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Dietas y celos ;}

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Herman Tarnower nació el 18 de marzo de 1910 en Brooklyn, Nueva York (Estados Unidos), hijo de Dora y Harry Tarnower. Ambos eran inmigrantes judíos. Tenía tres hermanas y asistió a la Universidad de Syracuse, convirtiéndose en un médico especializado en cardiología.



Herman Tarnower
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Durante la Segunda Guerra Mundial alcanzó el grado de Mayor. Al finalizar la guerra, fundó el Centro Médico Scarsdale, siendo además muy respetado entre sus colegas y pacientes. Simultáneamente, era un escalador social implacable, que celebraba cenas con prominentes personajes de manera constante y cultivaba un círculo de amigos y pacientes ricos.

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Jean Struven nació en Chicago en 1923. Fue la segunda de los cuatro hijos de Mildred y Albert Struven. En 1934, la familia se trasladó a Cleveland y Jean ingresó en el Colegio Laurel, una escuela de Shaker Heights conocido por ser muy exigente. Años más tarde, estudió Economía en la Escuela Superior Smith, donde se graduó en 1945. Poco después, Jean se casó con James Scholes Harris, un joven al que conocía desde que tenía siete años de edad, y se establecieron en Grosse Pointe, una población próxima a Detroit. Fue un matrimonio sin incidentes que duró diecinueve años. Tuvieron dos hijos, David y James, antes de separarse. James era un hombre amable pero poco imaginativo y Jean terminó por abandonarle. Después del divorcio, ella obtuvo la custodia de sus hijos y se mudó a Philadelphia para trabajar como administradora del colegio Springside.



Jean Harris
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Jean Harris y el doctor Herman Tarnower fueron presentados durante una cena que daban unos amigos comunes, Margie y Leslie Jacobson. Pasaron toda la velada juntos, fascinados por sus respectivos intelectos, y durante los meses que siguieron, Herman Tarnower la visitó tan asiduamente que al poco tiempo le propuso matrimonio.

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En realidad, el médico ya había faltado a una promesa de matrimonio con otra mujer de 56 años, nunca había estado casado y no tenía la menor intención de casarse con Jean Harris.

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Ella, por su parte, se sentía profundamente atraída por la cultura judía a la que él pertenecía y por el estatus social que suponía su profesión. Aunque sus proyectos de boda nunca se hicieron realidad, pasaron muchas vacaciones juntos en lugares exóticos, y numerosos fines de semana en el Hotel Pierre de Nueva York.

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Así, de forma más o menos constante, su romance se mantuvo durante catorce años, durante los cuales Jean Harris prefirió ignorar a las numerosas mujeres que desfilaban por la vida del doctor Tarnower, así como las cartas de Lyne Tryforos, la enfermera recepcionista de la Clínica Scarsdale, que fueron llegando desde 1972. Era obvio que la chica se había convertido también en amante del médico.



Lynne Tryforos
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En 1971, Jean Harris se trasladó a Conecticut para trabajar como directora del Colegio Thomas y en 1977 se marchó a Virginia para ocupar un cargo semejante en el Colegio Madeira. Durante esta época, se aferró al doctor Tarnower sin darse cuenta de sus claras insinuaciones de ruptura. Fue entonces cuando empezó a martirizarse humillándose una y otra vez: cada vez que iba a casa de su amante, encontraba allí a Lynne Tryforos con sus hijos.



El Colegio Madeira
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Aunque no estaba especializado en nutrición, el doctor Tarnower llevaba veinte años recomendando a sus pacientes una dieta concreta, antes de plantearse la idea de publicarla. Fue un amigo y vecino suyo, Oscar Dystel, director de Bantarn Boks, quien le aconsejó e insistió sobre esta posibilidad.

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Tarnower estaba entusiasmado con el proyecto de transformar su frugal y monótona dieta (requesón, pomelo, espinacas, pollo hervido y col) en un libro atractivo. Sam Sindair Baker, un escritor comercial, con más experiencia en el tema, se hizo cargo del proyecto y consiguió, ingeniosamente, alargar y embellecer los principios básicos para crear “La Dieta Scarsdale”: la dividió en dieta gourmet, dieta vegetariana, dieta económica y dieta internacional.



