
discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás
reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar
nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la
caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien
los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las
revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie
de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros,
siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te
mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu
entera disposición, en apariencia como si nos dijeran “no más usted
me avisa y yo le abro las piernas”, siempre como dispuestas a un
vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del
hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a
medias).
A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas
nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten
y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas
perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas
mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan,
contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas
mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas
plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser
posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las
mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina,
más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir
pareja, pues todos los machistas les tememos.
Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control
al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni
siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo
permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de
nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra
manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza brutaha
radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las
llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos
refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos
desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que
esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una
relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado.
Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también
se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin
ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan
buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores,
precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y
tienen todo el derecho de no serlo.
Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de
veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las
mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia
y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez
en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a
diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada
para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas
perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un
sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo
eso.
Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que
dejemos de mirar a las muchachitas perfectas… Los ojos se nos van
tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa
tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos
usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más
sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos
primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas
mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y
protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más
estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se
puede establecer una relación duradera, porque está basada
en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados
seguidos de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad,
pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de
conocimiento.
¡Vamos hombres, por esas mujeres bravas!
Oro por que mis 2 hijas sean de éste maravilloso grupo y encuentren
hombres que sepan apreciar a esta clase de nuevas mujeres !!!

:beso::coqueta:


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tambien hay mujeres respetuosas y que son respetadas y no entran en el prototipo de mujer brava.. yo, por ejemplo, en el único lugar donde sentí machismo fue en un trabajo que tuve, pero ni mis padres ni hermanos ni esposo me hicieron sentir en inferioridad de condiciones por ser mujer, y soy sumamente entregada a ellos....y también a mi madre y amigas.
y de brava nada de nada.


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tambien hay mujeres respetuosas y que son respetadas y no entran en el prototipo de mujer brava.. yo, por ejemplo, en el único lugar donde sentí machismo fue en un trabajo que tuve, pero ni mis padres ni hermanos ni esposo me hicieron sentir en inferioridad de condiciones por ser mujer, y soy sumamente entregada a ellos....y también a mi madre y amigas.
y de brava nada de nada.


También yo pienso que ser respetuosa no tiene nada que ver con aceptar el orden social existente. También creo que el machismo no siempre es notado por quien lo sufre, y con esto no digo que sea tu caso, porque no lo conozco.

Por cierto, tras leer el artículo, tú dices ser una mujer respetuosa. ¿Respetuosa con qué? Es que en el artículo, con lo único que las "mujeres bravas" no son respetuosas son con aquellos hombres que no las respetan a ellas, y no creo que fuera eso lo que querías decir. Si "tus hombres" te respetan, es lógico que tú seas respetuosa con ellos, como lo son también las "mujeres bravas". Si te refieres a respetar las tradiciones, el orden social establecido, que dice qué cosas tenemos que hacer cada uno y qué lugar nos corresponde según hayamos nacido hombre o mujer... entonces eso es otra cosa. Igualmente respetable (hablando de respeto) siempre que sea una decisión indivudual y no algo a imponer al resto de las mujeres.

También creo que debemos tener en cuenta que el artículo está escrito por un mejicano, y el calificativo "brava" no significa exactamente lo que en España. Se refiere más a mujer resolutiva, independiente, tirada para adelante. Eso no es ser irrespetuosa.
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