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El Laberinto de Oro, Francisco J. de Lys.

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El laberinto de oro, de Francisco J. de Lys:

En la noche de Todos los Santos, durante el transcurso de una cena de gala en el Gran Teatro del Liceo, el arquitecto Gabriel Grieg es conminado a saldar una deuda que había contraído con un decrépito anciano. Con profundo estupor constata que el contrato que firmó enmascaraba entre sus cláusulas un delirante pacto con el diablo. Para intentar saldar su deuda se aliará con una cautivadora y misteriosa mujer llamada Lorena, que está empeñada en encontrar una portentosa joya cuyo valor radica en el material del que está fabricada, al parecer auténtico oro alquímico. Sin embargo, hay algo más: la joya tiene relación con una serie de asesinatos perpetrados por un monje bibliómano en la Barcelona del siglo XIX.

La novela transcurre en un plazo de cuarenta y tres horas, y la acción, que se inicia en el zlatá ulička o Callejón del Oro de Praga, continúa en Barcelona, que se transforma en un gigantesco laberinto transitado por sus dos protagonistas, que en su fascinante aventura se adentrarán en la cuidad hermética para seguirle el rastro a una persona que es la viva encarnación del Mal.

El laberinto de oro oculta entre sus páginas un maravilloso secreto y nos conduce hacia un lugar donde los mitos y la Historia, el plomo y el oro, la vida y la muerte parecen fundirse en un territorio ignoto en el que es ilusorio pretender no sentirnos fascinados por su embrujo.


Pues eso, que me lo empiezo, a ver si alguien se anima.

Besos.

:beso:
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el-nombre-del-viento.jpg No y Sí.

Es decir, no lo he leído, pero sí que me parecen muy parecidas, valga la redundancia.

Lo pensé nada más ver la portada del Laberinto de Oro, de hecho, me acordé entonces de El Nombre del Viento y me puse a buscarlo, que lo tengo en papel, pero no lo encontré, así que me quedé con El Laberinto. Así fue la elección.

Pues por ahora no puedo decir nada del libro, que sólo llevo un par de páginas, ya iré comentando.

Mi primera nota es para una curiosidad histórica; se nombra a Rodolfo II de Habsburgo, que era un tipo bastante interesante:

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Hijo y sucesor del emperador Maximiliano II y de María de Austria y Portugal, hija del emperador Carlos V, fue de carácter débil, enfermizo y excéntrico. Residió en el Castillo de Praga desde 1583 hasta su muerte en 1612. Pasaba de la apatía a la melancolía sin motivo alguno y fue muy aficionado a la alquimia, ciencia que conoció a la edad de once años en la corte de Madrid, donde se educó junto a su tío el rey Felipe II. También le interesaban la astrología, la magia y los juguetes mecánicos, especialmente autómatas[cita requerida], relojes y máquinas de "movimiento perpetuo", probablemente influido por su contacto con el ingeniero e inventor italiano Juanelo Turriano durante su estancia en la corte española de su abuelo Carlos V, persona que sería reemplazada en su corte por el artista italiano Arcimboldo.
Durante su reinado Praga hospedó a casi todos los destacados alquimistas de la época y en la Academia Alquimista Praguense (a la que perteneció Simón Bakalar Hajeck, su hijo Taddeus Hajeck y otros alquimistas menos conocidos como Tepenecz o Baresch) se mezclaba la vieja sabiduría y conocimientos medievales con las nacientes ciencias naturales. Rodolfo II fue famoso por la inmensa colección de manuscritos y libros raros de magia, alquimia, misticismo y otras rarezas que tanto le gustaban, algunos de ellos del propio Roger Bacon, aunque sin despreciar los de ciencias: fue uno de los primeros en recibir un ejemplar del Sidereus Nuncius de Galileo —abril de 1610—, que dejó hojear a su "matemático imperial" Kepler, y el primero en recibir la solución al anagrama en el cual Galileo comunicaba a todos su descubrimiento de los anillos de Saturno, aunque se sospecha que algunos ilustres alquimistas hayan compaginado la transmutación de metales en oro con misiones de espionaje.
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Corona personal de Rodolfo II, después de la caída del Sacro Imperio en el 1806, pasaría a ser ésta la Corona del Imperio Austríaco


Dedicado por completo a sus entretenimientos y raras excentricidades —como coleccionar monedas, piedras preciosas, gigantes y enanos con los cuales formó un regimiento de soldados— se dejó dominar por sus favoritos y por los demás miembros de su familia mientras las arcas del Tesoro se vaciaban peligrosamente.