El libro de “La Dieta Scarsdale”
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Se trataba, fundamentalmente, de un régimen para pacientes con problemas de circulación sanguínea y de corazón a los que se recomendaba no tomar grasas, alcohol, sal y alimentos ricos en azúcar. Era, en definitiva, un compendio de los típicos consejos que suelen dar todos los médicos. Era ideal para personas con exceso de peso, ya que recomendaba seguir la dieta durante dos semanas para después descansar otras dos.

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Jean Harris estaba muy disgustada con el éxito del doctor, ya que, en su opinión, un médico respetado y prestigioso no debería comportarse de forma tan vulgar. Tarnower, por el contrario, esperaba ansiosamente el momento de repartir ejemplares de su libro entre las mujeres invitadas a sus cenas. No obstante, era tal el rechazo que le inspiraba a Jean la empalagosa prosa de Sinclair Baker, que trabajó durante dos semanas, noche y día, retocando y quitando determinados fragmentos para que el resultado final no fuera demasiado degradante para su compañero.



Foto promocional de la “Dieta Scarsdale”
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Su participación en el libro quedó reflejada en la dedicatoria: “Nuestro agradecimiento a Jean Harris por su magnífica ayuda en la investigación y redacción de este proyecto”. Tarnower, además, le pagó $4,000.00 dólares. Nada más recibirlos, Jean Harris le escribió inmediatamente una carta en la que decía que preferiría unas vacaciones junto a él. En 1979, el libro de La Dieta Médica Scarsdale se agotó rápidamente en todas las librerías. Se convirtió en un best seller y proporcionó $6,000,000.00 de dólares en derechos de autor.

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A principios de 1980, Jean llegó al límite de sus fuerzas. La vida en el Colegio Madeira se le hizo muy difícil. Se sentía desolada, impotente y despreciada. Estaba muy cansada y deprimida, por lo que, el 6 de marzo, decidió dejar de tomar los tranquilizantes y anfetaminas que Tarnower le había recetado hacía ya mucho tiempo. En medio de esta depresión, se encontró con que el médico no la había invitado a la cena homenaje que la Westchester Heart Asociation iba a celebrar en su honor.



La subdirectora del Colegio Madeira
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El 10 de marzo, Jean Harris escribió una larga y devastadora carta para su amante, misma que le envió por correo certificado. El médico habría tenido que firmar en el momento de recibirla. Terminó su testamento y le llamó por teléfono para decirle que tenía intención de ir a verle para hablar con él. “Haz lo que quieras”, respondió él. Jean abrazó a sus dos perros, se despidió de ellos, tomó su revólver y se marchó. Emprendía por última vez las cinco horas de viaje que separan Virginia del condado de Westchester, en Nueva York.

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En el asiento del copiloto había una maceta con margaritas, un revólver Harrington and Richardson del calibre .32 y treinta y cuatro balas. Cuando llegó a Purchase. zona en la que residían numerosas celebridades, no se sorprendió al encontrar la inmensa casa a oscuras porque sabía que el doctor solía retirarse temprano, hacia las 21:30 horas. También sabía que Henri y Suzane van der Vreken, los sirvientes, estarían allí, y que la puerta del garaje estaría abierta. Tomó las flores, la pistola cargada y cinco balas; subió a la casa por la estrecha escalera de caracol que llegaba hasta el garaje y se dirigió a la habitación de su amante. Conocía el camino perfectamente.



La casa de Herman Tarnower
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Una vez allí, encendió la luz y exigió hablar con él. El doctor, aún medio dormido, lo único que acertó a decir fue: “Dios mío, Jean, es media noche”. Ella no lo escuchó: se precipitó hacia el baño y encontró el camisón de su rival y restos de su cabello en la ventana. Para entonces él ya estaba despierto, despejado y muy furioso. Consiguió apaciguar su histeria abofeteándola dos veces, pero ella metió la mano en su bolso y sacó el revólver; lo colocó junto a su propia sien, pero el doctor intentó arrebatarle el arma y ésta se disparó hiriéndole en una mano.