Ya veremos cómo sigue.

Si lo estaba leyendo con escepticismo, ahora que a tí también te ha recordado El Nombre del Viento, ya casi le cojo manía y todo, soy muy mala malosa yo...

Besos.

:beso:
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Si lo estaba leyendo con escepticismo' date=' ahora que a tí también te ha recordado [b']El Nombre del Viento, ya casi le cojo manía y todo, soy muy mala malosa yo...

Besos.

:beso:


A mí El nombre del viento me gustó mucho...
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Creo que se puede leer este spoiler. Son párrafos del libro elegidos casi casi al azar.

Quería explicar porqué NO me está gustando este libro, pero lo mejor es intentar que lo explique él mismo:




En el interior de aquel cofre se encontraba una muy rara edición, publicada en 1926, del Compendium maleficarum, un verdadero manual de prácticas satánicas y de pactos con el diablo donde podía seguirse,'paso a paso y en una serie de turbadores grabados, el ritual del sabbat, escrito en 1608 por el monje ambrosiano Francisco María Guazzo.
Junto a ese ejemplar también se encontraba el Malleus maleficarum, que posteriormente sería mucho más conocido como El martillo de las brujas, que era el tratado más atroz que jamás se había escrito acerca de la persecución de hechiceras y brujas. Publicado en 1486, se trataba de un detallado manual para formar inquisidores escrito por los monjes dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger. Más tarde fue remitido al papa Inocencio VIII con el título de Informe de asesoría.
Grieg encontró la separata que estaba buscando, una traslúcida y frágil hoja de papel, entre las páginas de una reproducción facsímil del Summis desiderantis affectibus, escrito por Regino de Prüm por encargo del arzobispo de Trier en el año 906, y que fue el primer libro que se difundió entre los obispos, concretamente los de la Archidiócesis de Tréveris. Posteriormente, el libro se haría siniestramente popular bajo el nombre de Canon episcopi, ya que servía de guía para la caza de las «servidoras de Satán», de las que decían sus páginas que «volaban montadas en animales domésticos para reunirse con Diana, la diosa latina del panteón de Roma…».
Gabriel Grieg leyó la hoja que buscaba; sin duda, le sería de gran utilidad aquella noche.

El 30 de abril y el 31 de octubre son los dos días más significativos en el almanaque de la brujería. La primera fecha se denomina Walpurgisnacht o noche de Walpurgis debido a que se celebra el día de Santa Walburga, que fue una santa inglesa que murió en Alemania el año 777. La segunda fecha, y la más importante del año para nosotras, es la del 31 de octubre, y recibe el nombre de noche de Todos los Santos y tiene su principal tradición en España, donde es ampliamente celebrada por las aspirantes y las aventajadas… También se conoce como Halloween, que significa noche de brujas, y mientras dominan las tinieblas, la puerta que separa el mundo de los vivos del más allá se abre…

Grieg no necesitó llegar hasta el final del texto para darse cuenta de que la fecha en que el anciano había contactado con él no era un día cualquiera y estaba tenebrosamente relacionado con el texto que acababa de leer.
Se fijó también en otros libros que había escondido en el interior del cofre, como La filosofía natural restituida de Jean d'Espagnet, Las doce llaves de la filosofía de Basilio Valentín, el Dogme et rituel de toute magie de Eliphas Lévi o Le temple de satan de Estalisnao de Guaita. Finalmente optó por guardarse en su bolsa las fotocopias que reproducían el Viridarium chymicum de Daniel Stolcius, para muchos el más completo y esclarecedor compendio de alquimia. El libro incluía ciento siete grabados comentados por su autor, que revelaban todas las fases del Magnum opus (la gran obra). También se guardó la reproducción facsímil del Mutus liber de Altus en la edición original de La Rochelle de 1677, que venía a ser «el libro de los libros» para los alquimistas, y el Malleus maleficarum.
Extrajo a continuación del fondo del cofre un paquete envuelto en un pequeño retal de terciopelo negro. El paquete contenía un tintero repleto de un líquido espeso y muy oscuro y, atado a él mediante un hilo negro, dos pergaminos muy antiguos. Uno de ellos estaba en blanco, pero en el otro aparecía escrito con tinta roja un inquietante texto que explicaba cómo se había elaborado el grimorio que estaba encerrado en el interior del recipiente:
… róbense huesos íntegros de albaricoque y póngase al fuego calcinándolos hasta que adopten una textura similar a la del carbón […] Macháquense […] humo de imprenta […] Póngase todo esto dentro de un puchero que se llenará de agua de río […] Hágase hervir en una noche de luna llena […] Quedará la tinta, apta para pactos, alistada…
Antiguamente, los presuntos pactos con el diablo se escribían siempre en pergamino de piel de macho cabrío, el mismo material en que estaban confeccionados aquellos dos.
Grieg también guardó en su bolsa una pluma blanca de oca macho, concretamente la quinta del ala derecha, además de una pequeña navaja de plata para cortar la piel y sellar el pacto con la propia sangre del pactante.
Finalmente extrajo un objeto rectangular y relativamente pesado y lo sostuvo con inquietud entre sus manos. Su mera visión volvió a producirle una inquietante sensación de peligro. Recordaba cómo aquella vez, al meterlo en el cofre que luego enterró, no se le ocurrió pensar que la visita del anciano llegaría a producirse algún día. Sin embargo, allí estaba, sosteniéndolo entre sus manos de nuevo. Grieg miró con atención el objeto, un lingote de oro puro que tenía impreso un pequeño sello circular que certificaba su ley, su extrema pureza y su peso:

1 KILO
FINE GOLD 999,9

Una característica especial lo distinguía de cualquier otro lingote. Sobre su pulidísima y dorada superficie tenía grabadas dos inquietantes figuras circulares. Una de ellas, la de la izquierda, pertenecía al Ouroboros y consistía en un símbolo ancestral, similar a un dragón-serpiente, que estaba enrollado sobre sí mismo hasta adoptar una forma circular y en una actitud de morderse la cola, y que para los alquimistas, al igual que la circunferencia, simbolizaba la unidad de la materia, el fluido universal y la renovación perpetua de los elementos.
En el relieve de la derecha se apreciaba una figura, similar en cuanto a la forma, pero que poseía un significado radicalmente opuesto a la que estaba situada a la izquierda del lingote de oro. Se trataba del Catobeplás, otra serpiente, que únicamente representaba a un animal imaginario, tan estúpido, que se devoraba a sí mismo empezando por la cola.
Y bajo ambas figuras aparecían impresas dos frases de profundo sentido alegórico escritas respectivamente en griego y en latín. Sin duda alguna figuraba allí a modo de advertencia acerca del peligroso potencial maligno que era capaz de despertar en los humanos el material con que estaba fabricado aquel lingote.
La primera frase estaba grabada bajo la figura del Ouroboros.

ev to Molv
«Hen to pan», es decir: «Todo es uno.»

Y la otra sentencia esculpida bajo el Catobeplás rezaba:

CAPUT EST TU QUCERAMUS
«Lo esencial es que indaguemos.»



—Parece la sala de lectura de un loco egregio —exclamó, mirando con verdadera curiosidad el interior de aquella insólita habitación secreta situada tras el espejo.

—Es algo muchísimo más enrevesado. Este lugar aparentemente agradable y ordenado me produce escalofríos. —Grieg observaba los libros y las ininteligibles palabras que estaban escritas sobre sus respectivos lomos—. Estos libros forman un glossarium de los conocimientos más secretos.