Los celos
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A pesar del inmenso dolor que sentía, el médico logró sostener el revólver con una mano mientras daba con la otra a la señal del intercomunicador que tenía en la cabecera de su cama, con la intención de alertar a los criados. Pero no le dio tiempo. Ella se lanzó por el arma y, mientras luchaban, se escuchó un disparo y el médico se derrumbó, sangrando, entre el estrecho hueco que separaba las camas gemelas. El revólver se disparó por accidente, pero ella tenía el dedo en el gatillo mientras forcejeaban por su control. Al ver lo que ocurría, Jena decidió terminar su labor: apuntó y le disparó los siguientes tiros al indefenso médico.

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En la planta de abajo, Suzane, la sirvienta, había descolgado el auricular del intercomunicador y pudo oír gritos, disparos y la voz de Jean Harris. Cuando el matrimonio llamaba a la policía, ésta pasó ante ellos con su elegante camisa blanca manchada de sangre y la mirada extraviada. Afuera estaba lloviendo. Mientras, en el piso de arriba, Herman Tarnower se estaba muriendo.



Herman Tarnower
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La policía llegó poco después. Encontraron el arma, el cadáver y a la asesina. La arrestaron enseguida. Los medios de comunicación habían acudido también.



El arresto
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Tras siete semanas dedicadas a seleccionar a los doce miembros del jurado, el juicio contra Jean Harris comenzó el 21 de noviembre de 1980 en White Plains, Nueva York. Desde el primer momento, el “Juicio del Asesinato de Scarsdale” se convirtió en noticia: los protagonistas eran personas educadas, sin problemas económicos y muy bien relacionadas.



El juicio
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El nombre del médico era familiar y Jean era la respetada y digna directora de un colegio en el sur conservador. Sin embargo, estos dos sólidos pilares de la sociedad cayeron en el cliché más antiguo del mundo: una mujer humillada asesinaba a un conquistador.

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Presidió a la sala el juez Rusel Legget; Joel Arnou protagonizó la defensa y la acusación estuvo representada por el ayudante del Fiscal del Distrito, George Bolen. El ministerio fiscal alegaba que Jean Harris había asesinado al doctor Tarnower.

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Los cargos eran de homicidio en segundo grado y posesión ilegal de un arma de fuego; la pistola estaba registrada en el estado de Virginia, por lo que, legalmente, no podía sacarla de allí.



Leyes sobre armas
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La defensa mantenía que Jean Harris había ido a la casa de su amante con la intención de despedirse de él y suicidarse después en su invernadero, lugar que le traía recuerdos felices de cuando empezó su historia de amor. Pero, cuando el doctor intentó arrebatarle la pistola, se produjo un trágico accidente.



Grados de Homicidio
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La confusión fue en aumento cuando el policía Daniel Sullivan, uno de los primeros agentes en la escena del crimen, declaró durante una visita preliminar que tuvo lugar en marzo (para determinar si el juicio era necesario), que la acusada le había contado que “había viajado hasta allí desde Virginia con la intención de que el doctor la matara”. Jean Harris negó esto además de que quisiera o intentara matar a su amante.

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Joel Arnou expuso pruebas que demostraban que su cliente había dejado en orden todos sus papeles, había escrito su testamento y firmado su dimisión. Aunque lo hiciera de modo informal, estos hechos podían interpretarse como indicios de la supuesta pretensión de suicidio.

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Aun así, se dedicaron muchas horas a determinar las diferentes fases de la depresión de Jean Harris. Cada vez que ella decía que había estado sometida a grandes presiones en su trabajo o que era culpable de no poder hacer frente a la conducta del doctor, conseguía que el Jurado se formase la abrumadora idea de que su compañero la había tratado de forma vergonzosa, y de que ella había hecho caso omiso a su propio martirio. Parecía natural que explotara tarde o temprano.

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Pero la teoría del suicidio se derrumbó cuando George Bolen hizo una pregunta capciosa: “¿Por qué no se suicidó cuando el Dr. Tarnower ya no podía quitarle la pistola?” Después de todo, ella tenía aún suficientes balas como para acabar con todo de una vez. No hubo una sola respuesta convincente a esta pregunta.