—Creo que tienes razón…

—Este lugar está cargado de una simbología extremadamente oscura. Está escondido detrás de un espejo, con todo lo que eso conlleva. En el centro, hay una mesa hexagonal. El hexágono es la figura de la muerte, pero también la forma que normalmente adquiere el centro de los laberintos profanos. Fíjate en el grabado de la mesa.

Lorena vio, tallada en la mesa de madera, la cabeza de un minotauro, el amo y señor del laberinto.

—¿Crees que en esta sala está representado simbólicamente el Deus absconductus, el Mysterium magnum, o sea, el mitológico lugar entre la tierra y los infiernos tantas veces citado en la literatura, en la filosofía y que incluso algunos trataron de emplazar físicamente?

Gabriel Grieg contempló el hermoso rostro de Lorena, que aparecía en ese instante iluminado con todos los colores del arco iris que la lámpara art déco proyectaba sobre ella, y no pudo evitar sentirse como el mismísimo Teseo al ver de nuevo el rostro de Ariadna.

—Exactamente —reconoció Grieg, complacido—. La persona o personas que diseñaron este lugar lo hicieron con el propósito de llegar a sentirse como si realmente estuviesen en el centro de un laberinto. Lo verdaderamente difícil no era salir de él, como ocurre en la mayoría de los laberintos, sino entrar.

—Y además, el centro del laberinto acostumbra ser un lugar muy peligroso —recordó Lorena


—Es una máxima alquímica que aparece en algunos tratados espagíricos y que significa «¿acaso el vitriolo no está oculto?» —reveló Lorena.

—Esa frase en latín encierra todos los misterios —dijo Grieg—. El vitriolo era sulfato cristalino, mezclado con otras sustancias que contenían azufre, y que suponía el verdadero punto de partida, la primera materia caótica, en los trabajos de los alquimistas medievales. Es un término que nos daría para estar hablando hasta el amanecer.

—Probablemente, y si somos selectivos en el tema, lleguemos hacia algún punto en concreto. El vitriolo en latín se escribe vitriolum —continuó Lorena—. Y es el acrónimo de «visitabis interiora terrae rectificando invenies occultum lapidem veram medicinam».

—¡Te lo sabes de memoria! —exclamó, asombrado, Grieg.

—Ese acrónimo resume los conceptos más puros de la alquimia y significa «visita el interior de la tierra y cuando lo perfecciones encontrarás la piedra (la piedra filosofal), la verdadera medicina».

Los dos se quedaron en silencio durante algunos segundos, al tiempo que intentaban recordar sus conocimientos acerca del tema.

—No lograremos nada dando vueltas al término vitriolo —se lamentó Grieg—. El vitriolo era un término muy cotidiano en los tratados secretos y los alquimistas lo disolvían y lo calcinaban una y otra vez, aplicando la ley primordial del solve et coagula.

—Tienes razón… —asintió ella, apenada—. En esos dos términos se encierra gran parte del conocimiento inicial de la alquimia y significaría que «no se puede constituir algo nuevo si previamente no nos hemos deshecho de lo anterior».





No sé. He dicho que son párrafos elegidos casi casi casi al azar, y eso del "casi" es porque todo el texto es así.

Y aquí viene la pregunta que os hago:

Soy yo o el texto adolece ligeramente de agilidad de palabra?

Y conste que no soy de las que se asustan de los latinajos...

Qué pensais?

Besos.

:beso:


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Abandonado.

Me ha podido, y conste que lo he intentado. Pero no podía.

Con todos los respetos para el autor
, pero no sólo se trata de documentarse (un 10 en documentación, por cierto), saber muchísimo y tener una buena idea argumental y unos personajes prometedores.

Es que también hay que saber poner todo eso en forma de narración, y eso es lo que falla en este libro; no es una narración, es un bloque de datos que se suceden uno a otro sin fluidez, sin enganchar, sin interesar, sin producir curiosidad o alegría de aprender, y sobre todo, agobiando.


Besos.

:beso:


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