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Otra cuestión poco convincente fue su versión de lo sucedido aquella noche. Era una mujer muy inteligente y acostumbrada al rigor intelectual; sin embargo, su declaración fue muy confusa. El doctor tenía tres heridas, no dos como ella decía. Por otra parte, su abogado no dejó suficientemente claro el hecho de que ella sufría síntomas de Síndrome de Abstinencia por la potente mezcla de tranquilizantes y estimulantes que tomaba, desde hacía diez años, por prescripción facultativa del Dr. Tarnower. Esta medicación podía, por sí sola, determinar su radical cambio de comportamiento. Tampoco recurrieron a un informe psiquiátrico, lo cual sorprendió bastante al jurado, dado que la acusada había sido examinada por un psiquiatra poco después de la muerte de su amante.

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La situación dio un cambio rotundo cuando se dio lectura, en la sala, a la “Carta Scarsdale”, escrita por Jean Harris y enviada a su amante por correo certificado. Los insultos que dirigía a Lynne Triforos, su paranoica obsesión por minuciosos detalles financieros, y su lastimoso y desagradable servilismo, conformaron una visión negativa de la personalidad de la acusada.



“La Carta Scarsdale”
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Para el jurado era evidente que se trataba del grito de agonía de una mujer enfadada con su amante y consigo misma por haber llegado a semejante degradación. Puede que los miembros del Jurado sintieran compasión por la autora de la carta, pero vieron en ella un motivo convincente para cometer el asesinato.

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Las cosas hubieran cambiado si hubiera declarado que escribió la carta presa de una total desesperación. Pero Jean Harris no mostró ningún remordimiento o vergüenza. "La íntegra Jean”, como la llamaban sus alumnas, parecía ahora muy capaz de cometer un asesinato.



Cobertura informativa
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El Jurado se retiró a deliberar el 20 de febrero de 1981. Tardó ocho días en tomar una decisión. La tensión empezó a ser patente dentro y fuera del juzgado el 27 de febrero, un día antes del veredicto del jurado. La policía tuvo que tomar medidas contra los curiosos y los cazadores de noticias.

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Finalmente, el Jurado encontró a la acusada culpable de todos los cargos. El 20 de marzo fue sentenciada a quince años de condena sin posibilidad de libertad condicional y fue trasladada inmediatamente al correccional de Bedford Hills, una prisión de máxima seguridad.

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En 1982, Jean Harris intentó en vano llevar a cabo una apelación. Dos años más tarde sufrió un ataque al corazón del que se recuperó lentamente. Pidió clemencia al Gobernador Cuomo, durante la Navidad de 1988, una fecha tradicional en la que el Gobernador atiende tales peticiones. Su súplica fue denegada.

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Jean Harris no fue la típica reclusa. Era una mujer blanca y guapa, de clase media, bien educada. Utilizó sus conocimientos académicos y sus habilidades literarias para llamar la atención sobre la situación de las mujeres en las prisiones y la ausencia de medios de rehabilitación para las delincuentes. En la cárcel escribió dos libros: Extraña en dos mundos y Siempre nos llaman señoras. Historias de la prisión, que documentan la destrucción espiritual y ponen de manifiesto la inutilidad de la rutina carcelaria.

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También colaboró en la fundación de un centro para niños, en el que los hijos de las reclusas pudieran jugar normalmente con sus madres durante determinadas horas de visita. En agosto de 1988 apareció en el programa nacional de la ABC Good morning, America, ocasión en la que denunció la lamentable situación del sistema penitenciario para mujeres.

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Su caso llamó la atención de célebres escritores como la criminóloga Shana Alexander, que escribió el libro Toda una dama; y la crítica literaria Diana Trilling, autora del libro La muerte del “Doctor Dieta” de Scarsdale. Finalmente, Jean Harris salió de prisión en 1996, a los 72 años de edad. Cabe destacar que menos de diez años después de la muerte de su autor, la “Dieta Scarsdale” desapareció sin dejar rastro.



La tumba de Herman Tarnower
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BIBLIOGRAFÍA:
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FILMOGRAFÍA:
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Jean Harris: el Caso de la Dieta Scarsdale


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“Hay que beber mucha distancia,
hay que probar mucho dolor,
hay que comer nieve de ansia.
Que entuma la lengua,
que no se sienta el sabor a la nostalgia.
Hay que escucharse el corazón
hasta creer que no es mentira,
que hay vida, que hay camino,
que aún tenemos valor.
Es lo que recomiendan los viejos
si se pierde un hijo, un ojo,
una pierna, una madre o un amor…”

Miguel Flores. “La dieta”




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